domingo, 24 de abril de 2016

EN MANOS DEL AZAR


Articular un día nos es siempre producto bien pensado. A veces uno se deja llevar por la casualidad y por el instinto y va llenando horas, que no tienen por qué ser las menos productivas.
Hoy el día se vistió de primavera desde las primeras luces. Mi terraza me lo gritó bien pronto y el horizonte me aseguraba que no habría cambios a peor. Así que, como tantos sábados, mochila al hombro y a la naturaleza.
Las llanuras del Sangusín no nos veían desde hacía muchos meses. Nos aguardaban con sus campos mojados y sus prados floridos, con los rayos diáfanos y con las vacas pastando en las anchas llanuras. Los árboles ya despegan a la vida entre sus ramas. Ya era hora. Estamos a finales de abril y han caído por estos lugares todas las lluvias del refrán. Incluso más de mil. Pero ya no hay marcha atrás: la vida ha reventado aunque un poco tardía. En el fondo, la nieve de la sierra, allí donde debe estar, en lo alto, en la cresta de la cima. También ella irá bajando hasta los valles. Que lo haga poco a poco. Nosotros iremos a hollarla cualquier día. Cuando la vida revienta, lo hace sin medida ni control, todo se vuelve desmesura y alboroto. Que se lo digan, si no, a todas las aves que se esforzaban por ofrecernos un concierto acordado mientras caminábamos o reponíamos fuerzas a la vera del Sangusín. El pequeño río también anda desbocado en estas fechas y niega el paso franco a los peregrinos del Camino de Santiago, que, esforzados y animosos, lo sortean como pueden allí donde un puente artesano se ha hecho trizas. Qué fácil y barato resultaría un arreglo sencillo que no desanime a los caminantes. Hasta los aviones parecen presurosos por lo alto del cielo, pájaros de más altura y luminosos, torpedos con alas y atalayas celestes en carrera. Los caminantes siguen empeñados en surcar el camino, cada uno desde un lugar y con una intención personal que guarda para sí. Where are you came from? Germany, Autriche, Tarrasa…, qué sé yo. Todos de la aldea global y todos hacia el mismo punto.
Nosotros lo tenemos más cerca, a unos diez o doce kilómetros. Y nos volvemos andando y mirando, dándole a la lengua y a los pies.
Luego, la comida en familia. Y un rato de tele. Y algo de escritura. Y más de media tarde en el reloj.
El sol sigue empeñado en su presencia, aunque empieza con calma su declive, que ya tiene un trayecto muy extenso.
Al día le faltan cosas. Que las marque el azar y que sean buenas. Mañana es otro día.

N.B. Hoy también hubo fotos. Manolo Casadiego debe de andar algo perezoso y no me las ha mandado. La imaginación puede suplir su ausencia. Mis ojos están todavía llenos de paisaje.
N.B.II Pues respondió Manolo y aportó foto.

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