martes, 26 de enero de 2016

EL HOMBRE FRENÉTICO


Uno de los aforismos más célebres de Nietzsche es el nº 125 de su obra “La ciencia jovial” o “La Gaya Ciencia”. Aunque es de los más largos, merece la pena reproducirlo como ejemplo para la reflexión. Dice así: “El hombre frenético.- ¿No habéis oído hablar de aquel hombre frenético que, justo antes de la claridad del mediodía, encendió una lámpara, corrió al mercado y no dejaba de gritar: “!Busco a Dios, busco a Dios!”? –Allí estaban congregados muchos de los que precisamente no creían en Dios, provocando una gran carcajada. “¿Acaso se ha perdido?”, dijo uno. “¿Se ha extraviado como un niño?”, dijo otro. “¿O es que se ha escondido? ¿Nos tiene miedo? ¿Se ha hecho a la mar en un barco? ¿Ha emigrado?” –así chillaban y reían sin orden alguno. El hombre frenético saltó en medio de ellos, atravesándolos con su mirada. “¿Adónde ha ido Dios?”, gritó. “!Yo os lo voy a decir! ¡Nosotros lo hemos matado –vosotros y yo! ¡Todos somos sus asesinos! ¿Pero cómo hemos hecho esto? ¿Cómo fuimos capaces de bebernos el mar hasta la última gota? ¿Quién nos dio la esponja para borrar todo el horizonte? ¿Qué hicimos cuando desencadenamos esta tierra de su sol? ¿Hacia dónde se mueve ahora? ¿Hacia dónde nos movemos nosotros? ¿Lejos de todos los soles? ¿No caemos continuamente? ¿Y hacia atrás, hacia los lados, hacia delante, hacia todos los lados? ¿Hay aún un arriba y un abajo? ¿No vagamos como a través de una nada infinita? ¿No sentimos el alentar del espacio vacío? ¿No se ha vuelto todo más frío? ¿No llega continuamente la oscuridad y más oscuridad? ¿No tendrán que encenderse lámparas a mediodía? ¿No escuchamos aún nada del ruido de los sepultureros que entierran a Dios? ¿No olemos aún nada de la putrefacción divina? –También los dioses se descomponen. ¡Dios ha muerto! ¡Dios sigue muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado! ¿Cómo nos consolaremos los asesinos de todos los asesinos? Lo más sagrado y lo más poderoso que hasta ahora poseía el mundo sangra bajo nuestros cuchillos –¿Quién enjugará nuestra sangre? ¿Con qué agua lustral podremos limpiarnos? ¿Qué fiestas expiatorias, qué juegos sagrados tendremos que inventar? ¿No es la grandeza de este hecho demasiado grande para nosotros? ¿No hemos de convertirnos nosotros mimos en dioses, solo para estar a su altura? ¡Nunca hubo un hecho más grande –todo aquel que nazca después de nosotros pertenece, a causa de este hecho, a una historia superior que todas las historias existentes hasta ahora!”. Aquí calló el hombre frenético y miró nuevamente a sus oyentes: también estos callaban y lo miraban extrañados. Finalmente, lanzó su lámpara al suelo, rompiéndose en pedazos y se apagó. “Llego demasiado pronto –dijo entonces-, mi tiempo todavía no ha llegado. Este enorme acontecimiento aún está en camino y deambula, aún no ha penetrado en los oídos de los hombres. El rayo y el trueno necesitan tiempo, la luz de las estrellas necesita tiempo, los hechos necesitan tiempo, aun después de que hayan ocurrido, para ser vistos y escuchados”. Esta acción les está todavía más lejana que los astros más lejanos –“!y sin embargo ellos mismos la han llevado a cabo!” –Se cuenta además que, ese mismo día, el hombre frenético irrumpió en diferentes iglesias y entonó su Requiem aeternam Deo (Descanso eterno para Dios). Conducido fuera de ellas y conminado a hablar, solo respondió una y otra vez: “¿Qué son, pues, estas iglesias sino las tumbas y sepulcros de Dios?”.

Suficiente con la descripción. Quien no sepa leer la carga de profundidad que encierra, de muy poco se va a enterar de lo que aportó, significó y sigue significando el pensador y creador de La gaya ciencia; El nacimiento de la tragedia; Así habló Zaratustra; Genealogía de la moral; Humano, demasiado humano; Más allá del bien y del mal, entre otras obras.

Vale.

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