En los primeros años del siglo
veinte, el Ateneo de Madrid (venerable institución cultural donde las haya)
elaboró y desarrolló una encuesta; a partir de ella realizó un trabajo de campo
para conocer los principales usos y costumbres de los españoles en cuanto a los
acontecimientos más importantes de la vida: nacimiento, bautizos, matrimonios,
muerte…
En la provincia de Salamanca se
generó numerosa información y en ella colaboraron personas de la talla
intelectual de Maldonado, Unamuno y hasta don Pedro Dorado Montero. Leo con
satisfacción una edición de la misma que data de los últimos años del pasado
siglo.
Ha pasado, pues, un siglo largo y
estos hechos, que constituyen la verdadera intrahistoria de las comunidades, se
siguen sucediendo como hitos esenciales en el discurrir humano. Revisar y comparar
las formas de llevarlos a la práctica resulta un hecho que trasciende cualquier
imagen personal para convertirse en todo un tratado de sociología y de
antropología.
Cualquier capítulo sirve y acaso
sería bueno repasarlos todos. Aunque sea solo para sugerir lo que fue y lo que
es. El NACIMIENTO, por ejemplo, incorpora toda una serie de apartados que
propician el contexto en el que un ser llega a la vida: los medios para
conseguir la fecundidad, las prácticas supersticiosas para conseguirla, las
prácticas en el período de gestación, los antojos en la embarazada, los
vaticinios acerca del sexo del futuro ser (niño o niña, forma del vientre de la
madre…), las formas prácticas de alumbramiento (parteras, médicos, posturas…),
objetos “virtuosos” que ayudan en el
acontecimiento, el mal de ojo, régimen posterior al parto por parte de la
parida, los primeros días del recién nacido…
Imaginar cada uno de estos
apartados supone poner un espejo entre nosotros y nuestros antepasados;
desmenuzarlos tal vez conlleve comprobar si realmente hemos cambiado mucho o
nos movemos en las mismas costumbres y usos.
Uno tiende a suponer que un siglo
no pasa en balde, pero también es consciente de que algunas supersticiones
permanecen. ¿O no es verdad esto en el mundo de los antojos de la embarazada y
las posibles señales en el niño nacido? Otros apartados parecen, sin embargo,
haber pasado a dormir felizmente el sueño del olvido. ¿Qué pensaríamos si ahora
se mantuviera todo lo relacionado con las parteras y con las posturas de la
embarazada a la hora de dar a luz? Los avances médicos y la eliminación de
prejuicios morales y religiosos nos han ayudado mucho, aunque tal vez algunos
de estos prejuicios religiosos sigan en la habitación más oscura. Porque son
las superestructuras las que siguen empujando en cada uno de nosotros demasiado
y son esos poderes tan aparatosos los que han de ser sometidos por todos
nosotros si queremos ser un poco más libres.
Esta era la respuesta que se daba
en la zona de Béjar cuando se preguntaba por la asistencia al alumbramiento:
“En casi todos los pueblos hay algunas mujeres, llamadas comadres, que tienen práctica y se las avisa para tales casos, se
las agasaja y estas tienen la obligación de ir a vestir al niño y el día del
bautizo ponerle los adornos en el traje y el día de salir a misa tienen que ir
a misa con la madre y la madrina; se le da buena comida y una libra de
chocolate. Cuando es necesario, también hacen este oficio los hombres, aunque
no todos sirven para ello”.
El comentario y la comparación
con la actualidad los dejo para cada uno.
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