Otra vez bajo la sombra del árbol
milenario, al amparo del sol que llega cada día sin que le hagamos caso, salvo
cuando nos arrecimos de frío; al cuidado del sostén que no nos falla, por más
que no atendamos sus explicaciones.
Quiero decir que andamos
necesitados de recordarnos, como si de un mantra se tratara, alguna de las
verdades del barquero que nos guían, o al menos que componen el índice de la
dignidad humana; esas que siguen erre que erre dándonos bofetadas en la cara,
contra nuestra costra de sinrazón y de olvido. Son tan elocuentes algunas… Y
resultan ser la explicación de tantas otras cosas…
El ser humano, como ser
biológico, nace, crece, se reproduce y muere. Para este recorrido necesita
alimentos. Hoy se producen alimentos en cantidad como jamás se han producido:
hay más que de sobra para alimentar a todos abundantemente. ¿Cómo se producen, y, sobre todo, cómo se
reparten esos alimentos? ¿Qué valores guían esa distribución?
Datos: a) El 1% de la población
mundial acumula tanta riqueza como el resto de la humanidad; b) Entre 800 y
1000 millones de seres humanos pasan hambre y viven en situación de pobreza; c)
Un tercio de los alimentos producidos se desperdicia; d) La exclusión social
severa afecta a más de un 10% de la población….
Así que los seres humanos nacen,
se reproducen y mueren, Pero, ¿en qué condiciones? Todas las penas de diario
que vemos en los medios de comunicación o a nuestro alrededor, por muy
aparatosas que sean, tienen su origen en hechos fundamentales como estos. Solucionar,
o al menos paliar, estos supondría arreglar algo de todos esos otros que nos
ocupan cada hora.
Seguro que hay gente muy
inteligente y con buena voluntad intentándolo. No es sencillo, claro que no.
Pero necesitamos también individualmente que refuercen nuestra voluntad y que
con frecuencia nos repitan por dónde anda el norte, por si acaso andamos
perdidos en minucias y en asuntos nimios.
La primera evidencia es la de que
esto no puede seguir así. La segunda es que depende de la voluntad humana, no
de los medios técnicos, porque estos existen de manera sobrada. La tercera es
la de reafirmar el valor de la persona como fin último al que deben ir
encaminados todos los esfuerzos. La cuarta es la de convertir la educación en
el principal medio de revolución y de cambio definitivo para conseguir un mundo
más justo y saludable. La quinta es la de defender y practicar un modelo de
economía de crecimiento racional y sostenido, un crecimiento en el que se
produzca lo realmente necesario y se distribuya con equidad y justicia, con
todos los elementos en armonía: ¿quién puede negarse ya a reconocer, por
ejemplo, que el medio ambiente es esencial y que pertenece su cuidado, gozo y
disfrute a todos?
Con este sencillo pentálogo tal
vez las cosas cambiarían algo. Un nuevo estilo cultural se hace necesario. El
enfrentamiento sin control es puro darwinismo de eliminación. Y uno tiene
derecho a pensar que nuestra evolución ya ha llegado hasta el nivel de embridar
la lucha de la fuerza contra la fuerza bruta. Hasta los reptiles respetan ciertas
normas. Entonces…
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