Siempre
soy el último en mi familia en incorporarme a las llamadas TIC, a eso que genéricamente
llamamos informática. En descargo de la aportación familiar, menos mal que mis
hijos son ambos especialistas en la materia. También he sido el último en
activar eso que todo el mundo conoce como WhatsApp, o guasá o qué sé yo. Poco a
poco voy entrando en la costumbre y en el uso del invento.
Pero
es que me lo ponen muy difícil. Últimamente me han incorporado a un grupo en el
que cada dos por tres cualquier gracioso ocupa su tiempo libre, que debe de ser
muy abundante, en hacernos sabedores de tonterías y de menudencias que no debían
interesarle ni a él (ni a ella) mismo. Así, me entero, por ejemplo de si va a
salir de casa para recoger un paquete, de si ha vendido ya todas las papeletas
de lotería, se si el representante de no sé qué es tonto del culo, de si los de
más allá son todos unos cenutrios, de si los suyos son los mejores en todo, de
si le duelen las muelas o de si han puesto o no los carteles de la Navidad…
¡Y
A MÍ QUÉ COÑO ME IMPORTA TODO ESTO!
Está
claro que la soledad es la enfermedad por excelencia, que no es bueno que el
hombre esté solo, que los despechos no son aconsejables, que de vez en cuando
necesitamos decir aquí estoy no lo olvidéis. Pero de ahí a hacerme a mí sabedor de cualquier bobada
media un mundo entero.
Se
podría argumentar que una solución sencilla es la de darse de baja en el grupo
correspondiente y así alejar la tormenta de la comunicación continua. Ya, ya.
No resulta tan sencillo. Con frecuencia se crean los grupos para necesidades comunes
e incluso importantes. ¿Qué pasa, entonces? Pues que se desvirtúa todo y se
degradan los fines hasta convertirlos en patio de casa de vecinos y en
gallinero con gallinas cluecas y deseosas de poner huevos. Es entonces cuando
el receptor de tanto cacareo se pone nervioso, jura n arameo, rompe todos los
relojes y rechaza todo lo que se pone por delante. Incluso aquellos principios
en los que se basaba supuestamente la creación de ese grupo de comunicación.
Esto
sí que es un claro ejemplo de sinécdoque en la que se toma el todo por la
parte. La causa es la indignación; el consuelo es que los principios deben de
seguir ahí, en espera de ser recuperados y usados para ser discutidos y para
ser comunicados.
1 comentario:
He dicho!!....si señor!....te apoyo Antonio, pero ya sé que tienes Wasap y no tienes disculpa para no enterarte de todo.....jijiji.
Publicar un comentario