lunes, 28 de marzo de 2016

DE REVOLUCIONES


Que la aparición y el desarrollo de todo lo que tiene que ver con la telefonía y las computadoras ha supuesto una revolución fundamental nadie lo duda. El mundo es otro bien distinto al que era hace tan solo unos decenios. Lo es en todas las facetas, no solo en el de las comunicaciones, como a simple vista podría parecer; en tantas, que no cabrían ni en un índice.
Lo que me pregunto es si somos conscientes de lo que dejamos atrás, del otro mundo con el que contrastamos el mundo presente: solo en esa medida seremos certeros en su calificación y en la importancia real de todo lo que está sucediendo. Esta reflexión solo la podemos hacer aquellos que hemos vivido en las dos culturas, pues este gozo o sufrimiento están vedados, o resultan más difíciles para las generaciones más jóvenes.
Algunos -siempre hay ese algunos- ya lo veían venir hace cincuenta años. McLuhan, por ejemplo hacía afirmaciones tan sorprendentes como esta en su obra “Guerra y paz en la aldea global”: El ordenador electrónico… es la prolongación de nuestro sistema nervioso central”. O preveía lo siguiente: “A medida que la civilización va disolviéndose con la revolución electrónica, volvemos a descubrir una conciencia tribal e íntegra que se manifiesta por una mutación completa en nuestras vidas sensoriales (…) En la era del ordenador electrónico, se ha quebrado el monopolio del sentido visual, en beneficio del tacto, del gusto y del oído, antaño postergados por la cultura mecánica de la era gutenbergiana”. Alguna otra previsión tan importante como el hecho de que las grandes ciudades disminuirían población por el hecho de que muchas personas se irían de ellas para trabajar desde lugares apartados ha resultado verdadera, si no en otros, sí en este aspecto.
No sé si el mismo autor, aquel que hizo universal y evidente la afirmación de que “El medio es la noticia”, no se ha visto también superado por la realidad y por las transformaciones que él atisbaba y que seguramente la revolución se ha encargado de acelerar.
Mis hijos son ingenieros informáticos y viven en forma directa y profesional esta revolución. Yo soy un analfabeto casi real en estos medios. Apenas si consigo controlar lo estrictamente necesario para la comunicación y para que mi trabajo sea continuado, tenga el formato que tiene y quede a la vista de todo el mundo que lo desee. De manera que también en los ignorantes técnicos esta revolución ha operado hasta cambiar su trabajo y su orientación y costumbres vitales.

Y eso que el desarrollo está casi todo por explorar y por concretarse. Ojalá que, como puede suceder en cualquier asunto, el empleo de los beneficios técnicos sea siempre en favor de la comunidad y no sirvan, otra vez, para crear desigualdad entre unos seres y otros.

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