martes, 1 de mayo de 2018

¿DÍA DEL TRABAJO?



Me reincorporo a la monotonía diaria tras una semana de estancia en Asturias. Eso de que es un paraíso natural casi se queda corto. Lo es, vaya que si lo es. A la vuelta me topo con la realidad del Primero de mayo en Béjar, con eso que llaman el Día del Trabajo. Acudo, como siempre, a la manifestación. Creo que menos gente este año. Hay tanto que arreglar en la sociedad y en los sindicatos…. Pero el fondo de realidad manifiestamente mejorable no desaparece. Y los símbolos, los himnos y la emoción tampoco.
Creo que ya he dado cuenta de esto del trabajo en alguna ocasión. Hoy no es mala fecha para recordarlo. La existencia de una familia léxica o de sinónimos es un subterfugio de la lengua para repartirse ese asunto maravilloso de nombrar la realidad por parcelas y con algo más de precisión. Por eso, al lado de trabajo, tenemos muchas otras de alcance parecido: ocupación, misión, función, tajo, faena, tarea, cometido, labor, carga, esfuerzo, pena, batalla, lucha…, estudio (el del máster de Cifuentes), investigación, ensayo… Y tantas otras. Y eso por no sumar otros usos geográficos particulares.
Pues se fue a elegir este marbete: El día del TRABAJO. Y, sea cual sea la acepción que seleccionemos, siempre nos lleva al esfuerzo y al sacrificio. ¿Pero es que no hemos recordado en muchas ocasiones cuál es la etimología de Trabajo? Pues Trabajo procede de la palabra latina TRIPALIUM, y su significado es tan sencillo como este: TRES PALOS. Se trata de un antiguo instrumento de tortura en el que el cruce de los tres palos servía para controlar el cuerpo para el castigo del reo, especialmente la cabeza. O sea, que dejémonos de monsergas: trabajo significa SUPLICIO y lo demás son gaitas. Por eso, a cualquiera que me espeta que a él le gusta trabajar, lo miro de soslayo y lo traslado mentalmente al rincón de los mentirosos. A nadie le puede gustar el suplicio. Algo bien distinto es que, a pesar de todo, sea capaz de sublimar su suplicio buscando la ayuda a los demás, o a ganar un dinero que le sirva para otros deseos. A mí, por si acaso fuéramos a tener alguna duda, no me gusta trabajar, aunque tenga que hacerlo y la vida me haya regalado un trabajo (un suplicio) que me ha parecido siempre un privilegio en comparación con otros que he visto por ahí.
 En realidad, la situación de jubilado me permite ver las cosas con una perspectiva de mayor tranquilidad. Pero esta posición de al menos no dejarse engañar por las palabras me viene de antiguo. Recuerdo aquellos años en los que mi generación (no sé en qué cantidad, la verdad) pensaba que había que caminar hacia la desaparición del trabajo. Para algo estaban las máquinas, nos decíamos; invirtamos en ciencia y en técnica y ahorrémonos el resto del trabajo. Después, los años…
Hoy casi todo el mundo se afana en encontrar un trabajo (una tortura, un suplicio) y, por desgracia, con poco éxito en muchos casos. Es una contradicción evidente. ¿Por qué sucede esto, si las nuevas generaciones son las mejores preparadas y, como reza el dicho popular, la técnica avanza que es una barbaridad?
Por lo menos habría que plantearse la reflexión. Algo pasa y lo que sucede tiene poco sentido. No voy a solucionar nada ni en estas líneas ni en un tratado entero y sesudo. Pero creo que no iría por mal camino si indagara en la escala de valores individualizada que domina esta sociedad. Si nos falla la mirada general y panorámica, si olvidamos que el avance o es de todos o es más pequeño para todos, si no recomponemos esa desigualdad galopante entre nosotros, esto del Trabajo seguirá siendo un caramelo engañabobos que, además de tenernos a todos en ascuas y enfadados, nos conducirá a mayor pobreza y desánimo.
Siempre que he podido, y con la boca chica, porque la situación es la que es, he hecho esta recomendación: “Si puedes invertir en algo, hazlo en comprar tiempo libre”. Es la única forma de emplearlo después en lo que te apetezca.
El siguiente paso que pide el razonamiento tiene que ver con la ideología y con el sistema político que estructuremos y que implantemos para ganar esa igualdad y ese tiempo libre. Y, como se ven venir nubarrones negros, lo dejaré aquí. Pero al menos abriré el paraguas para no mojarme demasiado.
Pues eso.

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