Patriotismo: evoca la tierra del padre.
Nacionalismo: hace referencia al
lugar donde se nace.
Extremismo, radicalismo,
integrismo… Muchos ismos. Y todos con la vitola de la exageración y del
desparrame.
Vivimos unos días de mucho ismo,
sobre todo en lo referente a los dos primeros que arriba se han citado: mucho
patriotismo y mucho nacionalismo. El primero lo practican aquellos a los que se
les llena la boca de palabras abanderadas y se símbolos rojigualdos, pero que
al mismo tiempo alquilan los servicios de los mejores bufetes para que
mantengan a buen recaudo sus cuentas corrientes en los lugares donde los perros
sabuesos fiscales huelen menos o sencillamente no llegan porque la ingeniería
fiscal es la auténtica ingeniería que parece enseñar la vida y no las
facultades universitarias. ¿Para qué tanto esfuerzo en la ingeniería mecánica,
o en la industrial, en la electrónica o en la informática? Nada de eso, por
dios, estudie usted ingeniería fiscal y verá cómo le crece el pelo. Después
podrá asistir a los mercadillos de la beneficencia, echar unos euros dejándose
ver y servir de ejemplo de todos esos desalmados que no aman a su patria como
deben ni se esfuerzan por respetar los símbolos que nos acogen a todos. Ah, la
patria.
El nacionalismo no excluye el
patriotismo, pero incorpora elementos de nacimiento y de tribu. El buen
nacionalista se inserta en el árbol genealógico y conserva el RH sanguíneo en
toda su pureza hasta la última generación, aquella que se pierde en la niebla
de las cavernas. Lo que viene de fuera es de otra estirpe y aceptarlo en la
tribu supone demasiadas ceremonias. Eso sí, si hace falta, se admite su
presencia hasta que el reconocimiento de la nación se haga efectivo; luego ya
veremos a ver cómo volvemos a aquello de la pureza y del nacimiento para hacer
nación. Y todo esto en el mundo de las comunicaciones, de los AVES, de internet
y de los cielos cuajados de pájaros voladores y de emigrantes por todas partes.
En cualquier división para el
estudio de la creación humana, se echa mano de los ismos, pero como signo de
algo novedoso que después pasa para dar lugar a un nuevo y pasajeros ismo. En
lo de las patrias y las naciones parece que el ismo tiene vocación de
permanencia y que se ha quedado a vivir en la esencia de los mismos.
Amo a mi pueblo como lugar en el
que nací, en el que vi la luz por primera vez y en el que eché mis primeros
pasos y mis primeras palabras. Quiero las tierras donde vivo porque son las de
mis padres y las de mis antepasados y a ellas me siento biológicamente unido.
Pero no más allá del azar que es el que me situó en ese lugar y en esa cadena
de generaciones. Yo también quiero darme por aludido en el nacionalismo y en el
patriotismo. Pero no en el provincianismo, en el aldeanismo, en el tribalismo y
en el mundo de las cavernas. Y mucho menos en la falsedad, en la apariencia, en
la deshonestidad y en el paraíso artificial del robo y del engaño.
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