martes, 22 de marzo de 2016

ATENTADO EN BRUSELAS. OTRA VEZ


Mi habitación está envuelta en niebla musical: suena el Requiem de Cherubini. La noche se ha afirmado con sus sombras y con su misterio.
Y otra vez la razón de las sinrazones ha explotado en un aeropuerto y en un metro de Bruselas.
Otra vez, en el nombre de Alá, se derrumbó la calma. Me pregunto qué significará en este día y en la mente de los asesinos la palabra Alá; qué dios se han inventado, vengador y sangriento; qué preceptos le han colgado de sus hombros para que uno de ellos sea el de matar y matar en busca de eterna recompensa; qué ubicación le han asignado para que tenga la obsesión por todos los lugares bajo su dominio absoluto; qué iras y barbaries, con sed insaciable de venganzas, le han inyectado en vena para que por sus poros solo exude odios y muerte siempre.
Otra vez me pregunto qué será para los no musulmanes Alá en estos momentos, si será el dios clemente y misericordioso que encabeza cada sura del Corán, o será el terrible y el azuzador de cruzados y de revientacuerpos, que también está en el libro, a poco que se lo interprete de manera literal. O tal vez sea una civilización lejana en las formas, en las costumbres, en las leyes y en los usos, hasta el punto de que ofrezca una convivencia casi imposible con los valores que se dicen occidentales.
Otra vez pienso en la condición y en las condiciones del ser humano y de cada ser humano en particular, y no sé si no explican casi todo. Y, si imagino esto, las variables se me multiplican hasta crearme un laberinto en el que me pierdo casi. Porque la mies se siega en todos los campos y el frío y el calor se sufren y se gozan en todas las latitudes, aunque me sigue pareciendo evidente que los asesinatos los cometen los asesinos, por más que en la foto general salgamos todos.
Otra vez trato de compadecerme (de padecer en común) con las familias de los afectados y con las de los asesinos y me cuesta entender el porqué de estas cosas.
Otra vez intento imaginar una explicación que alcance un mínimo de razón y no consigo nada.
Otra vez me hundo en el misterio de las religiones, de estas religiones monoteístas tan extendidas en las que el dios está en la cúspide y todo se sostiene bajo su manto amenazador y único, sin ninguna otra posibilidad ni resquicio racional y humano. Y me confundo en el contraste de algunos logros de las culturas tanto cristiana como musulmana con estos horrores que se repiten con tanta frecuencia en nombre de los dioses respectivos.
Y otra vez, y otra vez, y otra vez…, hasta perder la meta de los números y el sentido sencillo del ser humano en positivo, lejos de los temores y de las penas, con los brazos abiertos y no con los fusiles, con el dios en amor y no en la cruz, con las miserias humanas a cuestas pero con la esperanza de entendernos para poder sobrevivir con confianza.
A Alá habrá que tenerlo un tiempo sin recreo y al dios cristiano habrá que bajarlo de la cruz y pedirle una visita a su rival para que se pongan de acuerdo y nos pongan un poco de acuerdo a todos nosotros.
Otra vez, y ya van muchas.

Sigue sonando el Requiem de Cherubini y, mientras lo escucho, pido descanso y paz para todos, y silencio y olvido para todo el que proponga la violencia: dios o mortal, rey o plebeyo, monárquico o republicano, razonable o irracional…, hombre simplemente.

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