¿AUTORRETRATO?
Ahí estás, en el fondo del
espejo.
Descubro tu presencia con escasa
sorpresa;
incluso he de decirte, en
confianza,
-quiero hablarte de tú y en tono
distendido-
que había ido a buscarte y que
sabía
que tu trabajo último
es ser un centinela que me
aguarda
por si acaso me da por ir a
verme.
Primero predispongo la mirada
-ávida de mí mismo-
para entender tu geografía exacta
y dudo de manera razonable
pensando si es la tuya o es la
mía.
Repaso tus detalles, me separo,
vuelvo a poner mi cara
al lado de la tuya y al momento
vuelvo sobre mis pasos
y me echo encima todo mi pasado,
ese que también forma parte de mí
mismo
-supongo que de ti mismo también-,
y adivino el futuro en tus
facciones
y no me reconozco ni te
reconozco;
porque te veo más débil y
arrugado,
más otro y algo menos yo mismo:
(qué quieres que te diga,
tuve más energía y otros ritmos,
otra naturaleza más activa).
Pero veo que me miras, me
escudriñas
con toda la impaciencia de la
curiosidad.
¿Qué buscas en mi cara y en mi
cuerpo?
¿De qué te has sorprendido al
descubrirme?
¿No estamos destinados a ser
buenos amigos,
a darnos los consejos que fuera
necesario?
¿O qué creías, hermano, que tu
espejo
no tenía otra figura al otro
lado,
resumen de ti mismo y de los
otros?
Yo también soy tú mismo y soy los
otros,
soy todo lo que grita y te delata,
te esconde o te condena
a ser blanco y señal
de todos los que miran.
¿Por qué no nos reímos un buen
rato
y echamos lo esencial y lo
absoluto
al fondo del armario y al olvido?
Amémonos con toda la violencia
del que se ama a sí mismo para
luego
amar a los demás como a nosotros
mismos.
Juguemos al placer de hacernos
caso
y demos sin dudar a la ironía
el papel más activo de la
revolución.
No hay comentarios:
Publicar un comentario