viernes, 11 de noviembre de 2016

¿CÓMO EXPLICARTE?


Sigo convencido de que seguimos sin saber realmente definir qué es una obra de creación literaria. Tal vez sea mejor así pues eso nos asegura seguir persiguiéndola con ímpetu aunque no la consigamos nunca. Es verdad que sabemos que se usa un material específico, la palabra, y que se hace de una manera conscientemente organizada; y sabemos también que aspiramos a un receptor universal que ha de quedarse con la boca abierta por la emoción o por la belleza, o por ambas cosas a la vez. Y en ambos planos nos perdemos y no sabemos concitar ni un aplauso ni un rechazo universal. Tal vez porque eso de la organización del lenguaje y los valores de belleza y de emoción dependan muy mucho del receptor y no se dejen limitar por la universalidad.
Hoy es que la cosa iba de emoción y de belleza en una obra de creación literaria. He gastado y vivido con intensidad la mañana de hoy entre las páginas de una obra de Andrés Aberasturi, el gran Aberas, “Cómo explicarte el mundo, Cris”. Lo primero que se me ocurre es que esto de las teorías literarias se puede ir al carajo ante lo que me ha sucedido. Porque he llorado a lágrima viva durante mucho rato y la emoción me ha embargado desde la primera página hasta mucho rato después de cerrar el libro. Ya me había pasado otra vez, con ocasión del intento imposible de leerles a mis alumnos poemas de su obra poética Un blanco deslumbramiento (Palabras para Cris). De poco sirve la disculpa de mi emoción fácil y de mi falta de entereza: cuando me puede, me puede; y lo hace con demasiada frecuencia.
En esta última obra, Aberasturi se abre en canal para, en forma de carta, o de cartas directas a su hijo, sembradas en capítulos muy breves, dejar sus emociones e impresiones acerca de mil cosas, todas ellas en relación con ese hijo con parálisis cerebral que anda en el mundo, sin saber ni por qué ni por qué no, sin ser causa de nada sino tan solo consecuencia; de la comunicación imposible entre él y los demás seres; de la siempre irresoluble presencia del mal en el mundo; de la ausencia y del silencio de Dios; de las quejas ante la naturaleza; del amor hecho carne; del olvido social; de la situación de los débiles en cualquier parte; de mil y mil preguntas sin respuesta; hasta de esa última duda ante un mañana incierto y tal vez próximo en el que decidir si esa vida es vida y merece la pena que continúe… Y así el repaso de la sonrisa sin aparente sentido, la falta de las lágrimas, la silla y la quietud, la sensación de culpa, las manos, el dolor, los afectos, la risa y los silencios,,, Y el mundo al fondo, sin sentido aparente para esa vida mutilada, tierna y desvalida. Siempre viviendo en el misterio y en la duda de un “como si…” que no conocerá nunca la certeza de lo que el cuerpo de Cris guarda y expresa ni cuánto será así.
¿De qué me sirven a mí los valores literarios, que los tiene, y muchos?  Solo puedo decir, por si sirve de algo, que mi emoción se ha repartido por todos los rincones de mi casa, que aún lloro ante la imagen de Cris y de las gentes desvalidas de todos los puntos del mundo y que quisiera enviar a sus familiares un abrazo muy fuerte emocionado.
Dejaré unas palabras de la parte final: me parecen representativas: “He escrito de ti, hijo, que eres parte de Dios, que eres Dios mismo. Y cada vez más me reafirmo en esa idea. Tú riendo, aunque nosotros no sepamos el motivo de tu risa mientras los chopos grandes hacen guardia en el horizonte de una tarde suave de verano; tú en el silencio de la habitación del hospital y Madrid que se desparrama en un ocaso violeta. Todo eso es Dios, todo eso debe ser la divinidad misma como lo es el ir y venir sin tregua de los nietos y sus risas, elegidos entre los elegidos, benditos sean, que lo tienen todo mientras al otro lado un niñito huido de la guerra agoniza en una playa. También eso es la divinidad, hijo, debe serlo porque de otra forma nada tendría sentido. No es fácil de entender, como no es fácil encontrar respuestas válidas.
Pero tú estás ahí y solo tu existencia mantiene la armonía del mundo y de las cosas. Tú creciendo en forma de misterio tan lejano en ocasiones pero enraizado hasta lo más hondo de nuestros corazones, de nuestra razón, de nuestras vidas”.

¿Qué más `puedo decir?

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