viernes, 11 de marzo de 2016

ORDENANDO EXIGENCIAS

     
John Kenneth Galbraith, en su obra La sociedad opulenta, escribe estas palabras: “En el mundo que vio nacer la ciencia económica, las cuatro exigencias más urgentes del hombre eran la alimentación, el vestido y la vivienda, y un ambiente ordenado que permitiese obtener las tres primeras. Las tres primeras se prestaban a ser llevadas a cabo por la producción privada para el mercado; dado un buen orden, esta producción ha ido avanzando con una eficiencia razonable. Pero el orden, que era el atributo del Gobierno, fue proporcionado casi siempre con una notable falta de formalidad. Con raras excepciones, este orden resultó también desmesuradamente caro. Y bajo el pretexto de proporcionar orden, no pocas veces se presentó la ocasión de apropiarse rapazmente de los medios adecuados para la sustentación del pueblo”.
El texto tiene más de medio siglo (1958), pero no sé si no resume en buena medida lo que sucede ahora mismo. Comer, no pasar frío y tener un lugar donde refugiarse son puntos de partida y elementos básicos para la supervivencia. Y de todo eso, que se ocupe la iniciativa privada. Los poderes públicos parecen solo garantes de que esto se haga con cierto orden. Es sociedad norteamericana de mediados del siglo veinte. Desde una mentalidad europea del siglo veintiuno, más bien parece que son estos elementos primarios los que más debe, no ordenar, sino garantizar -con todas las intervenciones necesarias- el poder público común; y después dejar que sean las apetencias individuales las que desarrollen otras posibilidades menos necesarias y esenciales.
Y en parte se hace, pero solo en parte, muy minúscula y timorata: subvenciones, subsidios, paros a los marginados de ese esquema… En todo lo demás, son las grandes corporaciones las que deciden por los demás y las que orientan voluntades, horarios y actividades de todos.
Por si esto fuera poco, la segunda parte del escrito se cumple a rajatabla. Ahí están todos los poderes con el monopolio de la violencia para que se pueda cumplir el llamado “orden” y la actividad privada actúe con seguridad: ejércitos, policías, guardias, inspectores, administraciones varias. Y el doble rasero en las exigencias: el lado ancho para la actividad privada y el estrecho para las acciones públicas (aunque esto no se conjugue bien con las corrupciones personales). Todo parece estar conjurado para que nada se mueva ni se modifique, para que los que ya poseen las cosas se sientan seguros y puedan actuar a sus anchas; todo eso que, en forma resumida, se llama la libertad de los mercados, o el miedo continuo que se invoca al advertir las seguras fugas de capitales si sucede tal o cual cosa. El ejemplo de lo que sucede estas semanas en España con las posibles alianzas políticas es un buen ejemplo de ello.

No tengo datos ni dedicación suficiente para enmendar la plana a un economista tan célebre como Galbraith, pero creo que había que empezar la casa por otro lado. Sobre todo porque -habrá que recordarlo una vez más-, si no se parte en igualdad de condiciones, el recorrido de la vida se convierte en una espantosa mentira y todo el trayecto está falseado por no partir de un principio seguro y verdadero. Pero más razón que yo debe de tener el economista Galbraith pues casi toda la sociedad está organizada según su esquema y no como en estas simples líneas se apunta. Tendré que seguir pensando a ver si mis cuentas me salen de otra manera de como me salen en estos momentos.

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