Para entendernos y para que la
comunicación se desarrolle de forma ágil, acudimos a fórmulas resumidas y a
etiquetas, que, casi siempre, encierran matices y simplificaciones que, si las
analizamos bien, nos dejan desarmados. No importa: hay que acudir al mal menor
y no tomar el rábano por las hojas, y diferenciar la sustancia de lo
superficial y momentáneo.
Una de estas muletillas es la que
nos atribuimos al clasificarnos a nosotros mismos como ciudadanos de “derechas”
o de “izquierdas”. Yo no quiero renunciar a ella, aun a sabiendas de su
imperfección y de su carácter solo aproximativo; de hecho suelo proclamar que
me gustaría ser de izquierdas, en referencia a mis deseos, por si acaso la
realidad no me alcanza para tanto. Yo sí creo en las ideologías y en su
plasmación en la vida. Qué le vamos a hacer. Seré un tipo muy antiguo y muy
pasado de moda, sobre todo ahora cuando tanto éxito tienen algunas formaciones
políticas que se esfuerzan en no darle importancia a este hecho, en busca de
otros esquemas que den cabida -dicen ellos- a gentes de toda condición y
procedencia.
Ayer mismo me actualizaba esta idea un buen
amigo. Lo hacía a través de una de esas comunicaciones que circulan en la red
en forma de resumen. A través de ejemplos, se indicaba quién en unos casos era
de derechas y quién de izquierdas. Al menos coincidimos el anuncio y yo mismo -también
mi amigo- en que la diferencia existe. En todos los ejemplos: toros,
religiones, costumbres, símbolos, trabajos, programas televisivos…, viene a
coincidir el citado documento en que uno de derechas hace y deja hacer, o, si
no está de acuerdo, no actúa y se abstiene. De ese modo, no le echa la culpa a
nadie, si acaso a sí mismo. Cómo recuerda se hace presente aquel lema histórico
“Laisser faire, laisser passer”.
Creo que tiene bastante -ni mucho
menos toda- la razón en la descripción de los comportamientos; en absoluto en
las consecuencias que de ellos extraigo.
Por resumir todo en este formato
que me impongo, respondo que, efectivamente, el de derechas interviene menos
porque no tiene ningún interés en transformar la realidad y sí todo en
aprovecharse personalmente de ella; sin embargo, una persona de izquierdas (quiero
decir realmente de izquierdas, no que esté apuntado de cualquier manera a un
cargo orgánico) sí está interesado en cambiar la realidad para mejorarla. Por
eso interviene más; por eso está más preocupado en los asuntos sociales y
comunitarios; por ello es más avispa cojonera; por ello se enfrenta con
opiniones a los otros miembros de la comunidad y no los deja tranquilos; por
ello aparece como más “aventurero”; por ello hay períodos biológicos que
empujan más en un sentido o en otro; por eso el egoísmo se compadece poco con
posiciones de izquierdas; por eso la izquierda anda siempre en el cambio y en
la transformación, con todo lo que ello supone de riesgo y hasta de
equivocación, mientras que la derecha gobierna para el mantenimiento y la
permanencia de lo existente, sobre todo porque son sus seguidores los que
tienen más que mantener para ellos mismos; por eso… Ojo, y todo, también desde
la izquierda, para intentar conseguir un beneficio también propio y personal más
satisfactorio. Pero para todos: por eso la intervención en asuntos que
conciernen a otros.
Repásense la Historia y la
historia particular, o simplemente el corto período de democracia en España, y
extráiganse consecuencias.
Sé que el formato reductor deja
muchas costuras, que existen grados más que verdades absolutas, que en todos
los sitios cuecen habas, que no es tan fiero el león como lo pintan y que gente
con mejor y con peor voluntad y sentido común la hay en todas partes. Pero me
parece que este no es mal punto de partida para una discusión pública que
siente las bases seguras de dónde se halla cada uno. O más bien de dónde se
quiere hallar.
Pero la sangre no llega al río.
Ni falta que hace. Mi amigo y yo nos
reímos, compartimos charla y seguimos la senda que cada cual va descubriendo en
el camino de la vida.
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