lunes, 29 de febrero de 2016

LIBERTAD


Con relativa frecuencia, todos -o casi todos- nos planteamos, en planos muy diversos, alguna consideración acerca de algo tan abstracto, esencial y general como es el concepto de la libertad. No me propongo en estas escasas líneas ni siquiera una aproximación rigurosa a lo que significa ni a la realización que de ella se haga por ahí. Solo algún eco de la misma.
Un plano filosófico: ¡Qué diferencia tan grande entre la libertad de obrar y la libertad de la voluntad! La primera está restringida por todos los corsés que nos imponen las circunstancias; son ellas las que nos acotan el terreno y las que dictan las normas en las que nos tenemos que mover. Aquí el recuerdo de las palabras de Ortega: “Yo soy yo y mis circunstancias”. La segunda parece más amplia pues es decisión personal y responde a una escala de valores que persigue cada uno, siquiera sea solo en el plano teórico, pero que impulsa la posterior libertad de obrar. Tal vez, por ello, personas tan animosas y voluntariosas que se quedan en la voluntad y en tantos casos con el fracaso en la conciencia por no poder desarrollar la libertad de su voluntad en las trabas y restricciones de la libertad de obrar.
Pero, por si acaso, y para no venirnos abajo del todo, ahí la idea de Kant que postulaba para sí la conciencia de contribuir en su medida a asegurar un orden que permita a todo individuo gozar un día de toda la libertad que sea compatible con la libertad de los demás. O sea, aquel límite único de que mi libertad termina donde empieza la de los demás, y nunca antes, pero tampoco después. Y, además, con un uso de valor universal. Hay pues un nivel de uso individual y otro colectivo. El segundo  es nuestro y a nosotros se nos debe achacar su desarrollo o su sueño en el olvido; el segundo resulta más problemático, pero hemos de ir a él con la seguridad que da el saber que nosotros también formamos parte de la colectividad y de las circunstancias en las que nos desarrollamos.
Un plano lírico. Copio la letra de un poema de Agustín García Calvo que se comenta solo. Las licencias líricas seguramente permiten no tener demasiado en cuenta las restricciones externas; por eso, tal vez, se exprese todo en forma de deseo:


“Libre te quiero
 como arroyo que brinca 
de peña en peña, 
pero no mía. 
Grande te quiero 
como monte preñado 
de primavera,
 pero no mía. 
Buena te quiero 
como pan que no sabe
 su masa buena,
 pero no mía.
Alta te quiero
 como chopo que al cielo 
se despereza,
pero no mía..
 Blanca te quiero 
como flor de azahares 
sobre la tierra,
pero no mía.
 Pero no mía
 ni de Dios ni de nadie 
ni tuya siquiera”. 



Un plano narrativo: Cap. LVII Quijote II:
“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”.

En este trajín de ida y vuelta, de presencia y de ausencia, de añoranza y de olvido, de realidad y de deseo, se desarrolla este concepto que abarca tanto y que se deja abrazar tan poco. Tal vez porque pertenezca más al mundo de los conceptos que al del desarrollo de la vida cotidiana. Tal vez.

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