jueves, 30 de junio de 2016

¿LIBERTAD POR SEGURIDAD?


Un adulto es aquel que cambia libertad por seguridad. Es esta una más de esas frases socorridas que intentan dar sombra y verdad a demasiadas variables y que tiene tanto de verdad como de simple ilusión.
Todas estas losas idiomáticas te dejan pensativo, y no es poco. Suscribirlas con tu firma y con tu manera de pensar es cosa particular. Dejarlas correr o simplemente rechazarlas es otra posibilidad.
Yo creo que encierra buena parte de razón. Porque hay un momento en la vida en el que la mirada se vuelve más cercana, tiende a dibujar con más nitidez los perfiles que delimitan el territorio de las posibilidades y a desdibujar los que no son alcanzados con la vista del interés personal.
Los factores que intervienen son muchos y, por eso, la afirmación es sesgada y solo adquiere más valor si se entiende en sentido progresivo. ¿Cuál es la edad en la que la libertad, que aquí equivale a futuro por delante, se ve sustituida por la de la seguridad? ¿Es lo mismo tener dependientes familiares con los que convives que vivir soltero? ¿Y tener un puesto de trabajo asegurado que no tenerlo y andar mendigándolo por ahí? ¿En qué medida interviene la propia y simple biología personal? ¿Y la formación intelectual y social? ¿Y el ideal de vida y la escala de valores que cada cual haya ido forjando? ¿Se pierde la libertad con la consecución de la seguridad? ¿A qué responden, en su esencia, los conceptos de libertad y de seguridad? Y así hasta casi angustiarse con preguntas.
Supongo que, incluso, se puede defender la idea de que a más seguridad, más libertad para actuar. Lo mismo que a cuanta más libertad -al menos de pensamiento-, más seguridad de no equivocarse del todo.
Tal vez no haya que complicar demasiado las cosas desde la expresión, pues está pensada seguramente para discurrir acerca de si la edad nos coloca en un plano menos idealizado y algo más personal y próximo a nuestros intereses personales.

No es difícil concluir que lo menos malo sería conjugar cuanta más libertad y menos trabas posibles con un cierto grado de seguridad, al menos aquel que nos permita llenar el estómago alguna vez al día y mirar hacia el futuro sin demasiada incertidumbre. En todo caso, que la balanza se desnivele hacia el plato de la libertad, que buena falta nos hace a todos. Para que seamos siempre un ser en movimiento y en deseos de cambio y de superación, y para que no nos encerremos en los dominios del egoísmo y de la insolidaridad. Ser como niños no es exactamente ser niños, pero hay características de los niños que, al menos a mí, no me gustaría perder nunca. Ni ahora que veo la niñez tan lejana y tan próxima a la vez. 

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