Mi memoria se pierde cuando busca
imágenes de alguno de los primeros años ochenta (o por ahí) y aparece un
borroso álbum de un tren que se despide para siempre, de una vía que se
convierte en vía muerta, de un desapego social en Béjar ante aquel hecho no
explicado; y llega también a la memoria algún escrito de protesta particular y
casi a escondidas. Hoy esos escritos tienen un valor testimonial más importante
y nostálgico.
Han transcurrido más de
treinta años desde aquellos últimos pitidos. Ya no hay esperas, ni subidas y
bajadas a la estación, ni mercancías que trasladar, ni revisores que avisen del
último minuto, ni traqueteos, ni humo en los túneles, ni últimos saludos con
besos en la mano.
Por el camino todo se ha ido
diluyendo en una espiral de humo y de olvido. En medio de los raíles, han ido
creciendo lentamente, sin prisas, sin obstáculos, árboles y arbustos de todo
tipo, hasta desdibujar las hendiduras y las estrecheces. Apenas si quedan
huellas en algunos tramos que permiten el paso a los caminantes más atrevidos, esos
que ahora realizan el trayecto a pie.
Se alzan voces que piden para
el futuro inmediato una vía verde despojada de impedimentos, un espacio libre
para el paseo llano y nostálgico. Menos es nada. Pero eso, si es, será en el
futuro. Con poco se conforma el pobre.
Cuando se cerró la vía,
alguien intentó dar alguna explicación de tipo económico: relación gastos-resultados.
Era difícil el mantenimiento del negocio con esos parámetros. Y el mundo es
cuentas solamente: lo demás son cuentos. Eso dice el sistema. Y el que no
quiera salirse de él tiene que apencar con cierta lógica comercial.
Ayer vi en imágenes la
inauguración de un tramo de vía para trenes de alta velocidad que unía con esta
fórmula rápida las ciudades de Palencia y de León con otras del norte y del centro
de España. A buenas horas. El sur y el este ya tienen estas comunicaciones desde
hace años. El mapa nos indica, con una simple mirada, que las zonas más ricas son
también las mejor comunicadas. Pero mira uno al oeste y la mirada se queda
petrificada. Menos mal que hace muy pocos años al menos han abierto una autovía
que surca de norte a sur y de sur a norte.
No sé si también en esto hay
regiones que se sienten “robadas” por las demás. Espero que, al menos, no sean
las que siempre protestan porque a mí las cuentas me salen al revés.
Será tal vez que yo no sé
echar cuentas ni mirar el mapa. Será.
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