jueves, 14 de julio de 2016

ALGO MÁS QUE UN TRASLADO


Anotar que el tiempo pasa -que es lo que siempre pasa- y que nos va primero acompañando y después dejando en el olvido no me supone ningún descubrimiento: se trata de idea eje en mis pensamientos y en mis palabras. Cada cosa es muestra de ello, cada hecho diario lo confirma, cada acontecimiento, por nimio que sea, lo corrobora.
Hoy he acudido en ayuda de algunas personas para trasladar las pertenencias que quedaban desde la antigua sede del PSOE hasta la nueva. Eran ya varios los años que allí permanecían, en silencio y como si nadie se acordara de ellas. En las últimas semanas, tanto UGT como el PSOE han cedido al ayuntamiento sus sedes antiguas con la petición de que los dedique a actividades culturales o sociales. Hay que adecentar los locales y retirar lo que sea de cada uno.
Esto, que a casi nadie le interesará y que puede parecer un hecho intrascendente, encierra, no obstante, un cuaderno entero de recuerdos y de ideas. Y, mucho más, de actos y de personas que por allí pasaron durante cuarenta años: eran los locales de otra Casa del Pueblo, sucesora de la que había existido en el llamado cine Castilla.
La mañana y el peso de las cajas me hacían sudar, pero, sobre todo, a mi mente llegaban imágenes que llenaban horas de otros días y de otros años. Por allí habían pasado viejos socialistas de corazón y de convicción, y viejos socialistas más de nombre que de otra cosa. Muchos ya no siguen en el tiempo y de ellos solo queda el recuerdo. Ángel, Miguel, Pedro, Ramón, Lino, Cipri… muchísimos. Eran un poco una punta de lanza de la conciencia social en esta ciudad estrecha. Con errores notables y con aciertos e intenciones dignas de aplauso. En esta ciudad, ser socialista era -y yo creo que sigue siendo- alinearse en el bando de los más débiles, prestarse a decir que se vive en sociedad y que esta puede cambiar a mejor en muchos aspectos, afanarse en intentar ganar elecciones con este fin, ayudar en casi todo sin apenas pedir nada, y al menos señalarse públicamente en el sentido de no apuntarse a los que callan y hasta aplauden a los más favorecidos, como si esperaran alguna migaja de sus situaciones. No todos con las  mismas disposiciones ni con la misma altura de miras, por supuesto, que de todo hay, por desgracia; pero sí en su mayoría.
Recordé también mi paso por allí y algunas de mis intervenciones, siempre desde las ideas y un poco lejos de la práctica del día a día, y con la intención de animar a la gente; y siempre sin ninguna intención personal. Me empujaron una vez a una concejalía y terminé muy desanimado y cansado. Pero siempre sentí que se me escuchaba, aunque no se me hiciera caso en la práctica precisamente.
No importa ningún caso particular, lo que interesa es la imagen coral, la de tanta buena gente que, a lo largo de los años, se expresó, compartió y vio cómo la vida iba haciendo de las suyas.

Ojalá el ayuntamiento acoja también en esos locales el deseo de servir para que la gente se anime en la participación, se instruya y vuelque en la comunidad sus ilusiones y los deseos de bienestar común. Si así fuera, seguiría siendo a su manera otra Casa del Pueblo y no perdería su olorcillo social y progresista. Ojalá.

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