CONTEMPLO LAS RUINAS
Terminado el fragor de la
tormenta,
-orgasmos de la lluvia en los
tejados-,
descubro en la vejez de algunas
calles
el aroma que habita en sus ruinas.
Son humedades blandas, son
escombros,
tumbas en las que duermen
la memoria del tiempo,
los restos del rumor y la ceniza.
La paz y la memoria sueñan actos
que han desgastado el tiempo y la
conciencia.
Hay una grieta azul en la que
anida
la presencia olvidada del olvido
y crecen sin rival el jaramago
y el musgo en el que viven los
recuerdos
de todo lo que, en brazos del
pasado,
fue fuego, fueron brasas y fue
vida.
Me siento a dialogar con las
ruinas
y me arruino también en mis
memorias.
Aquí estoy abolido, como ausente,
y pido que, de nuevo,
regrese la tormenta a rescatarme
de las manos del tiempo y del
olvido.
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