jueves, 21 de septiembre de 2017

ACLAREMOS CONCEPTOS

 ACLAREMOS CONCEPTOS
Ne cuesta sustraerme de todo lo que estos días está sucediendo en Cataluña y no sé si no es obligación de cada uno reflexionar un poco más y no ponerse de perfil dejando que pase la tormenta. Porque la tormenta tal vez pase, pero los efectos del nublado se dejarán sentir durante mucho tiempo. De hecho, el mal ya se ha producido y se viene cociendo desde hace demasiado tiempo. El nivel de desafecto (no es mal contexto este para el eufemismo) entre personas y territorios es tal que nadie sabe cuánto va a durar el catarro, la gripe o la neumonía, pero seguro que una temporada muy larga, Y esto se producirá sea cual sea el resultado de este episodio que no sé cómo calificar y por eso utilizo esta palabra baúl “episodio”.
En todo caso, levantemos la vista y serenemos, si es posible, el ánimo. De cualquier crisis se puede salir con algo aprendido, aunque solo sea en alguna parte de lo que se sustancie. Hace unos días enumeraba algunas de las que yo creía verdades en todo esto. Y lo primero que veía era el conflicto que creo observar, en lo que a Cataluña se refiere, entre legalidad y emoción. Llevar a ambas de la mano se me antoja, ahora más que nunca, muy dificultoso. Pero afirmaba que, sin el referente primero y principal de la legalidad, no hay manera de conducir nada con garantías de éxito.
Por más que sea necesario, me parece que es más complicado razonar en el mundo resbaladizo de la emoción, sobre todo cuando se acumula en masas sin control.
Creo que es algo más sencillo rastrear alguna enseñanza en el nivel jurídico y legal. A mí me gustaría que, a partir del ejemplo desgraciado que nos ocupa, supiéramos extraer alguna consecuencia y saber con algo más de certeza a qué atenernos y en qué terrenos nos estamos moviendo. Es labor de juristas la de ilustrarnos, pero supongo que podemos llegar, desde el sentido común, a formularnos algunas preguntas al respecto. Planteo las siguientes:
1.- ¿Qué es eso del sujeto y el objeto de soberanía? Para el caso y con palabras más sencillas, ¿quién puede votar y qué es lo que se puede votar?, ¿quién está llamado a votar en cada ocasión y en cada consulta? Porque las votaciones, como la libertad de expresión, por ejemplo, tienen límites. ¿O se puede votar cometer un delito? Sería muy democrático si obtuviera mayoría de votos, pero no parece que podamos decir que fuera legal. ¿Y que un canadiense votara en un asunto español o catalán?
2.- ¿Cuáles son las condiciones formales que tiene que cumplir una votación real y reconocible? Censos, locales, mesas, verificaciones…
3.- ¿Cuánta gente tiene que participar para considerar la consulta válida?
En definitiva, sería conveniente aprovechar para que a todos nos quedaran claras las respuestas a estas tres cuestiones: quién, qué y cómo se vota o se realiza una consulta. A aclarar alguna de estas preguntas deberían dedicar esfuerzos los más preparados. El contexto puede ser cualquiera: ateneos, conversaciones de bar, conferencias, instituciones, sedes de partidos…
Lo de Cataluña no será el diluvio; y, si lo es, ya escampará, aunque el aguacero se prevé largo y muy oscuro. Aclarémonos en este conflicto y así sabremos algo mejor de qué estamos tratando, en este y en todos los demás casos.

El apartado emocional resulta más confuso, pero alguna vez habrá también que abordarlo y decir algo al respecto. Ya adelanto que me siento perdido e inseguro.

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