Se
cumple el ciclo, se avizora el puerto, se acaba la singladura, se cierra el
período de sesiones. Pero la rueda de la fortuna sigue y hay que buscar nueva
tripulación para la nueva etapa.
La
democracia es un sistema de representación que exige andar con un ojo en el
presente y otro en el futuro pues, si el aspirante no ajusta sus cualidades a
la oportunidad y al perfil que se pide y que conviene socialmente en el
momento, ya se puede dar por preterido y olvidado. Como hay mucha gente que no
entiende la cosa pública si no es con su presencia en sitio visible, en estos
días se hacen acólitos de la frase bíblica aquella de la luz debajo del celemín
(porque ellos creen que son luz) y salen a las esquinas a ofrecerse como
salvadores del mundo, o más bien de sí mismos. Creo que, como en todo, hay
grados -nunca me gustó la equidistancia-, pero los ejemplos se hallan en todas
las formaciones políticas. En algunas ni se plantea otra cosa que no sea la
mano del líder, que pone y quita a su antojo, que bendice o maldice según
conveniencia personal.
Hoy
me topo con el caso de una diputada que había sido hasta la fecha cara visible,
en el Congreso y en los medios públicos, de un partido que se jactaba de poner
a caer de un burro tanto a PP como a PSOE. Así como si lloviera mansamente y
nada sucediera, en la próxima legislatura aparece como candidata en puesto de
salida del PSOE, de ese partido que tan mal lo estaba haciendo según ella y que
era el demonio con rabo, patas y azufre. Y lo hace como diputada del Congreso,
no como ayudante de cocina en una familia. El guiso se ha cocinado entre ella y
el secretario general socialista, Pedro Sánchez. La diputada es Irene Lozano.
Ni elección, ni un poco de pudor, ni disimulo, ni nada. Ordeno y mando. Vaya un
ejemplo para la militancia, para el resto de ciudadanos y para el desánimo del
personal.
No
quiero ser absoluto en nada, tampoco en esto. Estoy dispuesto a conceder
espacio a las excepciones justificadas y razonadas; pero la justificación la
conocerá y la verá quien la vea, yo me he quedado ciego y no observo nada que
no sea conveniencia, tic autoritario, concesión a la galería mediática, falta
de ética, olvido de las ideas y rebaja de proyecto. Esto por parte del PSOE.
Por parte de la “candidata”, falta de rigor, veleta al aire, vanidad personal,
asidero a un clavo ardiendo, contradicción en ideas (si es que las hay, las había,
las hubiera o las hubiese) y pérdida de cualquier resto de credibilidad. Por si
fuera poco, afirma que se adhiere al proyecto de Pedro Sánchez. O sea, que no
existe un proyecto socialista sino de una persona. Para echarse a temblar. Habrá
que mirar en qué se opone este proyecto al anterior, a ese que ella tanto
criticaba.
¿Qué
pensará la militancia socialista que ande interesada en figurar como
representante en las listas, que lleve media vida defendiendo esas ideas y que
se quede fuera por decisión de una persona?
Y
todo esto en una persona que al menos parecía seria y hasta normal. En estos
tiempos, por desgracia, hay que alabar lo que tendría que darse por supuesto en
la normalidad. La evolución en el pensamiento es signo de sabiduría, tanto en el
ahondamiento de ese pensamiento como en su modelado y hasta en el cambio del
mismo. Las caídas del caballo, los milagros repentinos y los nuevos conversos
siempre causan estupefacción y mucho descoloque.
¿Cuándo
se convencerá alguien de que una idea también se puede defender desde la cátedra,
desde el taller o desde cualquier otro sitio? Claro, se sale menos en los
medios de comunicación, y todos somos muñecos en esta feria de las vanidades en
que hemos convertido la vida. ¿Pero nadie va a predicar nunca que fuera de las
organizaciones políticas viven personas con la misma y con mucha más capacidad
que las que se matan por un plato de lentejas en unas listas cualesquiera?
Luego
se produce el desapego, se manifiestan el desánimo y hasta la abulia, se deja
ir la cosa pública como si no nos fuera nada en ello y cada cual se refugia en
su pequeño mundo tratando de que la tormenta no lo lleve por delante
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