HABLO CON LAS ESTATUAS
Caminar la
ciudad a paso lento
y mirarles la
cara a las estatuas
es ejercicio
sano y conveniente
cuando la
tarde cae. En sus ojos
duerme toda
la sed que ha ido quedando
del paso de
la gente por las calles:
sus voces,
sus silencios, las oscuras
ambiciones guardadas
en sus labios
y esa
tristeza gris que va envolviendo
los rincones donde
la luz se duerme.
Me gusta
hablar con ellas, con sus blancas
sonrisas y su
insistente calma.
Las abrazo y me
miran con su mirada cómplice;
ellas me dan
noticia de las pequeñas cosas
de esta
ciudad estrecha y perezosa
en que me
siento raro, extraño, solitario.
1 comentario:
Excelente poema y un disfrute escuchar los versos con la cadencia sosegada del poeta, en la plaza de Béjar. Gracias por tu cercanía, Antonio; siempre es muy grato coincidir en las palabras y en el ruido del tiempo.
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