Otra vez cito a John Kenneth
Galbraith, aunque esta vez por autor interpuesto: Marshall McLuhan. Dice
Galbraith: “El sistema industrial se identifica con las metas de la sociedad. Y
las adapta a sus necesidades. La adaptación no tendría tanto éxito si los que
componen la sociedad se dieran cuenta de ello; si supieran, en efecto cómo les
guían. El genio del sistema industrial es el que forja las metas que reflejan
sus necesidades- eficaz producción de artículos, una expansión constante de su
producción, igual expansión constante de su consumo, una viva preferencia por
los artículos y no por el ocio, una decidida entrega al cambio tecnológico, un
suministro suficiente de mano de obra capacitada y educada- coordinadas con la
virtud social y la ilustración humana. No se piensa que esas metas se deriven
de nuestro medio ambiente. Se supone que se originan con la personalidad
humana. Creerlo así es tener una sensata opinión materialista del género
humano. Ponerlo en duda es correr el riesgo de ganar reputación de excéntrico o
asceta”.
El texto es del pasado siglo,
pero parece que estuviera pensado y expresado ahora mismo. Qué baño de
realismo, de pesimismo y acaso hasta de desánimo me causa. Si la sociedad tiene
necesidades, pues nos adaptamos a ellas. No importa cuáles sean estas ni las
bondades o maldades de las mismas. Se trata de un asunto comercial, amigo, a
ver si te enteras. Ah, y, si no se manifiestan esas necesidades, se las creamos
nosotros desde la industria y desde el comercio, desde los medios publicitarios
y desde la globalización. Hasta aquí el realismo.
¿Dónde está el ser humano en este
sistema? ¿Dónde la libertad y la liberación de tiempo para el pensamiento y para
la sensibilidad? ¿Qué lugar ocupan las ideas y los valores? ¿Dónde podemos
hallar la huella de un ser pensante y
dueño de su vida en estas condiciones? Hasta aquí el pesimismo.
¿Cómo se puede luchar contra este
gigante comercial? ¿Cómo puede uno librarse de él? ¿Quién está dispuesto a
pagar el precio de ser tenido por los demás como un bicho raro, como un excéntrico
o como un asceta? ¿Dónde hay un lugar para esconderse? ¿Cómo conjugar una visión
tan radicalmente distinta a la que expone la cita con la necesidad de compartir
la vida al menos con los más próximos y con la obligación de servirse del
sistema, aunque solo sea para lo imprescindible? Por estos y otros caminos anda
el pesimismo.
Es verdad que hay caminos
intermedios. También que existen engañabobos y ojos que no ven porque no
quieren ver. Pero ahí queda el esquema, que sigue valiendo, y que no tiene
visos precisamente de cambiar.
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