viernes, 27 de mayo de 2016

HISTORIAS CON HISTORIA

                HISTORIAS CON HISTORIA
¿Cuánto tiempo gastamos mirando hacia fuera? O tal vez simplemente viendo y asustándonos. Porque es demasiado el material que nos inunda desde las afueras y desde las lindes de nosotros mismos.
Un día cualquiera nos vamos a la calle y abrimos la vista. Ahí, al lado, las calles, las personas y los parques. Más lejos, las sierras y las nubes, las nieves y los vientos. Más lejos todavía, los mapas y las tierras de otros mundos, los mares y los astros…, el infinito en forma de infinito.
Pues quedémonos en casa. No sirve de mucho. Desde las ventanas electrónicas nos anegan con informaciones de por ahí fuera: los teléfonos, las teles, los periódicos…
¿Qué hacer, pues? Seleccionar, procesar, almacenar, y, sobre todo, llenar los contenedores con toda la basura, para quedarnos solo con lo que es importante y pertinente, con aquello que nos alude y que nos concierne como seres individuales que quieren hacerse a si mismos.
Hay un silo que no siempre está lleno de trigo; precisamente aquel en el que tenemos que amasar nuestro pan, el que colma nuestra hambre y sacia nuestras curiosidades. No siempre está lleno; en él caben muchas cosas y admite muchas historias: precisamente todas aquellas que, aun formando parte de la Historia, no devoran mi historia, mi pequeña historia, esa que voy cosiendo cada día.
Porque quiero ser parte de la Historia, pero no lo seré en forma positiva si no tejo mi historia con hilos finos que lleven mi sello personal.
Descubriendo y analizando los misterios del universo tal vez nos hemos olvidado de indagar en nuestros propios misterios personales, en nosotros mismos. Nunca sé si es una postura cobarde o valerosa, porque no puedo olvidarme de que soy mis circunstancias y son ellas las que me conforman y me definen. Pero tengo que alzarme en mí mismo y trazar una sencilla historia personal de la que me sienta dueño y señor, vencedor y vencido, protagonista y secundario, descubridor de todos los detalles, como si fuera una floración incontrolada de las de primavera partiendo desde la soledad, como un temblor intenso que mueva toda cosa, como organismo insomne que no descansa nunca en busca de la esencia de mí mismo.

Qué mundo de ida y vuelta, de atar y de soltar, de respirar libremente y de contener la respiración, de aproximación y de retirada, de ser y de estar…, de hacerse cada día y cada hora, de completar historias aunque no figuren en ninguna página de la Historia.

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