sábado, 9 de julio de 2016

A GOLPE DE INFIERNOS


A una mañana placentera por la Dehesa de Candelario, bajo un sol sin mácula, al arrullo del río incipiente, bajo la sombra abundosa de un hermoso roble y con la compañía de la charla y la buena mesa, le sucede una tarde calurosa y de lectura en casa. “Retrato del artista adolescente”, tal vez la obra más sencilla del irlandés James Joyce.
No anotaré nada de sus elementos literarios. Me sirve de pretexto para considerar un asunto de tradición histórica y de influencia nefasta en mil generaciones. Se trata de los llamados “Ejercicios espirituales”. Ya sé que en estos días apenas se estilan, pero échese la vista unos decenios atrás y obsérvese lo que aparece. Y, de ahí para atrás, toda la Historia igual. O peor. Y no hay que ser muy aventajado para observar que las consecuencias perviven.
El libro recoge las experiencias de un joven Stephen, que va descubriendo su realidad y atisbando su futuro. Copio unas líneas del libro. El ambiente es, como decía, el de los ejercicios espirituales, aquellos que se extendían por doquier y que dejaban en un pasmo a todo hijo de vecino para un año entero por lo menos. Se habla, por supuesto, del infierno: “Todos los sentidos de la carne sufren tortura y todas las facultades del alma al mismo tiempo. Los ojos, la impenetrable y absoluta oscuridad; la nariz, los pestilentes olores; el oído, los alaridos, bramidos e imprecaciones; el gusto, las materias corrompidas, el estiércol sofocante e indescriptible; el tacto, las punzadas de la candentes aguijadas y púas y los crueles lamidos de las lenguas de fuego. Y, a través de los múltiples tormentos de los sentidos, el alma inmortal se ve torturada eternamente en su íntima esencia entre leguas y leguas de llamas ardientes inflamadas en los abismos por la majestad ofendida del omnipotente Dios y alimentadas con una furia perdurable y cada vez más intensa por el soplo de la cólera de la divinidad”.
Uhhhh, qué miedo. Concédasele la libertad del contexto literario, apláquese el ánimo y tómese todo con un poco de calma, tómese una calmante de relajación… Qué más da. Todo resulta portentosamente ridículo. Lo peor de todo es que la realidad podía superar con frecuencia lo que aquí se adivina. Y así una hora, y otra, y otra…, hasta una semana en muchos casos. ¿Se puede uno asomar siquiera a imaginar alguna sesión de estas entre niños, jóvenes y gentes rurales de todo tipo? Qué barbaridad, qué horror, qué despropósito, cuánto mal causado a personas sencillas. Y menos sencillas. Y así toda la Historia, entre miedos, fuegos, eternidades, condenas, sustos, temores, pánicos, sobresaltos y desasosiegos…, fastidiando las capacidades humanas y la vitalidad de cada persona para enterrarlas en la tontería y en la irracionalidad.
¿Por qué se crean estas religiones del miedo y del temor? ¿Cui prodest? Desde luego, al poder establecido le viene que ni pintado, a la calma chicha y a la falta de acción personal, también. Como, además, los intérpretes de los textos son solo los que son y tienen el monopolio de los significados, pues, miel sobre hojuelas. Y así toda la Historia. Toda.

A medida que pasa el tiempo, hasta algunos de esos intérpretes eclesiales parecen querer limar en público estas aristas tan absolutamente inhumanas. Pero no saben cómo hacerlo: tal es el disparate, que la mente no sabe cómo hincarle el diente. Y ahora, modelar un dios de amor, y solo de amor, les resulta muy difícil. Yo no sé qué conceptos les roerán las conciencias. No lo deben de pasar precisamente muy bien. Por cierto, no sé si estos calores veraniegos no serán imagen de los del infierno. Lo parecen. 

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