Mi habitación está envuelta en
niebla musical: suena el Requiem de Cherubini. La noche se ha afirmado con sus
sombras y con su misterio.
Y otra vez la razón de las
sinrazones ha explotado en un aeropuerto y en un metro de Bruselas.
Otra vez, en el nombre de Alá, se
derrumbó la calma. Me pregunto qué significará en este día y en la mente de los
asesinos la palabra Alá; qué dios se han inventado, vengador y sangriento; qué
preceptos le han colgado de sus hombros para que uno de ellos sea el de matar y
matar en busca de eterna recompensa; qué ubicación le han asignado para que
tenga la obsesión por todos los lugares bajo su dominio absoluto; qué iras y
barbaries, con sed insaciable de venganzas, le han inyectado en vena para que
por sus poros solo exude odios y muerte siempre.
Otra vez me pregunto qué será
para los no musulmanes Alá en estos momentos, si será el dios clemente y
misericordioso que encabeza cada sura del Corán, o será el terrible y el
azuzador de cruzados y de revientacuerpos, que también está en el libro, a poco
que se lo interprete de manera literal. O tal vez sea una civilización lejana
en las formas, en las costumbres, en las leyes y en los usos, hasta el punto de
que ofrezca una convivencia casi imposible con los valores que se dicen
occidentales.
Otra vez pienso en la condición y
en las condiciones del ser humano y de cada ser humano en particular, y no sé
si no explican casi todo. Y, si imagino esto, las variables se me multiplican
hasta crearme un laberinto en el que me pierdo casi. Porque la mies se siega en
todos los campos y el frío y el calor se sufren y se gozan en todas las
latitudes, aunque me sigue pareciendo evidente que los asesinatos los cometen
los asesinos, por más que en la foto general salgamos todos.
Otra vez trato de compadecerme
(de padecer en común) con las familias de los afectados y con las de los
asesinos y me cuesta entender el porqué de estas cosas.
Otra vez intento imaginar una
explicación que alcance un mínimo de razón y no consigo nada.
Otra vez me hundo en el misterio
de las religiones, de estas religiones monoteístas tan extendidas en las que el
dios está en la cúspide y todo se sostiene bajo su manto amenazador y único,
sin ninguna otra posibilidad ni resquicio racional y humano. Y me confundo en
el contraste de algunos logros de las culturas tanto cristiana como musulmana
con estos horrores que se repiten con tanta frecuencia en nombre de los dioses
respectivos.
Y otra vez, y otra vez, y otra
vez…, hasta perder la meta de los números y el sentido sencillo del ser humano
en positivo, lejos de los temores y de las penas, con los brazos abiertos y no
con los fusiles, con el dios en amor y no en la cruz, con las miserias humanas
a cuestas pero con la esperanza de entendernos para poder sobrevivir con
confianza.
A Alá habrá que tenerlo un tiempo
sin recreo y al dios cristiano habrá que bajarlo de la cruz y pedirle una
visita a su rival para que se pongan de acuerdo y nos pongan un poco de acuerdo
a todos nosotros.
Otra vez, y ya van muchas.
Sigue sonando el Requiem de
Cherubini y, mientras lo escucho, pido descanso y paz para todos, y silencio y
olvido para todo el que proponga la violencia: dios o mortal, rey o plebeyo,
monárquico o republicano, razonable o irracional…, hombre simplemente.
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