lunes, 30 de noviembre de 2015

CONFERENCIA CAMBIO CLIMÁTICO


En París, esa ciudad a la que llaman la ciudad de la luz, se inicia hoy una llamada pomposamente “Conferencia sobre el cambio climático”. Quedar en buen lugar en esta foto es importante en términos publicitarios y una buena parte de los líderes políticos se apresuran a asistir a la misma. Otra cosa bien distinta es estampar la firma en documentos que comprometan políticas restrictivas en sus respectivos países; y otra, aún  mucho más difícil, cumplir lo que los textos reflejen.
Y, sin embargo, nos enfrentamos todos con una de las mayores dificultades a medio y a largo plazo, si no es con la mayor de todas. Yo no soy especialista en casi nada, pero creo que algo tengo de observador, y conservo la cualidad de la curiosidad y de la aspiración al sentido común, que no es poco. ¡Cuánto tiempo y cuántas veces recordándome a mí mismo y a quien quiera escuchar que una de las dos principales dificultades para el siglo presente es la del agua, como resumen y síntesis del clima!
No hace falta darle muchas vueltas a la cabeza; tan solo hay que abrir los ojos e hilar algún silogismo con causa y consecuencia. O darse alguna vuelta por ahí en invierno o en verano. La naturaleza nos da la respuesta a cada paso y en cada momento. Vivo en un lugar privilegiado en el que la naturaleza no me da tregua: me apabulla en todas las estaciones con sus contrastes, con su exuberancia, con su colorido, con su clima, con su nitidez, con sus quebradas, con sus ríos, con sus mantos vegetales, con… Desde mi terraza contemplo un inmenso jardín natural que no tengo que cultivar con la azada ni con la hoz; simplemente tengo que dejar abiertos los sentidos para que yo también me haga jardín.
Pero lo más importante no es eso sino las sensaciones que la naturaleza es capaz de suscitar. Y, a partir de las sensaciones, los pensamientos y la escala de valores que poco a poco va cimentando en quien se deja llevar por lo que siente. Es en esos contrastes con la realidad más urbana, con las prisas, con la impresión de la falta de tiempo, con el empujón figurado que la realidad te está dando a cada momento, y con la fugacidad de todo, donde se asienta el atractivo de la naturaleza. Porque en la naturaleza se compra tiempo, se pierde gozosamente tiempo para ganarlo de verdad, se siente uno no vigilado sino acogido, se anula lo absoluto de uno mismo para entender la pequeñez ante lo que te acoge, se comparte palabra y se agranda todo, se suscitan ideas y se cargan las buenas voluntades… Al fin de todo, se da uno cuenta de que forma parte de la naturaleza y de que la naturaleza está condicionada por el clima como motor regulador de todas sus potencias.
Por eso creo que un caminante puede entender mejor las expectativas de una Conferencia sobre el cambio climático. Y tal vez desee con un poquito más de fuerza que los de la foto realmente articulen actividades que no dañen la esencia del ser humano: la naturaleza en la que viven. Pero, si no se convencen de que es necesario cambiar el modelo productivo y la escala de valores actuales, todo se quedará en otro intento fallido y descorazonador.

Claro que…, si el primo de Sevilla dice lo contrario…

domingo, 29 de noviembre de 2015

¿AMBICIÓN?


La campaña política se agita y los actos se reproducen como las setas en otoño. No sé si el día primero de campaña oficial no lo habrán dicho todo los candidatos. Es bueno que se expliquen y que den muestras de su pensamiento y de su manera de ser; pero todo tiene sus medidas, y, sobre todo, sus tonos. Hoy me interesa más otra variable.
Hace tan solo unos días leí una entrevista que le hacían al candidato socialista. Se le formulaban preguntas de tipo profesional y personal. En un momento dado, entre otras cualidades, destacó que, para estar en política, hace falta ambición, y él la había tenido desde el primer día. No debería ponerme más exquisito con los demás que lo que debo ponerme conmigo, pero no me pasó desapercibida tal afirmación; más bien al contrario, mi mente dijo “alto” y se quedó en estado de pensamiento. Así que una de las características del político es la ambición. Vaya, vaya. Mentalmente repasé los nombres de algunas figuras políticas históricas y, a primera vista, todos se me representaban ambiciosos. Y no solo eso; me parecía -y me parece- que toda la tropa de electores, seguidores o acompañantes pedía a su líder esa ambición. No creo que, en público, mucha gente le ponga reparos a esta característica.
¿Nadie? Yo sí. Veamos.
Ambición: “Deseo ardiente de conseguir poder, riquezas, dignidades o fama”. RAE.
Hasta en la definición académica este término está cargado de denotaciones negativas y personales. Repaso mentalmente la carga de connotaciones que la historia le ha ido colgando a esta palabra y tampoco me salen demasiadas de corte positivo. Y, sin embargo, casi todos los políticos son descaradamente ambiciosos.
Acaso podríamos hablar de dos tipos de ambiciones, según los fines que se persiguen: una personal y otra colectiva. La primera actúa sobre las metas que el político aspira a conseguir; la segunda ansía alcanzar metas cuya realidad es la mejora de toda la masa social que es representada por ese político. ¿Se puede dar una sin la otra? Con casi total seguridad, no. La dificultad -una vez más- se halla en la línea divisoria entre ambas, en el punto en el que hay que situar la línea roja que no ha de ser traspasada.
La realidad de los partidos tradicionales muestra que aquel que desee “hacer carrera” tiene que someterse a todo un cursus honorum dentro de la formación correspondiente. En ese cursus se esconden concesiones, sumisiones, miradas para otra parte…, y osadías a gogó. Ambiciones personales cuya única meta es el ascenso personal en la nomenclatura. Si la transposición y la prostitución intelectual se hacen crónicas, entonces cualquier ambición de las otras, de las nobles, de las colectivas se pierde en el limbo y se hace casi imposible para la práctica; el “aparato” se hace tan poderoso, que no hay forma noble de luchar contra él.
El otro tipo de ambición, el que se dirige a la mejora del grupo, es más noble y menos frecuente. Y no creo que, en ese caso, habláramos tanto de ambición como de servicio; de prestar sin exigencias las capacidades individuales para el bien común. No sé si, en ese imaginario, la confección de listas y la asignación de puestos públicos serían tan costosos y tan interesados como parecen en la práctica.
Y aún queda un estadio intermedio, aquel que consolida el que asciende desde el buen sentido a los cargos públicos pero enseguida se transforma en imprescindible, como tocado por vara divina, y ya no se apea del sillón si no es a empujones. Para ello va creando una barrera de separación entre él y los representados cada día más ancha e impenetrable.
Los peligros acechan, pues, por todas partes. La mejor manera de ahuyentarlos es prevenirlos con actitudes y aptitudes de servicio y no de medre personal, con las limitaciones temporales tasadas y con el acompañamiento de un grupo de colaboradores que sirvan de intermediarios reales y efectivos entre el vértice y las bases sociales. Se corre el peligro -solo para el ambicioso- de que, en el grupo de colaboradores, aparezcan mentes y ánimos superiores a los del “jefe”, pero bendito peligro ese si se sabe entender. Cualquier avance real y colectivo ha de venir de esa interacción común y nunca de la iluminación de ningún jefe carismático ni salvador, por más que nuestras inercias nos empujen a pedir guías y conductores.
No sé en qué actitud y aptitud andará Pedro Sánchez. Me dejó como en suspenso su afirmación. A ver si es solo un guiño.

De las palabras de los representantes del otro partido tradicional de derechas ni hago mención porque doy por seguras sus ambiciones personales e individuales, según sus creencias sociales y políticas. Allá ellos.

sábado, 28 de noviembre de 2015

PERO AHORA VIVO Y CANTO


PERO AHORA VIVO Y CANTO

Porque soy ecuación de realidades
que miran todas hacia el mismo sitio,
que entienden, por vivir, están viviendo
y son mientras perciben que están siendo,
y porque soy historia y soy yo mismo,
marcado por el ruido y el silencio
a partes casi iguales;
soy campo de energía que se expande
en pos de la tragedia o de la calma;
porque, a pesar de todos los pesares,
me proyecto hacia fuera sin descanso;
porque, si he de cumplir cualquier condena,
pido y ruego que sea la de ser hombre
en toda su extensión y dramatismo,
como viento que gira sin concierto
de montaña en montaña;
porque tal vez morir sea el mejor libro
para explicar la vida y sus milagros;
porque morir es algo personal,
aunque afecte a cualquiera por ser hombre
y sé que estaré solo en el instante
en el que me reclame y me salude;
porque vine a este mundo sin pedirlo
a dividir el tiempo y el espacio
y a dar sentido a todo lo que existe;
porque juega conmigo a la inminencia
y siempre a la inmanencia;
porque le da sentido a mis acciones
y así me diferencia de los brutos;
porque tengo experiencias con la vida
mas no conoceré mi propia muerte;
porque quiero vivir en el recuerdo
de todos los que viven en mi mente;
porque el día de mi muerte seré libre
pero ahora lo soy más si vivo y canto;
porque hoy puedo mirar y, tras la muerte,
solo se me asegura la ceguera;
porque tengo temor y necesito
golpearle con la puerta en las narices;
porque quiero reírme del reino de las sombras;
porque pájaro en mano es más valioso
que ciento dando vueltas por el aire;
porque tengo las manos y la vista
para abrazar y ver a los que amo;
porque tengo la voz para decir que hay vida
más acá de la muerte y porque en todo
he de gozar hasta quedarme muerto.

¿Y después?

después, ya veremos qué hacemos con la muerte. 

viernes, 27 de noviembre de 2015

SOY SER PARA LA MUERTE


SOY SER PARA LA MUERTE

Yo quisiera morirme lentamente,
abrazando a la muerte con las fuerzas
propias de los amantes. La certeza
de saber que, por hombre,
soy ser para la muerte,
que mi materia orgánica produce
toda vitalidad cesando sin descanso,
dejándose marchar y recreándose
en el más hondo ser de sus entrañas
me deja a su merced y a su servicio.

Por esa simple causa,
me vuelvo mineral a cada instante,
envejezco y me salen las arrugas
que observo en el espejo y en mis manos,
como surcos marcados por el tiempo,
me vuelvo vulnerable para hacerme
terreno cultivable por la muerte,
me voy constituyendo como ser mortal
con la serenidad de la costumbre
y me ofrezco sin otra resistencia
a que disponga de mis atributos.

Me salva de los restos del naufragio
esa estirpe de luz que continúa
con el trabajo excelso de la vida,
con la renovación tenaz y persistente
de otro ser y otro ser y otro más vivo

que aquel que cesa y muere en mí y conmigo.

jueves, 26 de noviembre de 2015

NIHIL EST SINE RATIONE


NIHIL EST SINE RATIONE

Prefiero solazarme en lo vivido,
en lo que hay de real, en lo más cierto,     
por más que, a cada paso, me convenzo
de que ceso a mi forma por ser hombre
y la razón me dice en voz muy clara
que ese cese es la muerte y que la piedra
me supera en constancia y en presencia.

Ser mineral es ser contra la muerte;
ser animal es ser para la muerte.
Y yo soy animal, bípedo, implume,
orgánico, instintivo y cerebral.
Esa diversidad tan caprichosa
me da para vivir a pierna suelta.

Por eso no me mido
ni en tiempo ni en espacio con la piedra;
solo un mundo más alto me consuela:
ese empuje sin causa hacia mí mismo,
la pasión que me agita y que me impulsa,
el reino misterioso de la curiosidad,
la belleza de un niño en su sonrisa,
o una conciencia cierta de la muerte.

La piedra seguirá siendo elemento
que cambia de función, que va a la estatua;
cesará en su función como elemento,
pero ya ha de ser piedra para siempre.

Mientras, yo
dejaré mis funciones y mi aliento
y entraré en el olvido como pasto

de la feliz hoguera de la muerte.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

ESE LENTO CESAR


ESE LENTO CESAR

Ese lento cesar de la materia
que se encoge y se estira a conveniencia,
que respira después de un simple esfuerzo
o deja que se agote  su potencia
sin saber que es esclava de la muerte.

Porque muere y se aleja de sí misma
hasta no ser capaz de conocerse
si no es con otro nombre y otro aspecto
-así la piedra que se vuelve estatua
y ya no tiene nombre de granito,
y no es granito sino dulce brillo
del labrado sutil que hay en sus ojos:
no mira el feldespato ni el granito,
es la estatua hecha hombre la que mira.

Yo soy materia orgánica y me siento
también  como proyecto de la muerte,
continuo e incesante movimiento
que va dejando rastro y que pregunta
si ese cesar es muerte o solo cambio

hacia otra realidad más verdadera.

lunes, 23 de noviembre de 2015

EL OTOÑO COMO PRETEXTO




Que uno no dé cuenta de algo no significa que ese algo no se produzca ni que deje de existir.
El tiempo pasa (que es lo que siempre pasa), la naturaleza sigue su curso y los fenómenos se asoman cuando las condiciones son favorables. Nada más y nada menos.
Las mañanas siguen siendo alfombradas en el otoño bejarano, el acerón de subida al Castañar empieza a helarse a primeras horas e invita al cuidado en las pisadas, sobre todo en el paraje del Regajo; la Fuente del Lobo sigue solitaria y fría, con un escaso caudal en las fauces del animalito, que se arrice sin compañía hasta que alguien llega y le acaricia la cabeza mientras inclina la suya para beber, Después, el paseo hasta la Centena sumerge al paseante entre las estrecheces de la vegetación, que también ahora se va quedando desnuda e impúdica en el silencio del bosque.
Los sábados el tiempo se alarga y el espacio se amplía. Hoy aquí, mañana allí y el siguiente al otro lado. Hay para elegir casi hasta el infinito: la naturaleza es generosa y variada en estas tierras.
El último tocó Dehesa de Candelario. Se había anunciado frío y este no faltó a la cita. Después de la calma viene la tempestad, porque no hay bien que cien años dure, y el otoño bejarano venía siendo especialmente agradable en su temperatura. Así que nos fuimos hasta la carretera que asciende suavemente desde el pueblo serrano hasta el pantano de Navamuño, para dar después vista a La Garganta, al hermoso valle del Ambroz y a las amplias llanuras extremeñas.
Enseguida dejamos el coche y nos hicimos caminantes. Mochilas con viandas para no desmerecer lo que había de llegar a media mañana, gorras de invierno y trajes para no pasar frío, buenas botas, y mejor ánimo para caminar.
Enseguida, a la derecha de la carretera, se abre un camino que se interna entre castaños y pinos, y que se va inclinando en busca del rumor del río. Aprieta el frío tanto como bajan las temperaturas, el silencio se hace denso y el cielo se torna gris. Aún no amenaza lluvia, pero los cielos tienen su misión y deciden lo que tienen que hacer. Los caminantes respiran, se dejan acariciar por el vientecillo, admiran los cambios que la naturaleza admite sin parar y echan paso a paso sus cuerpos en busca de nada y de todo.
Pronto rompen en conversación acerca de lo mostrenco y próximo: un partido, una declaración pública de un político, alguna actividad propia o de otros…; lo de siempre y lo de nunca. Todavía no es hora de arrancarse con conversaciones “trascendentes”, esas que se articulan mejor tras un buen trago de aguardiente o después de un vaso de té del de mejor calidad.
El camino es estrecho y no corre mucha agua por los regatos. Son las huellas de un otoño escasamente lluvioso. Después de algún sube y baja, el río nos aguarda en Puente Nueva. Allí hay que pararse para hacer los honores al río, a los restos de alguna fabricación que ya solo se mantiene en el recuerdo y a las tomas de agua que llegan hasta los depósitos de la ciudad. Solo nuestras voces y el rumor del río; solo el cielo arriba y el suelo abajo. Y, en medio, los caminantes, que siguen admirando, como cada día y como cada sábado, los parajes que tienen a su disposición siempre y de manera gratuita. A veces su condición de bejaranos se torna en condición de bajarauis por sus manifestaciones un poco bucólicas y nostálgicas, pero la fuerza de la naturaleza los perdona y hasta los entiende.
De nuevo vuelven a cruzar el río en otra toma de agua y suben hasta la carretera. Alguien anda empeñado en estropear el camino a lomos de una moto saltapiedras y estropeacaminos. Y es alguien del orden público. Qué le vamos a hacer. Será tal vez para adquirir rudeza y carácter. Será.
Un rato más de charla y el puente de los Avellanares desvía a los caminantes hacia la Dehesa de Candelario, ese camino tan hollado por ellos en el que se refugian tantas veces cuando el cielo anda enfadado y amenaza lluvia o nieve.
El refugio de la dehesa es lugar idóneo para descansar, para reponer fuerzas y llenar la andorga de alimentos reparadores. No conviene enumerar la lista de los alimentos para que el lector no se sienta desconcertado ni siquiera extrañado de la cantidad ni de la calidad, pero son de los que resucitan a un muerto y de los que levantan el ánimo más decaído, de los que incitan a la conversación saludable o de la otra y de los que animan a no dejar rastros ni para los pájaros.
Con todos ellos se sacian los caminantes, al abrigo del tejado y apoyados en una extensa mesa de madera, en la que han desplegado todo un batallón de intendencia del que darán buena cuenta sin prisas pero sin pausa.
Apenas se sientan, los cielos, envidiosos o hambrientos -vete tú a saber- quieren hacerse partícipes y, a falta de comida, traen para los caminantes el escenario de la nieve. En la Dehesa de Candelario se ha puesto a nevar. Ahora la comida y la bebida cantan mejor, saben mejor y menudean con más velocidad. Porque, al fin y al cabo, saber y sabor tienen mucho que ver. Los caminantes saben y saborean las viandas y la naturaleza en una mezcla que se va haciendo medio mística a medida que los copos se hacen más densos y los tragos más largos.
Cualquier asunto es ahora propicio para el intercambio en la palabra. No solo en la Dehesa sino también en el camino de vuelta. Unos hablan más, otros escuchan menos, y todos echan su cuarto a espadas arreglando el mundo.
Pero quien quiera gozar de ambas cosas, tiene que venir a verlo, a saberlo y a saborearlo. Y, si es bien pertrechado de sabores y de saberes, mucho mejor.

El sábado pasado fueron Juan Heras, Pepe de Frutos, Manuel Casadiego y el caminante parlero. ¿Quién será el próximo sábado?

sábado, 21 de noviembre de 2015

LO SÉ Y ES BSTANTE


Cuando la tarde andaba vencida y el silencio se hacía más denso y misterioso, sonaron los golpes en la aldaba de la puerta. Fueron tres golpes secos pero autónomos. La señora Enriqueta, edad indefinida, pómulos pronunciados y sayas oscuras y largas, entró con paso decidido.
-He venido a despedirme de vosotros porque esta noche me voy a morir.
El silencio se hizo más denso y los hermanos que estaban en el interior de la casa quedaron paralizados ante un aviso tan decidido y aparentemente tan sereno.
-¿De veras que es esta noche? ¿Quién puede conocer el momento de su propia muerte? -respondió tembloroso el más pequeño.
-Lo sé y es bastante. Los años enseñan más que todos los cursos de las escuelas. El día en que murió vuestro abuelo, yo estaba en el río y noté el dolor punzándome aquí dentro del vientre. Lo dejé todo y volví corriendo para poder darle el último beso. Me supo mejor que la suma de todos los que nos habíamos dado en todo el tiempo anterior.
-¿Eso quiere decir que tenemos que abrazarnos y besarnos hasta que la noche nos encuentre en ese estado?
-No –respondió la abuela-. Eso quiere decir que en estas cortas horas que nos quedan yo debo poner en orden mis recuerdos con vosotros, y vosotros, si lo queréis, conmigo.
Los tres se miraron y el silencio volvió a hacerse dueño de la estancia. La figura de la señora Enriqueta se fue transformando a la vista de los nietos, hasta convertirse en un fantasma al que no podían acercarse sin temor. Primero fueron los años de niñez los que pasaron por sus mentes y por su imaginación; después algunos hechos familiares que la señora Enriqueta parecía querer dejar claros en las mentes de los niños; y, por último, fue el futuro, el de la señora Enriqueta y el de los niños, el que empezó a dibujarse en el ambiente y en las palabras.
Cuando llegaron, como guiados por una mano invisible y poderosa, hasta este apartado, ya la señora Enriqueta andaba desfigurada, como aquellos personajes de los cuentos que adquirían formas y actitudes deformadas y estrafalarias. Tampoco los elementos que componían la habitación mantuvieron ni sus colores ni sus formas: todo se tornó gris y comenzó a girar en un movimiento descontrolado.
-La muerte es una aguja que va tejiendo el tiempo hasta coser el vestido más grande y delicado. En él cabemos todos. También cabéis vosotros. Y cabrán los siguientes, y los otros. No hay más que dejarse llevar tranquilamente, como se deja un débil tronco llevar por la corriente.
Los niños la escuchaban asustados y sin saber muy bien cómo  reaccionar.
La noche llegó y con ella la oscuridad y el silencio de todas las cosas. Hasta los cielos parecían mirar como asustados y con un tenue fulgor en las estrellas.
La señora Enriqueta se acercó a los niños, los abrazó en silencio, y en silencio volvió a la calle, dejando la puerta entornada y a merced de un leve viento.

  Desde la mañana siguiente, la señora Enriqueta ya no volvió hablar con nadie, a pesar de que todos los del pueblo se acercaban a darle el pésame por la muerte de los dos niños que, misteriosamente, habían aparecido muertos en su casa, sin ninguna causa justificada.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

CAMPANADAS DE MUERTE


Enrique vivía en la parte alta del pueblo, allí donde la última calleja daba salida amplia a los huertos de la ladera por la que caían las aguas de la nieve deshecha. Casi en la otra esquina, en una amplia casa de piedra bien labrada, pasaba sus días Jacinto.
Los dos iban a la misma clase y nunca se les vio separados, a pesar de que cada uno poseía medios muy distintos para desarrollar sus juegos y sus caprichos. Hasta sus dos familias se habían hecho a la idea de que el futuro estaba marcado para ambos en el mismo camino.
Pero el destino se cruzó con los más negros presagios. Era la salida de misa y, como cada domingo, los muchachos del pueblo se juntaban en el patio y, al menor descuido, se armaba el alboroto. Tal vez las muchachas tenían algo que ver pues todas iban con sus mejores prendas y se mostraban como gallinas cluecas a la vista de todos los muchachos. María se había incrustado dulcemente en los ojos de Enrique y este no hacía las últimas semanas otra cosa que intentar atraer su atención. Pero ese mismo era el trabajo de Jacinto desde que una tarde se la cruzó de vuelta de la compra del pan y María lo miró con ojos abiertos y con una lentitud desacostumbrada.
La pelea fue brutal. De las manos se pasó a los pies; de estos a las piedras; y de estas a las navajas. Nadie, ni los más forzudos entre los mayores, pudieron hacer nada por poner algo de orden en el tumulto. Al final se quedaron solos en medio del corro, que los contemplaba con mezcla de admiración, misterio y sorpresa.
Los dos contendientes quedaron muy malheridos. La sangre corrió  por el suelo y fueron retirados entre la consternación y la mala conciencia de los presentes.
Cerca del puente, a la vista del agua que corría río abajo hacia el horizonte, Lorenzo agonizaba lentamente, después de una larga vida y de una enfermedad también larga y penosa.
El pueblo se había quedado en silencio, como sobrecogido y sin saber cómo reaccionar. Ahora se oían mejor los aullidos de los perros en las perreras y hasta el silbido del viento en los tejados.
A los dos días, cuando la tarde caía, las campanas tañeron desde la torre y anunciaron la muerte con su sonido lento y alternado: un agudo, dos graves; un agudo, dos graves. Lorenzo había pasado a mejor vida, desde la tranquilidad de quien pensaba que se iría con el agua del río hacia lugares desconocidos donde se decía que habitaban el descanso y la despreocupación.
Enrique fue el primero que oyó las campanadas. Al segundo compás se echó a llorar y su mente se fue hasta posarse al lado de Jacinto. Lo vio inmóvil, sobre una blanda cama y creyó que la vida se le había ido también río abajo. Creció su pena y creció su angustia. A las pocas horas murió abrazado por la pena, abatido por la muerte de su amigo del alma
No más de dos días duró Jacinto, también pensando que las campanas habían doblado por la muerte de Enrique, con quien tanto había penado y gozado. Los dos brazos de la muerte se cruzaron hasta enlazar con desigual fuerza a los dos amigos.

El pueblo celebró el funeral de los dos jóvenes en la misma ceremonia. Llovía  tenuemente. Dicen que las tumbas de uno y otro suenan vacías en días alternos y que se ven fantasmas que cruzan el camino entre una tumba y otra. Pero eso tal vez sea solo cosa de las malas lenguas. 

lunes, 16 de noviembre de 2015

RUBÉN EN LA PALABRA


Con frecuencia me preguntan -yo también me pregunto como primer preguntador- cuáles son las bases en las que se asienta el mundo de la creación literaria en cualquiera de sus formatos. El esquema se agota, creo yo, en tres guiones solamente. Algo muy distinto es el desarrollo de cada una de estas tres patas del banco.
Entre la memoria, la imaginación y la palabra se reparten el trabajo; en ellas se esconde todo el material necesario para que, al final, salga horneado un buen pan o un mal hornazo. La amalgama de la vida, con todos los sucesos simultáneos y sucesivos, ofrece materia inagotable para que, a partir de ella, la memoria seleccione, la imaginación altere, cree, recree o multiplique, y para que la palabra se preste a dar aliento y vida a lo seleccionado. Da igual que el esquema se aplique a un producto pequeño o a otro más voluminoso, a una simple metáfora o a la más sesuda creación enciclopédica.
Ayer se me ofreció un ejemplo clarividente y emocional para mí.
Del discurrir disperso de la vida y de su fondo inagotable extraigo un día luminoso y tibio de mediados de noviembre, y un camino hacia Ávila donde me aguardaba mi familia. Hay paisajes y paisajes. Yo me detengo en este, casi estepario pero hoy suave y acogedor. Mis sentidos seleccionan los rasgos que más les convienen. En medio de la llanura se dibujan las murallas de la ciudad y el paisaje urbano que las rodea. La misma selección interesada. Y, al doblar una rotonda, la casa donde viven mis hijos. Ahora la selección no deja grietas: todos caben en ella. Estamos todos juntos y es imagen completa.
Pero hay algo distinto a otras mañanas. Rubén, el más pequeño de la casa, se siente más seguro de sí mismo y empieza a sentir ganas de explorar por su cuenta los pasillos. Unas veces él solo y otras apoyado en una mano que le da cariño, va descubriendo que puede llegar a todo por sí mismo. RUBÉN SE HA ECHADO A ANDAR. Fiesta por todo lo alto.
Este sencillo y milagroso hecho formará ya parte para siempre del poso de los tiempos. Entre ayer y hoy mismo se han sucedido ya muchas sorpresas diferentes. Todo sigue sumando. Pero ya para siempre este hecho ha de quedar al servicio de mi memoria. Cada vez que vuelva a él -y han de ser muchas-, mi imaginación ayudará a dar cuerpo a la memoria y añadirá algún dato, acaso más confuso pero no menos tierno, a aquel hecho primero. Por ejemplo, le he de poner a Rubén alguna fruta en cada mano como balanza de sus pocas fuerzas. Porque lo he visto así, aunque poco me importe el nombre de la fruta. La memoria y la imaginación trabajarán juntas, se echarán una mano y agrandarán el mundo a la vez que darán duración a lo que, de otro modo, se iría por el sumidero del olvido.
Junto a la memoria y la imaginación, el poder salvador de la palabra, esa masa verbal que da cuerpo y textura a la memoria y a la imaginación, que actualiza los hechos, que les concede vida y salvación eterna, ese almacén sin fondo al que todos podemos acudir para tomar de él los elementos que son vida a la vez y fundamento de todo lo que queremos que exista. Cualquier formato aguarda para que quede impreso este hecho milagroso, bien sea como protagonista exclusivo o como figurante de cualquier otra historia más extensa.
Y ya la potencialidad de lo que existe, el símbolo gigante del movimiento, el poder de sentirse capaz de desplazarse y de ir al saludo de las cosas, y el de tocarlas a todas y el de verlas y olerlas, el de hacerse más alto y más perfecto, el de sentirse huésped del tiempo y del espacio.
Rubén solo es ejemplo de lo que ofrece el mundo como campo para la memoria y para que la imaginación multiplique y potencie nuestras vidas desde la creación con la palabra.

Eso sí, para mí, un ejemplo dichoso y sugerente.

sábado, 14 de noviembre de 2015

¿EN NOMBRE DE QUÉ O DE QUIÉN?


Otra carnicería en París con marchamo islamista. No es la primera ni, por desgracia, será la última. Hay gente dispuesta a “inmolarse”; y a ver cómo se combate esto si solo es necesaria la ignorancia del fanatismo encarnado en unos kilos de bombas a la cintura para repetir el mal.
Por duro que sea el momento, sigue siendo necesaria la calma para tratar de entender la causa de los sucesos: solo así podrán ser combatidos y erradicados.
Uno trata de imaginarse la radicalización de muchos de estos jóvenes, muchos nacidos y educados en la cultura occidental, con preparación académica y, sin embargo, en brazos de la barbarie y de la muerte. Ellos apuntan en gran medida a dos elementos: su religión y la escala de valores de occidente. Si así fuera -es lo que ellos mismos aducen-, a mí me dejan a buenas noches pues entiendo menos todavía.
Yo tampoco comparto muchos de los valores de la cultura occidental y no por ello veo la salida en la barbarie ni en el asesinato, sino en la educación y en la igualdad de oportunidades para todos. Y a ello hay que ir por el camino de la razón y de las urnas, por difícil que se presente el proceso en la práctica. El camino de la violencia engendra siempre más violencia y siempre termina por darle justificación al más fuerte, que, entonces, hace lo que le viene en gana. Por ahí, pues, aguardo a que alguno de ellos me ilustre un poco más, porque sus actitudes, además de criminales, me parece que animalizan al ser humano y lo esclavizan y someten mucho más a la fuerza bruta del que ya es poderoso.
Y luego -o tal vez antes- está el camino de la religión. Aquí sigo pensando que los equivocados somos todos, ellos y nosotros. Todos porque someterse al criterio religioso supone anular la razón y desviar todo esfuerzo otra vez a la esclavitud de un ser externo que nos anula. Cuando ese ser superior se hace único entre los únicos, cualquier otra posibilidad, no solo queda anulada, sino que está en peligro de ser perseguida. A los hechos me remito.
Muchos siguen afirmando que estos son hechos provocados por musulmanes radicales. Dan por hecho que existen otros musulmanes que no son radicales. A estos los llaman moderados. ¿Cuál es su diferencia? La interpretación que de su libro sagrado, el Corán, hacen, me dirán. Y yo les responderé: Pero el Corán existe para todos, y dice lo que dice. Por ejemplo: “Combatid en la senda de Dios contra los que os hagan la guerra. Pero no cometáis injusticia atacándolos primero, pues Dios no ama a los injustos”. Sura II, 186. Y “Matadles doquiera que los halléis y expulsadles de donde ellos os hayan expulsado. La tentación de la idolatría es peor que la carnicería en la guerra…”. Sura II, 187. Y “Combatidles hasta tanto que no tengáis que temer la tentación y hasta que todo culto sea del Dios único”. Sura II, 189. Así, todo seguidito. En la misma Sura, 220 a 230, se da buena cuenta del trato que hay que dispensar a las mujeres. Y en otros lugares: “Si morís o sois matados luchando en la senda de Dios, os alcanzan la indulgencia y la misericordia de Dios”. Sura III, 151. “Los hombres son superiores a las mujeres a cusa de las cualidades por medio de las cuales Dios ha elevado a estos por encima de aquellas”. Sura IV, 38. Y así por casi cualquier página del libro. ¿Que luego vienen intérpretes más o menos benevolentes del texto? ¿Y qué? El asunto es que todos tienen asidero al que agarrarse. Salvo que, por encima del libro, de este y de cualquier otro, se impongan la razón humana y el sentido común. ¿Pero para eso hace falta ser musulmán? ¿O católico? Más bien… ¿Por qué al menos los dioses no nos han dejado una normativa clarita que no se preste a interpretaciones tan diversas y a consecuencias tan desastrosas? Con el poder que atesoran… Cachis… ¿No será que la normativa la hemos inventado nosotros y hemos puesto a los dioses como parapeto?

El asunto es tan grave, que no permite mucha ironía, pero a mí me molesta mucho que, casi automáticamente, se separe un islamismo malo de otro bueno. ¿No será más bien que hay personas buenas y razonables, frente a otras que no controlan la olla, pero por encima de ser o no ser musulmanes? El encuentro y la posible solución tienen que venir desde la razón y desde la bondad humanas, no desde las imposiciones religiosas exclusivas. Y ya estamos para pocos paños calientes porque la olla está cociendo. Y conviene no engañarse porque nos podemos quemar las manos. No sé qué porras hacen por Al(l)á ni por aquí.

viernes, 13 de noviembre de 2015

ASUNTOS VARIOS


Algunas ocupaciones me tienen atascado y me roban demasiado tiempo. La principal de ellas es la de la lectura y calificación de los trabajos presentados a un premio literario. Pero no quiero dejar de reseñar -aunque sea de manera telegráfica- algunos hechos de los últimos días.
1.- El sábado de la semana anterior tuvimos una lectura de poemas en Candelario. Leí mis poemas junto con Pedro Ojeda, que hizo otro tanto con algunos de sus relatos breves. Me dejaron complacido varias observaciones: el estupendo lugar que han acondicionado para estos hechos, la dedicación del ayuntamiento a este tipo de actividades, la asistencia numerosa de la gente, su silencio y atención. Terminé muy contento con el resultado global. Bravo por la gente de Candelario. Cómo echo de menos algo parecido y en las dimensiones correspondientes en Béjar.
2.- Ayer mismo cumplí la invitación para dar una larga clase-charla (hora y media) en la Universidad de la Experiencia (volveré la próxima semana). Es actividad que conozco y que repito de vez en cuando. También me llena de satisfacción comprobar la atención que prestan los alumnos, ávidos de que les cuentes cosas, por más que se decepcionen cuando se les explica alguna costumbre que se basa en datos que no existen y que de lo que se hace a la verdad hay un gran trecho. Para muchos bejaranos, la dedicatoria del Quijote, por ejemplo -con el nombre de la ciudad en sus líneas- resulta casi un timbre de gloria. Cuando se reflexiona y se llega a la conclusión de que no es nada seguro -más bien es seguro lo contrario- que Cervantes escribiera la tal dedicatoria, las caras cambian y parece como si se hubiera roto algún maleficio. La semana próxima los desanimaré con la verdad de los hombres de musgo. Qué le vamos a hacer: hay lo que hay y conviene engañarse sabiendo que nos estamos engañando. Pero, por lo demás, resulta muy satisfactorio el ambiente en general.

3.-Leo muchos trabajos presentados a un concurso literario del que soy jurado. Hay ocasiones en las que te encuentras con aportaciones que, desde la primera página, te invitan a dejar la lectura y a desestimarlos. No es el caso que me ocupa. Es verdad que algún gazapo se cuela, pero casi todos superan el nivel del aseo formal y de la presentación cohesionada y muchas veces ingeniosa del contenido. Todo ello dificulta la selección y la adjudicación de los premios, pero engrasa y anima la lectura. A pesar de todo el tiempo que ocupa. Cuánto aspirante para tan poca recompensa. Sigo pensando que ahora mismo en España es cuando se produce más literatura, de la buena y de la mala. Y qué difícil es desestimar a todos para quedarse con uno o dos. Los premiados hacen olvidar a todos los demás aspirantes, pero no se puede uno olvidar de  que hay otro buen ramillete de concursantes que podían perfectamente estar en la tarima de las medallas. El reconocimiento y el olvido son hermanos. Que al menos actúe la mejor voluntad al separarlos.

martes, 10 de noviembre de 2015

LO QUE SUCEDE Y PASA


Día diez de noviembre. Ayer fue día nueve. ¡Qué obviedad! Déjalo que repose. No tengas prisa, que hay más días que longaniza.. A veces se sorprenden en los surcos del tiempo acontecimientos que, a poco que se observen, tienen poso como para ser recordados durante muchos días y años.
Dicen que ayer visitó esta ciudad estrecha de Béjar el presidente del gobierno. Dicen. Yo no puedo dar fe de ello porque gasté las horas soleadas de la mañana leyendo en el sillón de mi terraza. Y dicen también que expresó  en público una declaración que daba respuesta a la resolución independentista que el parlamento de Cataluña había aprobado por la mañana. Asuntos muy distintos pero con un elemento físico común: la ciudad de Béjar.
Ayer mismo ya se realizaron manifestaciones de todo tipo en los medios de comunicación y en las redes. Hoy sigue la resaca y sigue el comentario por todos los rincones.
La primera falsedad es el camuflaje de presidente de gobierno disfrazado de presidente del PP. ¿Qué tiene que ver una cosa con otra? ¿En calidad de qué ha venido? ¿Ha hecho algo como presidente del gobierno, aunque sea solo poner una placa en cualquier rincón y disimular algo? Nada de nada. Simple baño de masas, aprovechamiento de infraestructuras para mítines partidistas y superposición de funciones. Los partidos no se juegan en igualdad de condiciones: hay equipos que juegan en campo propio, con un jugador más y con el árbitro de forofo. Y, si no hay igualdad, lo demás es todo farsa y engañabobos. Y lo peor, con mucho, es que no se le echa ni un punto de pudor al asunto ni se disimula nada; al revés, se va por ahí sacando pecho y enseñando músculo. Mientras el gentío se deje llevar… por la corriente.
Porque cada cual sabrá qué tiene que hacer con sus sentimientos y hasta con sus pensamientos, si es que los tiene. Pero no es fácil entender los entusiasmos en una ciudad con casi el 40% de parados y con tendencia al aumento, con una población absolutamente envejecida y con su gente más joven haciendo la maleta todos los días en busca de otros lugares en los que tratar de diseñar un proyecto de vida. Y todo ello concediendo, desde mi forma de entender el mundo, que el proyecto o es de todos o no es de nadie; pero argumentando en la escala de valores del partido mayoritario en la ciudad y en el país, o sea, el suyo, aquel que cree más en las diferencias, en eso que llaman el emprendimiento y las consecuencias en ganadores y perdedores, en jefes y subordinados, en “déjenme gobernar y no estorben”, y en todo aquello que les caracteriza. Desde esa escala de valores habrá que atribuirle algún grado de culpa más, tanto en lo bueno como en lo malo.
En realidad, uno tiende a pensar que se mezclan muchos elementos y no todos del mismo nivel argumentativo, ni siquiera descriptivo. El asunto es largo para desarrollarlo en estas líneas, pero a mí me ofrece un panorama de ciudad desolador, de sumisión a cualquier elemento decorativo (no puedo ser más explícito porque tengo que vivir con mis convecinos), de selfis de opereta, de predisposiciones a que cualquier día de la semana se produzca el milagro, y al gozo que se llena con un simple alborozo de charanga y pandereta.
Por cierto, lo que dicen que fue un mitin se desarrolló a las puertas de un centro educativo. ¡Qué símbolo tan revelador! De ahí a Hollywood, tan solo un paso.

En mi terraza, el sol brillaba luminoso y el cielo se ofrecía infinito. De fondo, el otoño bejarano en su paisaje más descarnado. El libro analizaba una forma especial de llegar a la sensación y al concepto del amor. Se estaba muy bien en mi sillón mirando hacia la sierra y tratando de pensar un poco. Luego oí lo de Cataluña. ¡Qué cansinos!

lunes, 9 de noviembre de 2015

MI HISTORIA


MI HISTORIA

Mi historia es un latido sin orillas,
un barco que navega a la deriva,
sin faro, sin atraque reservado,
pues no hay puerto seguro.

Las noches me sumergen en la bruma
y la muerte me llama por mi nombre,
que se ha quedado en sombra y en tiniebla
en el caos y el silencio de las olas.

Yo me vi marinero sin conciencia,
polizón empujado por los días.

Cuando subí a cubierta y oteé el horizonte,
todo se fue cayendo del espejo,
hasta hacer la ceniza y el vacío.

Por eso, en el naufragio, resucito
la fuerza desigual de la palabra,
que grita cara a cara contra el viento,
aunque sabe que todo ha de volverse
de la impasible faz de la ceniza.
Por eso sigo a tientas y en penumbra,
alzándome del suelo y escuchando
cómo mana la herida de mi muerte.

Por eso también grito mi existencia

y, en la desdicha, canto.

domingo, 8 de noviembre de 2015

A SOLAS


A SOLAS

A solas, el silencio, la ceniza
dispersa por los páramos del viento.
Ni una mano entreabierta, ni los ecos
de una palabra amiga, ni los labios
que besaste con ansias y dijeron
tu nombre tantas veces.
Solo ausencia tenaz, desasimiento,

certeza de que llegas al mundo de las sombras.

jueves, 5 de noviembre de 2015

HONOR A LOS SABIOS. EMILIO LLEDÓ


La publicación del pequeño tratado de Ética Cívica en los anteriores días me ha retrasado esta obligada referencia. Me gusta añadir a mis pobres reflexiones las de aquellos a quienes más admiro. El filósofo Emilio Lledó es uno de ellos. En este discurso de no más de un par de folios, dice mucho más que otros en decenas y en centenares de páginas. Este sí que es un verdadero argumento de autoridad. A ver si aprenden todos aquellos que piensan que un discurso tiene que ser un tratado de un infinito número de páginas, casi todas ellas notas a pie de página y que no añaden ideas sino solo datos.
“INTERVENCIÓN DEL EXCMO. SR. D. EMILIO LLEDÓ ÍÑIGO. Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades. Oviedo, 23 de octubre de 2015

Una experiencia incesante, la vida. Vamos aprendiendo a mirar, a asombrarnos de la naturaleza que nos rodea: los árboles, las nubes, la luz, el mar, la tierra, los frutos de la tierra. Fueron los primeros filósofos los que nos iniciaron en ese asombro y empezaron a especular, a “teorizar”, -que es una forma de mirar- sobre lo que llamaron stoijeia, los “elementos”, los principios fundamentales de la vida: el agua, el aire, la tierra. No podríamos imaginar en nuestro mundo tecnológico -fruto, en sus orígenes, de la ciencia, de la pasión por conocer- que, de pronto, nos dijera algo así como: mañana no habrá aire, mañana, nunca más habrá agua. Nos sobraría ya todo, no habría prodigio técnico capaz de compensarlo. Y también la luz: esa posibilidad de experimentar el asombro y, en él, la unión con el mundo en el que estamos, y transformarnos en esa luz interior, en la que nos vemos y en la que somos. Pero esta luz interior, este descubrimiento del “gozo de los sentidos, (aistheséom agápesis) (Met. I.980a) estuvo determinada por una nueva forma de mirar, y unos nuevos objetos “ideados” “mirados”, que la tradición latina llamará conceptos, o sea algo concebido por la mente y que habrían de forjar un nuevo universo de palabras “elementales”. Palabras que ya no indicaban el mundo entorno, que no señalaban la realidad: la dureza de la tierra, el soplo del aire, el contacto fluyente, viviente, del agua En esa constelación de significados se hizo presente algo que no podíamos tocar, no podíamos percibir con los sentidos, sino con esa luz interior, nacida en el corazón del lenguaje y que nos ha hecho comunicación y humanidad, que nos ha transformado en palabra. Esos elementos se llamaron “Verdad”, Bien”, “Belleza” (Alétheia, Agathón, Kalón). Puras voces, puro aire semántico que nada señalaban fuera de sí mismo, pero cuya mismidad empezó a hacerse tan imprescindible como el aire o el agua. Los elementos de la cultura irradiaron hacia un horizonte ideal de la vida humana y están, por ello, en el origen de ese también sorprendente concepto: Humanidades. Un término que se nos ha hecho familiar, y que, por esa misma familiaridad, podríamos resbalar, sin darnos cuenta, por el fecundo territorio de sus significados. Aunque no es el momento de adentrarnos por ese dominio semántico, y descubrir algo de su historia y de su aliento, me gustaría anticipar que esa palabra, llena de vida, las “humanidades”, es fruto de un largo proceso cultural. Es un ideal en la memoria colectiva y, sobre todo, resultado no sólo de la “teoría”, de la mirada, sino que es fuerza, dinamismo, riqueza para la sociedad. Las humanidades se aprenden, se comunican. Las necesitamos para hacernos quienes somos, para saber qué somos y, sobre todo, para no cegarnos en lo que queremos, en lo que debemos ser. La verdad era fundadora de convivencia, estructura esencial en el comportamiento de la sociedad: un espejo que refleja en lo dicho la conformidad y el acuerdo del ser que lo decía. Pero el cielo ideal de las Humanidades, está en la realidad lleno de nubarrones violentos. Basta abrir los periódicos o escuchar las noticias. Y esa oscuridad nos lleva a pensar si esa prodigiosa invención de las “humanidades” no se nos ha deteriorado y si, a pesar de los indudables progresos reales, el género humano no ha logrado superar la ignorancia y su inevitable compañía, la violencia, la crueldad. El “género humano”, esa trivializada expresión, convertida en “desgénero humano”, en una degeneración. Hay otro concepto, en ese territorio ideal, en esos elementos inventados por la cultura y su lenguaje, que se llamó “Bien” “Bondad”. Si analizamos los primeros textos donde aparece esa palabra, descubrimos que el Bien –tò agathón– la excelencia, la virtud, la conciencia moral y todo lo que se encerraba en la palabra areté, fue surgiendo y evolucionando desde el cobijo del clan familiar. El bien se levantó desde ese espacio de mutua ayuda y protección con que la naturaleza asimila, alienta y sostiene sus propios productos. Efectivamente el bien suponía, frente a la idea de un bien absoluto, una perspectiva humana. Una mirada, pero desde dentro de uno mismo. Un texto de la Ética aristotélica dice que todos los hombres buscan el bien; pero ese bien está determinado por la “apariencia” (phainómenon) con la que se nos hace presente. La apariencia es, pues, lo que ve nuestra mente, lo que siente nuestro corazón, lo que construye la mirada interior que forja la propia humanidad. Y ese bien, como la verdad, se aprende en la cultura que no es, en su origen, sino pedagogía, educación. No es extraño que la belleza fuera unida a la bondad (kalós kaì agathós). Todo ello implicaba el despertar, ante nuestros ojos, ante nuestros oídos de ese horizonte de las Humanidades. Una famosa intuición de la filosofía griega, atribuida a Protágoras, nos dice que “el hombre es la medida de todas las cosas”. Y sabemos que es cierto, que nuestra intimidad es el misterio que oculta esa perspectiva con la que nos acercamos al mundo. Pero ese homo mensura que manifiesta la esencia de nuestra personalidad, del ser que somos o que estamos llegando a ser, nos enfrente a otras cuestiones sustanciales: ¿Quién mide en nosotros? ¿Qué medimos? ¿Cómo medimos? Y en definitiva: ¿Quién nos enseña a medir? La educación, la paideía, inicia, ya en la infancia, ese proceso de construir el “quien” que mide en nosotros. Los reflejos mentales, los posibles reflejos condicionados que, como en el famoso experimento de Pavlov, inyecta en las neuronas el lenguaje de los medios de comunicación, de nuestros, digamos, educadores, determina, condiciona, esclavizándola o liberándola, nuestra vida y nuestra persona. Aunque lo importante no son tanto los medios, sino las fuentes, los orígenes, los manantiales de los que brota todo lo que esos medios “mediatizan”. Estoy convencido de que los maestros, los profesores, son conscientes de ese privilegio de la comunicación, de esa forma suprema de “humanidades”. Ese anhelo de superación, de cultura, de cultivo es, tal vez, la empresa más necesaria en una colectividad, en una “polis” y en su memoria. En ella, en esa educación de la libertad, alienta el futuro, el de la verdad, el de la lucha por la igualdad, por la justicia, por la inteligencia. Quisiera recordar, en este momento un poema de Brecht que habla del nacimiento del libro de Lao-tsé cuando iba a la emigración. Al pasar una frontera, el aduanero le pregunta si tiene alguna cosa que declarar. Ninguna, dice. Y el joven que le acompañaba añade: “Er hat gelehrt”. Ha podido hablar, comunicarse, enseñar, existir en las palabras. “Y así quedó todo claro”.

martes, 3 de noviembre de 2015

¿POR QUÉ NO ME LLAMAS?


¿POR QUÉ NO ME LLAMAS?

¿No sientes que hoy tu cuerpo
pregunta por la forma de mis manos,
que tu boca reclama
sabor de la saliva de otra boca?

¿Por qué, pues, no me llamas,
me invitas a un viaje por tu cuerpo,
me pides que haga masa con las blandas
laderas que conforman  tus más altas montañas
y los más hondos valles de tu sexo?

Abrásate en tu fuego y en mi fuego,
quememos soledad en una hoguera,
ardamos contra el tiempo y la memoria,
dejemos que la muerte nos olvide
mirándonos sin causa y sin remedio;
pidamos a la lluvia
su dulce compañía en el silencio
y hagamos testamento de ceniza

más allá del desgaste de los huesos.

lunes, 2 de noviembre de 2015

DÍA DE DIFUNTOS

DÍA DE DIFUNTOS

El tiempo se eterniza como el flujo
que va desde los cielos a la tierra,
como la hoja que levemente anida
en una lentitud adormecida,
buscando la aquiescencia de los sueños.

La tumba solo guarda los recuerdos
de una vida gastada. Soledad y silencio.
Hoy vuelvo
a abrazar sus inhóspitas entrañas,
la densidad del tiempo en el subsuelo,
mis ansias y mis besos por los restos
que guardan vuestros huesos para siempre.

Entro hasta las estancias más oscuras
y allí siguen presentes mis días y mis pasos;
pero también la noche, la muerte, la tiniebla
y un eco que me llama para un abrazo eterno.

Me duele tanto el tiempo,
que solo guardo sombras del recuerdo

domingo, 1 de noviembre de 2015

CARLOS BOUSOÑO



Hace tan solo unos días que ha fallecido el poeta y crítico literario Carlos Bousoño. A él le debo muchas cosas. En algún momento decidí adentrarme en el conocimiento y en el comentario de sus obras de creación. Dediqué a ello casi un año de actividad. Y escribí varios cientos de páginas, que deberían convertirse en un trabajo académico de tesis doctoral. Azares diversos determinaran que todo quedara al final en un camino que olía la meta pero que no la alcanzó.
Después, alguna pifia electrónica de mi ordenador y mis escasas habilidades con el entonces incipiente mundo de la informática hicieron que una buena parte de lo desarrollado se perdiera en las entrañas de los sistemas binarios. Da igual desde la perspectiva de los años pasados. Por ahí quedan los restos de varios centenares de páginas de análisis y de comentario, que acaso tengan salida y luz en algún momento, y el recuerdo de un crítico agudo y sabio, y de un creador que me deja algo frío en la lectura pero que, en todo caso, busca un lugar entre los mejores de la segunda mitad del siglo veinte. Subida al amor; Primavera de la muerte; Noche del sentid;, Invasión de la realidad; Oda en la ceniza; Las monedas contra la losa; Metáfora del desafuero; El ojo de la aguja; Canto de la salvación; El martillo en el yunque… son obras en las que el asturiano deshoja toda una visión humana, mezcla de elementos religiosos y de realidad sensitiva.
Copio, como homenaje, la primera parte del poema SALVACIÓN EN LA PALABRA, dedicado a Jorge Guillén, de su obra ODA EN LA CENIZA (1967):
“Dejad que la palabra haga su presa lóbrega,
se encarnice en la horrenda miseria
primaveral, hoce el destino, cual negra teología
corrupta.
                 Súbitas, algunas formas mortales,
dentro del soplo de aire
permanente e invicto.
la palabra del hombre, honradamente
pronunciada, es hermosa, aunque oscura,
es clara, aunque aprisione
el terror venidero.
Hagamos entre todos la palabra
grácil y fugitiva que salve del consuelo.
…Como burbuja leve la palabra
se alza en la noche, y permanece
cual una estrella fija entre las sombras”.


Dentro del siempre minoritario mundo de la creación poética, Bousoño ha ejercido magisterio en muchos de los creadores posteriores. Otro tanto ha ocurrido -creo que en mayor cantidad- en el mundo de la crítica literaria. Ya no estoy tan seguro de que hoy y en el futuro su suerte corra por el mismo sendero. Ojalá me equivoque porque su sapiencia se merece mejores resultados.