miércoles, 2 de mayo de 2018

TALES Y LOS HIJOS




Una buena manera de reaccionar ante las opiniones de los demás es desmitificar los asuntos de que se trate y buscar las aristas que moldeen los juicios. Si, además, la desmitificación se produce sobre actos de uno mismo, el interlocutor queda desarmado y sin saber cómo negarse a que su contrincante le afee algo de su conducta.
Algo así le sucedía a Tales. Como persona inteligente que era, pues tal cosa solo es negocio de particular juicio y exige al menos unas gotas de fina inteligencia. En algún programa televisivo se utiliza esta técnica y ofrece buen resultado a los que la practican.
Es el caso que Tales no solo no quería tener hijos sino tampoco casarse. Sus amigos y discípulos se extrañaban de ello y le preguntaban. Él, con parsimonia, respondía algo así: ¿Sabéis por qué no quiero tener hijos? Porque siento un gran cariño por los niños.
La consecuencia la debe extraer cada uno. Y la aplicación también. Aunque, si fuera posible, no me importaría responder a Tales que la tarea de ser padre tampoco debe de ser tan difícil pues la naturaleza nos ha dotado a casi todos de la propiedad de engendrar seres humanos y de ser, por ello, padres.
Qué difícil y qué apasionante la tarea de ser padres. Ahora llega esa fiesta -comercial, como casi todas- del día de la madre. No es mal momento para reflexionar acerca de la tarea de los padres y del maravilloso camino que han de recorrer juntos en la educación de los hijos.
Enseguida se abren las ramificaciones y las posibilidades: número de hijos, conciliación familiar y laboral, atención a la educación, desplazamientos, disgregaciones familiares… Y, por encima de todo, ese hilo sagrado que va tejiendo el paso del tiempo y entrelaza, sin solución de continuidad, generaciones con generaciones.
Otro asunto para pensar y para mejorar. No me dirán que no resulta más importante esto que el PIB y el POB y toda la macroeconomía de las narices.
Por cierto, la educación es algo absolutamente sagrado y en ella hay que poner todos los esfuerzos, además de hacer participar en ella a toda la tribu. Nos jugamos casi todo. La paternidad y la maternidad responsables duran y se ejercitan a lo largo de toda la vida. Pero no hay tarea más hermosa ni apasionante.

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