No sé si ha
existido en el discurrir histórico algún fenómeno tan importante como ese que
englobamos bajo el paraguas genérico de INTERNET. Tengo la impresión de que ya
pocos dudan de que se trata de la revolución más importante que las clásicas:
industrial, agrícola… Todo ha quedado trastocado con esta infinita red de
comunicaciones, que nos ha puesto a todos en línea y en disposición de
respuesta y de intervención para que cualquiera nos escuche en el momento y
participe de la comunicación. Nunca como ahora la aldea es global.
Por supuesto,
pienso solo en ese período que, académicamente, llamamos Historia, para
distinguirla del impreciso y largo camino de la evolución, desde el big bang
hasta una hipotética confluencia final en una realidad indefinida. En este
camino más largo y apasionante todavía, sí se me ocurren algunos momentos aún
más luminosos que este de Internet. ¿Cómo no intentar imaginar -aunque sea solo
por debilísima aproximación- el momento en el que un ser viviente fue capaz de
descubrirse a sí mismo y de reflexionar acerca de su propia realidad o de su
propio significado en el proceso de la evolución? Ahí, exactamente ahí, comenzó
la verdadera vida, la vida de verdad, esa sí que fue la verdadera explosión nuclear
gigantesca. Desde ese momento, ya todo fue y será imparable, tanto en la
expresión hacia afuera como, sobre todo, hacia adentro, hacia el descubrimiento
del valor humano y de sus relaciones. Y, cuando se alzó al lenguaje como
elemento de fijación de la realidad y de comunicación de la misma, entonces ya
fue la octava del santo. Pero esto será para otra vez que abra la ventana.
Hoy había
echado el ojo a una nota clarificadora de este otro mundo de ahora mismo que
citaba al principio. También, a su manera, ha transformado las coordenadas de
la vida y ha revolucionado las magnitudes en las que nos hemos movido tradicionalmente.
Hasta aquí, el discurrir -con todas las salvedades posibles- ha sido lineal, el
tiempo y el espacio tenían su proceso y duración, y todo se describía y se
sujetaba a su poder absoluto. Los relieves de las cosas y sus definiciones no
podían huir de esa prisión del espacio y del tiempo.
¿Quién podría
negar que esas coordenadas, ahora, si no se han destruido, al menos han
adquirido una velocidad diferente, más plana y de dimensión simultánea? Alguien
ha apuntado una metáfora que hago mía porque me parece muy sugerente: Estamos
en un período de “modernidad líquida”. Todo se nos va de las manos en un relámpago
efímero y de múltiples luces, la Historia son ya momentos compuestos por
infinitas historias que se entrecruzan y ni se saludan en el espacio cibernético,
la aldea es más aldea o más ciudad total si se quiere mirar con otro prisma,
nadie anda oculto y casi nadie se conoce de verdad, y no hay lugar que esconda
sus encantos para solo unos pocos, las distancias se miden por segundos y ya no
por kilómetros, y todo anda flotando en superficie, como sin apoyatura ni bases
en las que anclarse con certeza y por tiempo.
Así puestas
las cosas, uno tiende a pensar si al abrir la ventana no ponemos camino hacia
una especie de conciencia universal parlanchina y multieje que bulle y se
evapora casi al mismo tiempo, hasta convertirse casi en una realidad realmente
gaseosa.
La cosa tiene
su busilis (in diebus illis)y ya hay muchas mentes que andan sobre el asunto. Yo solo apunto
esto que se le puede ocurrir a cualquiera, a los que andan más en red y a los
que se asoman con menos frecuencia, y siempre como apunte o índice en reserva
de desarrollo.
A uno le gustaría
participar en otra conciencia universal más reflexiva y vital, más de
encogimiento y de dirección interior que exterior, algo un poco más pesado y
menos leve, una conciencia universal hacia la que me gustaría que se encaminara
la evolución humana, en sentido ascendente y desde aquel luminoso momento en el
que descubrió que poseía el poder de la reflexión, de alzar la mirada hacia el
horizonte y tanto para dentro de sí mismo como para otras realidades más
amplias y colectivas.
Pero ya se
ve, aquí paso el rato sirviéndome de esta herramienta fantástica y
revolucionaria. Ojalá me sirviera para ahondar en la otra conciencia de la
reflexión y para incitar a otros a sumarse a ella.
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