martes, 19 de abril de 2016

UNA PREGUNTA INDISCRETA


Metidos en las prisas y en las cosas, apenas nos paramos a mirar simplemente nuestra cara, a dejarnos mirar por el espejo, en esa estrecha imagen reflejada. Un poco más adentro, el mundo sideral de las ideas, el que nos compromete y el que nos da empujones cada día. Así, en ese barullo, me pregunto: ¿A quién hago yo falta ahora mismo?
El espejo me mira sorprendido y me cambia la cara totalmente. Que no todo es vivir sin algún freno, sin saber hacia dónde ni por cuánto. Es pregunta indiscreta, ciertamente.
Me doy vueltas y vueltas y decido pensar conmigo mismo; quiero decir que decido enmimismarme por unos momentos. Me espera un panorama muy extenso.
Me aguardo yo mismo para seguir viviendo, para darle más vueltas a la vida, para seguir habitando el mundo de la curiosidad, para continuar en la sorpresa de cada día, estando para todo lo que existe, sea bueno o menos bueno; para sentir la certeza de que el camino sigue y no siempre hacia arriba o hacia abajo; para ser la conciencia de este almacén de células armadas en torno a este misterio; para ser el protagonista de mi debilidad…; para seguir siendo yo. Me hago falta a mí mismo.
Me hacen falta todos los que me rodean porque ellos son mi circunstancia, que es tanto como decir que son la esencia de mi ser. Y yo les hago falta para que ellos ejerciten en mí toda su capacidad de amar y de compartir. Sé que sin mí serían un poco menos por no tener un ser al que dedicar cariño y amor. Esa es mi gran importancia para ellos: que cuando ellos me quieren yo soy algo importante, igual que cuando yo los quiero a ellos son ellos lo más alto.
Por la misma razón, hago falta a todo lo que me rodea, pues la vida es todo y no solo los humanos. Yo soy solo un elemento más en el armazón total de la naturaleza, y ella me necesita para admirarla, para gozarla y para desearla.
Me hacen falta también los que están más alejados de mí en el espacio y en el tiempo. Y ellos me necesitan a mí. Todos juntos formamos la conciencia final del universo; todos somos el dios que se siente y se hace vivo en la conciencia, el latido sin fin de ese universo.

Me levanto con ánimo hacia el viento, siento que late fuerte mi conciencia, llegan ecos por todas las esquinas, hay una sesión de música en el cielo, suenan los sones de la orquesta total en sinfonía. Recojo el tambor y toco con fuerza y alegría.

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