En estas andaban Sancho y su
mujer, Teresa, cuando, de la boca de esta, se empezaron a caer los refranes
como gotas de lluvia en un rato de tormenta. Buena escuela para Sancho, tan
dado a ensartarlos en cualquier descuido de su lengua, en las andanzas con su
señor don Quijote. Era su interés soñar con la conveniencia o no de casar a su
hija, Mari Sancha, con algún noble, en cuanto Sancho se hiciera cargo de la
gobernación de cualquier ínsula de aquellas que en un quítame allá esas pajas
debía ganar su señor, el caballero don Quijote. Y, en medio del delirio, soltó
Teresa esta perla: “!Quien te cubre, te descubre!”. Venía a significar con
ello, en la forma más popular, que, quien te alaba demasiado termina por
dejarte al descubierto tus deficiencias, esas que todo ser humano posee, por
más que atesore virtudes por doquier. La expresión tiene origen en algún uso
cortesano que permitía cubrirse o descubrirse ante los reyes según la categoría
social, pero esto aquí no importa.
Me pregunto si esta consideración
posee vigencia en nuestros días y en qué campos se podría aplicar. Y concluyo
que conserva toda su importancia y frescura, y que se puede ver reflejada en
casi cualquier ámbito de la vida. No necesito repasar el arte y la creación
para convencerme de que esto es así y hasta aumentado, de que hay medios en los
que la reflexión brilla por su ausencia y la adulación (o, en su caso, el desprecio)
se han hecho costumbre hasta el punto de restar credibilidad a cualquier
expresión y anular el valor de la opinión. Miro a los medios de comunicación y
no me sale nada diferente. Abro los ojos y, cualquier lugar al que mire está
lleno de mercancía para ser vendida en el mundo de las vanidades y en el
rastrillo de las petulancias y de las pedanterías. En la escala de valores de
este mundo, poco o nada vales si no tienes algo para exponer, para ser visto y
ser vendido.
Si oriento el foco hacia el mundo
político, no me sale fotografía diferente. Después de fracasado el intento de
sumar votos parlamentarios para formar gobierno, ahora todo se nos va a ir,
durante las dos o tres semanas que vienen, en dar a conocer a las gentes, las
excesivas bondades personales y las deficiencias del adversario, con la mirada puesta
en las más que probables nuevas elecciones. Y sería bueno no ensalzarse
demasiado ni despreciar del todo a los
demás, pues las verdades y las mentiras andan siempre algo distribuidas por ahí
entre todos. Y, sobre todo, será bueno estar atentos a las alabanzas exageradas
que procedan del exterior, pues pueden dejarnos con el trasero al aire por poco
creíbles y por ser pura ilusión.
Como ilusión, y solo ilusión, era
aquella de Teresa Panza, y mucho más de Sancho, de casar a su hija con algún muchacho perteneciente
a alguno de los más afamados linajes.
Actúese con serenidad, con algo
de sentido común y de buena voluntad, y dejemos que el tiempo vaya diciendo lo
que tenga que decir; pero que las exageraciones nos pillen a todos con la
cabeza serena y el ánimo templado. Más que nada, para que no nos quedemos
demasiado al descubierto y al capricho del viento.
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