miércoles, 17 de febrero de 2016

LENGUAS


LENGUAS

Es doctrina de todos los filólogos
que las lenguas son seres como tantos,
que nacen, crecen, se reproducen, mueren,
y que, en esa carrera de relevos,
van dejándose el alma a cada instante.
Y así, renuevan términos, reducen
el campo de fonemas, modifican
las reglas y las lindes de los campos semánticos.
No es de extrañar, por tanto, que en aquella
gran torre de Babel todos los hombres
echaran su pie a tierra, confundidos
por tanta variedad y tanto desatino.
Por si esto fuera poco, se expandieron
como plagas de Egipto por el mundo:
diversidad de lenguas y dialectos,
variedades sin cuento, tecnicismos,
argots, hablas locales, jerigonzas…

Para arreglar tamaño desconcierto,
la Historia les dio lengua a todos los imperios
-a cada uno la suya, por supuesto-,
y ya en el siglo veinte se hizo fuerte
el imperio de todos los imperios.
Y entre lenguas, dialectos y diversas jergas,
todo el mundo se aplica a la conquista
del inglés, variante americana.

Sin él no somos nadie, no contamos,

y corremos peligro de extinguirnos.

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