martes, 1 de marzo de 2016

RIQUEZAS


Me lo comentaban esta misma mañana en un centro educativo: Para el próximo curso académico, solo comenzarán 1º de ESO entre 50 y 60 alumnos en Béjar. Una simple cuenta nos da los siguientes resultados: La ESO se imparte en tres centros públicos de enseñanza secundaria y en dos colegios concertados. Una sencilla división arroja una media de no más de diez o quince alumnos por centro. Para echarse a temblar.
Poco después, en otro lugar en el que recargué mi cartera de libros, comentaba de manera rapidísima este dato y el panorama que se le ofrece a la ciudad de Béjar.
Mi esquema, en forma de índice, es este:
 La primera y principal fuente de riqueza de una comunidad es el conjunto de personas que la forman. Parece evidente que sin elementos humanos no tiene sentido seguir pensando en otras variables; pero además es que son los elementos humanos los que, en todas sus variantes, son los productores de riquezas, todas inferiores, por supuesto, al hecho de ser seres humanos.
La segunda fuente de riqueza es la que tiene que ver con el mundo de la cultura. Todo lo que no pase por la formación y la educación en elementos técnicos y de escala de valores estará horro de humanismo y de sentido comunitario, será esclavo del egoísmo y conducirá a la pobreza física y mental.
La tercera, y solo la tercera, será la de los elementos físicos de supervivencia, todos esos que engloban la comida, los vestidos, las viviendas…; en definitiva, la más elemental supervivencia.
Una reacción aparentemente obligada me argumentará que primero hay que comer y luego filosofar; que por la noche hace frío y que hay que dormir al abrigo de una manta. Parece verdad; acaso sea verdad… Después vendrían los otros niveles de la riqueza cultural y la riqueza humana. Sería el mismo camino pero andado en dirección contraria.
¿Cómo voy a cerrar los ojos ante las primeras necesidades? Pero es que me parece que eso es siempre pan para hoy y hambre para mañana, y que, sin los dos primeros niveles que propongo, siempre estaremos empezando el camino. En cambio, estoy seguro de que, con el orden propuesto al principio, todo el camino se haría más duradero, más ancho y más justo para todos.
No se puede proponer -ni a mí se me ocurre proponer- que nadie pase privaciones alimentarias. ¡Qué disparate! Se llama la atención acerca de la necesidad de atacar otras fotografías, de alzar la vista, de aplicar otra escala de valores más universal e inclusiva, de creer que el futuro será de una forma o de otra según lo queramos nosotros.
En un mundo egoísta, no es fácil este esquema; en otro algo más equitativo, humanista y racional, tal vez tendríamos más éxito. Todos, no solo los que se salvan de la quema y de las estrecheces.

Cómo me gustaría ver nuestros centros educativos llenos de alumnos, como savia de un futuro gozoso y esperanzador. También me gustaría verlos formados en los elementos teóricos y en la escala de valores que asegure un panorama cultural rico y diverso, racional y humano, justo y equitativo. Entonces la riqueza física la tendríamos asegurada. Y, lo que es aún más importante, también la riqueza moral. Y por mucho tiempo. Ojalá.

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