jueves, 27 de abril de 2017

...DE HABERLES VOTADO


Abro la prensa y me doy de bruces con el chiste diario de Forges. Reconozco que es mi debilidad por esa mezcla de apariencia de no decir nada y de decir casi todo a la vez. Hoy dibuja un votante que viene al juzgado a acusarse “de haberles votado”. La imagen hace referencia, claro, al incontable número de casos de corrupción que acosan al PP, pero, como siempre, si alzamos la vista al horizonte, la podemos aplicar a cualquier otro caso y en cualquier otra ocasión.
¿Son los votantes los culpables de la corrupción? No parece que, a primera vista, se pueda defender tal afirmación. Yo no lo haré. La corrupción la cometen los corruptos: los que corrompen y los que se dejan corromper.
Pero todo se produce en un ambiente, en un contexto y en unas coordenadas sociales e ideológicas que, si las analizamos despacio, tal vez deduzcamos que favorecen o dificultan esa corrupción. A mí, como supongo que le sucederá a muchos ciudadanos -ya no me atrevo a decir a cuántos: desde luego, no a todos-, me repugna levantarme un día sí y otro también con noticias que hablan de más y más casos de ilegalidades y de inmoralidades, de desvíos de dinero público y de personas que se forran sin pudor con él.
Se suele afirmar sin recato que siempre se producirán hechos delictivos, pero que lo más importante es saber atajarlos y castigarlos judicial y penalmente. Mucho habría que precisar acerca de la justicia y de los poderes que tratan de agarrarla por sus partes para que juzgue de una manera o de otra, pero sea y dejémoslo estar.
Me parece que a este tajo le falta al menos una pata; y, sin ella, se cae sin remedio y nos lleva a nosotros al suelo. ¿Quién analiza las circunstancias en las que se producen tales hechos delictivos? Porque no es un mal razonamiento el que relaciona causas con consecuencias y el que acude a la raíz para regar o para cortar el árbol. Si propiciamos luz, calor y agua, las rosas están abonadas a florecer y a perfumarnos; si, por el contrario, ni abonamos ni aportamos luz, calor y agua, no podemos esperar que el rosal florezca. De manera que está bien castigar -siempre, por cierto, en busca de la rehabilitación y no de la venganza, que, sin ese fin, las cárceles no son más que un pudridero y una escuela sofisticada de delincuencia- pero mucho mejor será invertir pensamiento y esfuerzo en analizar cuáles son los ambientes más o menos propicios para que esta basura fermente y nos llene de olor a todos.
Y ahí podemos quedar todos retratados. Qué le vamos a hacer. Habrá que pechar con las consecuencias y con las vergüenzas correspondientes.
¿Abrimos el debate? Un par de sugerencias para abrir boca: a) ¿En qué medida favorecen estas cosas el hecho de que los cargos se alarguen demasiado en el tiempo? ¿No será bueno delimitarlos todos? b) ¿Una ideología (es un decir) que propicie el beneficio personal y el enriquecimiento como signo de victoria y de triunfo social no está empujando a buscar recovecos por los que filtrar nuestros intereses y olvidarnos de los de los demás? Hay ideologías (es un decir) que se basan en este principio. ¿Cuáles? Ustedes dirán.
Tal vez convenga recordar el antiguo dicho que afirmaba: “De aquellos polvos proceden estos lodos”. Uno tiende a pensar que, cuando un votante introduce una papeleta en la urna, no quiere favorecer tanto desmán. Pero es que son tantos y tan repetidos…; se vienen produciendo durante tanto tiempo… Y no se ven resultados negativos en las urnas; más bien termina uno teniendo la impresión de que al personal le va la marcha, y de que el robo continuo produciría mayoría absoluta.
No estoy seguro de que los juzgados estén llenos de arrepentidos “de haberles votado”.

Podríamos ir todos un ratito al rincón de pensar. O a la tribuna pública y al intercambio de ideas. ¿Por qué algunos lo rehúyen tanto?

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