jueves, 11 de febrero de 2016

LAS CALLES



LAS CALLES

Al llegar la mañana, me dirijo
a dialogar un rato con las calles.
Me reconocen pronto y me saludan
con la amistad que teje la costumbre.
Muchas guardan despojos
de la noche pasada, cuando el viento
recoge a los borrachos y a los gatos.
Otras me dan noticias, pormenores,
de aquellos que pasean las aceras
con la prisa colgada en los bolsillos.
Hay algunas que asienten comprensivas
si pregunto qué dicen las estatuas,
esas que lo ven todo y no consiguen
ni siquiera soñar una respuesta.
Están también los parques y jardines,
los bancos y las plazas recoletas.
Todas guardan los ecos cual si fueran
almacén de sonidos que llegan del espacio
y posan aturdidos para jugar al corro
con palabras, con besos, con pisadas,
con todo lo que guardan y custodian.

Después, al rato, casi sin notarlo,
llegan los ruidos todos a las calles
y yo les digo adiós y me retiro
hasta el día siguiente. Me parece

que quisieran tal vez acompañarme.

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