domingo, 30 de agosto de 2015

LLUVIA EN AGOSTO


LLUVIA EN AGOSTO

La lluvia se hizo gris, se asomó al cielo
en busca de unas bocas desgastadas
por la fuerza sin tregua de la sed.
De pronto se aceró en el cielo todo,
se congregó el misterio en los cristales,
al sonido seguido de las gotas
tecleando el azogue y elevando
el asustado vaho que desde el suelo
se elevó como el humo hasta lo alto.

Era la hora del canto,
de dejarse llorar por esa lluvia
que llega emborronada hasta la tierra
para calar los huesos
y remover las frondas y los árboles.

Fue la blandura entonces,
la embriaguez absoluta,
el lento resbalar  por todo el cuerpo
la gasa que se suelta y canta libre,
la desnudez y el baile, la alegría

de todos los regalos de la lluvia.

miércoles, 26 de agosto de 2015

INTUICIONES


INTUICIONES

Andar el mejor camino:
el que me duele y me calma,
y me lleva hacia mí mismo.



Que siempre la herida sangre:
dolor que no sale fuera
es como puñal que arde.



Es buena la compañía,
no es mala la soledad.
Con ambas me quedaría.



El silencio dice tanto
como dicen las palabras.
Yo te contemplo y me callo.



Hasta la fuente venían
todas las aves del cielo
buscando tu compañía.
Yo volaba a ras de suelo.



Mi memoria en tu memoria
va dibujando en la tarde
recuerdos de amor y gloria.



Quisiera dejar mi alma
bajo un encinar dormida,
y que la noche la duerma

como se duerme a una niña.

martes, 25 de agosto de 2015

A RITMO DE POESÍA


Ángel González es uno de mis poetas favoritos. Leo y releo sus obras y me solazo en ellas con un gusto que renuevo en cada lectura. En él abrevo y de él tomo muchas sugerencias consciente o inconsciente de que lo hago. El libro “Palabra sobre palabra”, recopilación de buena parte de su obra, es casi libro de cabecera.
Creo que ya conozco bastante bien sus claves y que llego con facilidad a la esencia de sus composiciones y de su poesía en conjunto: ternura, ironía, nostalgia, ritmo marcado sobre todo en los adjetivos, descensos significativos en sus guiones, visión negativa de conjunto… Y tantas notas más, que dibujan un conjunto para mí muy atractivo, aunque desigual.
Pero quiero dejar constancia de una dificultad que, si bien es aplicable a cualquier lectura, en este caso se acentúa un poco, precisamente por el conocimiento del autor, de sus claves y de las lecturas y relecturas de sus obras. Cuando leo poemas de Ángel González, yo ya sé cuál es el mensaje que me va a transmitir y mis ojos y mi mente se dejan llevar y casi resbalar por lo ya conocido. La lectura, entonces, se acelera y tengo la impresión de que necesito remansarme más para gozar de las imágenes que en el poema se acumulan. Porque el poema tengo que hacerlo mío -y que me perdone Ángel González- para penetrarlo y para que termine siendo un pretexto para mi solaz, para mi contento o para mi enfado.
Sirva un ejemplo sencillísimo: “Cuando el músico guarda el violoncelo / en su negro sarcófago, / el cadáver de Dios huele a resina”. Es un breve poema que incluye el poeta en el apartado de Teoelegía y Moral. En solo tres versos, recoge una acción física rutinaria en un músico después de una actuación. Aporta dos metáforas de no difícil digestión: la funda del violoncelo convertida en “sarcófago”, y el propio violoncelo transformado en “cadáver de Dios”. Como en poemas anteriores el autor ha visitado el mundo de la música, ese cadáver de Dios me lleva sin dificultad al momento de la interpretación y a la música “divina” que produce el instrumento. La resina asociada al arco para tocar no presenta demasiados secretos.
Vale, enterado de todo. ¿Enterado de todo? De eso nada. Yo necesito tiempo para imaginarme algo del concierto en el que ese violoncelo produce música celestial. Y tengo que remansar mi voluntad y mis gustos en la armonía, en el intérprete, en el lugar físico, en los asistentes, en lo que me sugiera la música que creo estar oyendo, en el valor de esa música…
Necesito tiempo real, del de reloj. O que se pare el tiempo y no cuenten las horas sino solo la música.
Porque, para este momento, el poema ya es mío y solo mío, se ha metido en mí mismo y yo le he dado vida, desde mi gusto y desde mi imaginación. El texto es ya un pretexto para que yo me explaye en mis sentidos y en mi propia conciencia.
De modo que leo a Ángel González y se suman en mí los contrastes del gusto y de las prisas.
La lectura de poesía necesita definitivamente un ritmo reposado y lento, lejos de las prisas y de los ajetreos de cada día. Al menos la buena poesía: a la otra es mejor no dedicarle tiempo.

Por eso y por muchas cosas más me gusta decir que quiero comprar tiempo. 

lunes, 24 de agosto de 2015

INVITACIÓN II


INVITACIÓN II

Y si no encuentras paz en tu conciencia
ni sosiego en tu afán por la palabra,
dedícate con ánimo y con fuerza
al agradable gozo de nombrar.

Recupera en sus nombres esa extraña
fuerza con la que evocas su presencia
y así serán materia, luz y guía
para que el nombre vibre y haga un pacto
con ellos, con tu afán,

con el don creador de la palabra.

viernes, 21 de agosto de 2015

INVITACIÓN


INVITACIÓN

Deja tus días en calma y en sosiego
y contempla la luz que, desde el cielo,
se sorprende por verte tan contento
al cuidado gozoso de tus nietos.


Y olvídate del vértigo del tiempo.

miércoles, 19 de agosto de 2015

MIS OBRERITOS



El azar (a falta de otras precisiones) junta compañeros desconocidos y crea compañeros de viaje que jamás pensaron en subirse al mismo tren, el mismo día y a la misma hora. Entonces, esa especie de insistencia en la certeza te lleva a considerar algo que, si no, pasaría en tono gris y sin relieve.
1.- Hace menos de 48 horas mantenía una conversación nocturna en mi terraza que giraba en torno al valor, la función y la estructura de eso que se llama fuerzas de seguridad (guardia civil, policía, ejército).
2.- Ayer y esta misma mañana he dedicado unas horas a leer el libro de un teniente del ejército expedientado. El libro se llama “Código rojo”. Su autor es Luis Gonzalo Segura.
3.- Este mediodía he oído en un canal de televisión la noticia de que, en un pueblo cercano a Madrid, el ejército goza de un campo de golf gratuito o casi, y lo justifican como lugar para la convivencia y la cura del estrés. Así, como si nada.
Este asunto reconozco que me “pone”. Me pone nervioso, quiero decir. Todo viene de muy atrás y la explicación es un poco larga. Pero estamos en el siglo veintiuno y habría que suponer que algo tendríamos que haber evolucionado.
¿Cómo podría yo hacer entender a un capitán general cualquiera que no es más que un obrerito que trabaja a mi servicio, que vive de mis impuestos y que todo lo que tiene que hacer es servir su puesto con decencia, cobrar a fin de mes y someterse, como cualquier otro obrerito, a las vicisitudes que la vida nos va marcando a todos? ¡Un obrerito más, como otro cualquiera de la construcción o de la enseñanza! ¡Un obrerito más! Y, de ahí para abajo, todos en el mismo paquete: los mandos, los oficiales, los suboficiales, los soldados y el sursum corda.
Y yo también, por supuesto.
Y es que la estructura piramidal en la que se mueven no les facilita mucho la labor; más bien acentúa esa marca de separación y de ordeno y mando que conduce a tantos desaguisados ocultos que parece que da miedo mentar.
El libro de Luis Gonzalo, “Código rojo”, me parece que tiene escaso valor literario, pero presenta una panoplia de elementos y de casos, apenas disimulados, de encubrimientos, de sobornos y de laminación de casi cualquier derecho, que no hacen otra cosa que certificar esa opinión negativa que aquí se apunta.

Y se apunta hacia lo peligroso de la estructura, no de las personas en particular, entre las que seguramente habrá gente cabal y gente poco recomendable, como en cualquier otra profesión. Lo malo es que, en ese camino de desajustes y de acciones inconfesables, se deja en el olvido tal vez a parte de lo mejor de la energía y de las personas que no se someten a tanto ordeno y mando sin control. Las últimas palabras del personaje Guillermo son estas: “Notó desangrarse la escasa literatura que le quedaba y cómo una intensa sensación de derrota rellenaba todas las arterias de su cuerpo hasta llegar a su propio corazón. “El triunfo de los mediocres”, se dijo cercenado, sin saber si sería capaz de dar un paso más en el endemoniado universo en el que habitaba. “Es el inevitable triunfo de los mediocres”.

martes, 18 de agosto de 2015

LE BUSCARÉ UN CONTEXTO


Uno de los recursos más utilizados por cualquier creador poético es el de la METÁFORA. Pero su uso no es exclusivo del poeta; son usuarios los novelistas, los predicadores, los músicos…, y cualquiera de los humanos en el habla de cada día. La única diferencia entre el hablante de la calle y el creador lírico es el de la abundancia y el de la consciencia en el uso de este recurso que multiplica la realidad y la transforma de manera absolutamente milagrosa. El ratón de las mesas de ordenador, como palabra, no es más que una metáfora sencilla y de andar por casa, que no engrandece a nadie en su uso ni en su abuso… Somos, pues, todos fabricantes y usuarios de metáforas, aunque no todos seamos creadores literarios.
Algo diferente es su definición exacta, su catalogación, su taxonomía, sus variantes, sus gradaciones…; ahí el mundo se hace complejo y confuso, y su dominio ya es negocio de particular juicio. Cuando me toca hablar de ella, de manera general, me gusta nombrarla simbólicamente reina de la fiesta, de la fiesta de la creación literaria, por supuesto. Hay muchísimos recursos más que acompañan formalmente en la concreción de la idea en la literatura, pero esta es amplia, llamativa, hermosa, altiva, sorprendente…
Practicar un ejercicio de metáforas es como hacer manos en el piano o en la guitarra, como entrenar antes de la carrera, o como tomar unos entrantes antes de una buena cena. Después hay que situarlas en el texto, pues ni esta reina sirve ni se exhibe si no es en un contexto determinado; pero los hallazgos pueden ser individuales y silenciosos, aislados e inesperados. Con algún hallazgo de este tipo, sea en forma individual o en un texto amplio, el creador ya se siente aprovechado, se alza como un pequeño dios y alcanza la satisfacción que se produce cuando ha surgido algo que hasta ese momento estaba oculto y olvidado, “esperando la mano de nieve…”
Siempre quedan espacio y realidad como para dar con algo desconocido, pero lo normal es la humildad y la conformidad con el uso no demasiado manido de la metáfora; y hasta con la satisfacción y el orgullo de repetir lo que otros antes han expresado con aquella metáfora que al creador le haya producido satisfacción. “Nuestras vida son los ríos que van a dar…” ¿Por qué no sentirse contento con repetir su uso, por ejemplo? ¿O “la tarde” como declinar de tanta cosas?
Y para la clase siguiente se pueden dejar los tipos y los detalles: A, B; B, A; A de B; B de A; A es B; metáforas con relativo; metáforas con verbos… U otros de tipo conceptual: Vivificación y humanización; Deshumanización (hacia lo animal, hacia lo vegetal, hacia lo mineral); Abstracción de lo concreto; Imagen cinestésica; Imagen desrealizadora; Imágenes de lo cotidiano; Imágenes religiosas…
Hace un par de días, un teórico y creador de la literatura me decía, en plena cima de la sierra de Béjar y casi entre la niebla que se había asomado a la Ceja, que no era posible andar mezclado en el mundo de enseñanza de la literatura sin escribir y crear algo, y que no hay mejor forma de enseñar qué es una metáfora que creando alguna. No me descubría nada que no firmara yo mismo.
Así que intentemos un ejemplo para salir hoy de la ventana predicando con el ejemplo: “Tus labios de silencio alborozado”. No le pongo destinataria porque entonces se estropea el misterio y no hay ni metáfora ni nada que merezca la pena en la creación, pues sin pálpito y conmoción no importa nada más. Pero se verá que hemos ido desde lo concreto (“labios”), hacia lo abstracto (“silencio alborozado”).

Le buscaré un contexto. Pero será otro día.

sábado, 15 de agosto de 2015

EN LA CIMA DEL CALVITERO


EN LA CIMA DEL CALVITERO

Aquí la piedra vive y se solaza
en perpetua y rotunda soledad,
la luz es primigenia y llega niña
desde bóvedas altas siempre limpias,
el mar se redescubre entre los ecos
que forman las lagunas y la nieve
es vecina del viento y del misterio.

En esta ara gigante en la que el tiempo
ha perdido su ritmo reflexivo
y el espacio no sabe de horizontes,
yo soy un simple acólito del viento,
estoy a lo que diga la incipiente
noticia de la luz que me reinventa
haciéndome más frágil y más diáfano.

¿Qué hacen aquí mis manos y mi cuerpo?
¿Qué pide mi zozobra? ¿Qué latidos
se asoman a la voz de mi conciencia?
Aquí, cerca del cielo, soy materia
que viene navegando  por la historia
de todas las historias,
soy piedra y vegetal, soy un producto
que mira cara a cara el universo,
esa patria común en la que todo
se acoge, se esclarece, se remansa.

Soy nada frente al todo y todo ante la nada.

viernes, 14 de agosto de 2015

LOS LIBROS ME LEEN




Me encuentro, sin quererlo, haciendo relecturas de unas obras que en su día me enseñaron mucho. Lo hago inconscientemente, pero descubro pronto que casi siempre acierto. La buena obra  -ya se ha dicho- es la que pide una nueva lectura. Y -añado yo- aquella que se enseña nueva y novedosa en cada nueva ocasión que se revisa.
A estas alturas de la vida yo ya no sé muy bien si leo los libros o si los libros me leen a mí. Porque un libro no es otra cosa que una huida a empujones de la vida, una hartura del tono sin sustancia que marca el diapasón de cada día para que otros sones se arranquen y se suban al coro y se profanen.
Porque a ratos es bueno que uno se dé de baja de sí mismo, quiero decir de aquel que es a la vista de todos los demás en el andar mostrenco de los días, y se deje llevar por la conciencia que se va abriendo en las páginas del texto. El que escribe, lo mismo que el que lee con ojos afilados, se va moldeando lento con el desarrollo de la idea que el libro le ofrece. El asunto se ve mejor cuando se crea que cuando se lee, pero la lectura también es creación y ninguna obra es completa si no es con el añadido de los lectores, con esas connotaciones y con esos hallazgos que el autor ni sabe que sabía ni ha de saberlo nunca. La creación es siempre un buen proceso en marcha, un grado de atención que te moldea todo, que cuaja en tu visión y en tus costumbres, que nunca te permite quedarte indiferente, que te invita a impacientarte y a revisarte en cada hoja, a cambiarte, si sudas, de camisa, y a no perder el tono ni la musculatura. Uno lee en compañía de cualquier creador y lo ve trabajando, esforzándose o dejándose llevar por la corriente de lo que el relato le va solicitando. Y, con frecuencia, uno le riñe o le aplaude, le cambia la visión, le aconseja que anule cualquier cosa o que se demore y le dé más partido a aquel otro personaje que te agrada. A veces, hasta se entra en diálogo de corrección formal, y se discute acaloradamente, y se señalan fallos, y se aplauden hallazgos, y  se descansa juntos y se suda a la vez. Al final del proceso, uno ha perdido la cuenta de casi todo y nota que es más cierto que la creación y la lectura ponen como unos hitos para que el camino no se pierda y terminan por señalar un sendero en el que va la vida a trompicones, pero con un eje y unas coordenadas que te mantienen erguido mirando al horizonte. Nadie sabe si viendo las estrellas o dibujando luces en las sombras.
Una buena página (leída o escrita: poco importa) te limpia de ti mismo, te pone ante el espejo de la vida, te confiesa en silencio, te destruye o te calma, te empuja hacia otra vida diferente, te cura y te dispone a otra sustancia, te cambia de nivel…
Las obras que me leen, que me retratan siempre, que me dicen en alto lo que soy y aquello que, si quiero, puedo llegar a ser. A mí ya, lo confieso, me han leído mucho, las obras que he leído y las páginas que he escrito. Tengo rota la piel de ese desgaste, ya no me queda sitio para el pudor ni para esconderme de nada. Es “cuanto sé de mí”.
De momento, porque la obra sigue en marcha.


Y es día de aniversario, de ruptura del ritmo de la vida para sentirse en muerte, esa muerte que solo se vive en la vida pues en la muerte nada se puede vivir. Que la vida se viva también en el recuerdo. Dieciocho años ya. Con mayoría de edad y el tiempo que no es tiempo ya en la muerte. Tampoco en el recuerdo si persiste. 

jueves, 13 de agosto de 2015

OTRA MIRADA


OTRA MIRADA

Quisiera registrar el patrimonio
de una mirada transparente y líquida
que me permite ver la maravilla
de esa carrera extraordinaria y lúcida
desde el más simple afán de la materia
hasta el complejo mundo que me habita.

Quisiera ser la flecha que amoriza
la línea desigual del horizonte,
ese portal que apunta al infinito,
y reclama un empuje colectivo
que dé feliz razón de la existencia
y alivie los tormentos de la soledad.

Porque vengo del polvo y soy materia
que, tras largo y fructífero camino,
 se ha sorprendido firme, se ha mirado,
ha descubierto su poder y, atónita
por su capacidad de reflexión,
se ha quedado en silencio y ha llorado;
después ha suplicado por que todos,
con gesto fraternal y colectivo,
se alzaran como el vuelo de las águilas
hasta el más alto cielo en donde habita
la más alta conciencia universal.

El último sentido de las fuerzas
de la piedra y del musgo; la certeza
del valor de las ramas, del insecto,
de todo lo que vive y es materia
sencilla y permanente.

La dirección perfecta, el desenlace
de mi pulsión continua, el arrebato
de todos mis pesares, el misterio
deshecho en claridad y en plenitud,

la mirada de todas las miradas.

miércoles, 12 de agosto de 2015

AIRIÑOS DA MIÑA TERRA



Me parecen muy osadas las afirmaciones que aseguran características especiales a comunidades humanas específicas. Así, los alemanes son esto o lo otro, o los españoles se comportan así o asao. Lo mismo sucede con las distintas lenguas.
Sin embargo, algo de eso hay. Tómense, pues, estas afirmaciones con cuidado, pero estúdiense y aplíquense con tacto y tino.
Hoy he experimentado algo de esto en lo que se refiere a dos lenguas, la gallega y la castellana. Nadie puede negar que cada lengua posee su fonética, su distribución vocálica y consonántica, su entonación, sus silencios y sus períodos, su distribución semántica… Una visión, en suma, particular de aprehender el mundo y de cifrarlo en un sistema de comunicación.
He leído de nuevo a Rosalía de Castro. Y lo he hecho en gallego y en castellano (su producción abarca ambos registros). Y qué diferencia he sentido al pasar del gallego al castellano. Tengo que reconocer que, en la lengua común castellana, se me cae de las manos la autora gallega; sobre todo después de degustar la melancolía fonética y ambiental de sus ensoñaciones en gallego. Porque a Rosalía hay que leerla en voz alta y entonar los sueños y las brumas también de forma brumosa. Su melancolía personal, su visión negativa y ese poso de tristeza continua no son posibles sin un paisaje fónico y de color que los acoja.
Para mi desgracia, yo no creo que Rosalía sea una poetisa excepcional, y me parece que casi nunca despega del ambiente rural neblinoso y sentimental. Pero esto lo hace tan bien… No me extraña que los gallegos la quieran tanto y que cualquiera que se acerque a ella la sienta cercana hasta un sentimiento parecido al de la compasión
Pero hoy solo quiero dejar constancia de ese contraste que me golpea cuando dejo el gallego como lengua y paso de registro al castellano en Rosalía. Esta melancolía fónica del gallego pone también distancia a la naturaleza, a los amores y a los paisajes. Y, en medio de todos ellos, la poetisa doliente y pesimista. En castellano ya todo se le hace más brusco y cerrado, más golpeado y más simétrico, más versal y  menos vaporoso. La época de ensalzamiento de lo regional en la que vivió tal vez hizo el resto.
Por eso me quedo con versos en gallego para honrarla:



“Corre o vento, o río pasa,
corren nubes, nubes corren
camiño da miña casa.

Miña casa, meu abrigo;
vanse todos, eu me quedo
sin compaña nin amigo.

Eu me quedo contemprando
as laradas das casiñas


por quen vivo suspirando.

Ven a noite, morre o día,
as campanas tocan lonxe
o tocar da Ave María.

Elas tocan pra que rece;
eu non rezo, que os saloucos
afogándome parece
que por min tén que rezar.

Campanas de Bastabales,
cando vos oio tocar,

mórrome de soidades”. 

martes, 11 de agosto de 2015

DOS CONCIENCIAS DIFERENTES


No sé si ha existido en el discurrir histórico algún fenómeno tan importante como ese que englobamos bajo el paraguas genérico de INTERNET. Tengo la impresión de que ya pocos dudan de que se trata de la revolución más importante que las clásicas: industrial, agrícola… Todo ha quedado trastocado con esta infinita red de comunicaciones, que nos ha puesto a todos en línea y en disposición de respuesta y de intervención para que cualquiera nos escuche en el momento y participe de la comunicación. Nunca como ahora la aldea es global.

Por supuesto, pienso solo en ese período que, académicamente, llamamos Historia, para distinguirla del impreciso y largo camino de la evolución, desde el big bang hasta una hipotética confluencia final en una realidad indefinida. En este camino más largo y apasionante todavía, sí se me ocurren algunos momentos aún más luminosos que este de Internet. ¿Cómo no intentar imaginar -aunque sea solo por debilísima aproximación- el momento en el que un ser viviente fue capaz de descubrirse a sí mismo y de reflexionar acerca de su propia realidad o de su propio significado en el proceso de la evolución? Ahí, exactamente ahí, comenzó la verdadera vida, la vida de verdad, esa sí que fue la verdadera explosión nuclear gigantesca. Desde ese momento, ya todo fue y será imparable, tanto en la expresión hacia afuera como, sobre todo, hacia adentro, hacia el descubrimiento del valor humano y de sus relaciones. Y, cuando se alzó al lenguaje como elemento de fijación de la realidad y de comunicación de la misma, entonces ya fue la octava del santo. Pero esto será para otra vez que abra la ventana.

Hoy había echado el ojo a una nota clarificadora de este otro mundo de ahora mismo que citaba al principio. También, a su manera, ha transformado las coordenadas de la vida y ha revolucionado las magnitudes en las que nos hemos movido tradicionalmente. Hasta aquí, el discurrir -con todas las salvedades posibles- ha sido lineal, el tiempo y el espacio tenían su proceso y duración, y todo se describía y se sujetaba a su poder absoluto. Los relieves de las cosas y sus definiciones no podían huir de esa prisión del espacio y del tiempo.
¿Quién podría negar que esas coordenadas, ahora, si no se han destruido, al menos han adquirido una velocidad diferente, más plana y de dimensión simultánea? Alguien ha apuntado una metáfora que hago mía porque me parece muy sugerente: Estamos en un período de “modernidad líquida”. Todo se nos va de las manos en un relámpago efímero y de múltiples luces, la Historia son ya momentos compuestos por infinitas historias que se entrecruzan y ni se saludan en el espacio cibernético, la aldea es más aldea o más ciudad total si se quiere mirar con otro prisma, nadie anda oculto y casi nadie se conoce de verdad, y no hay lugar que esconda sus encantos para solo unos pocos, las distancias se miden por segundos y ya no por kilómetros, y todo anda flotando en superficie, como sin apoyatura ni bases en las que anclarse con certeza y por tiempo.
Así puestas las cosas, uno tiende a pensar si al abrir la ventana no ponemos camino hacia una especie de conciencia universal parlanchina y multieje que bulle y se evapora casi al mismo tiempo, hasta convertirse casi en una realidad realmente gaseosa.
La cosa tiene su busilis (in diebus illis)y ya hay muchas mentes que andan sobre el asunto. Yo solo apunto esto que se le puede ocurrir a cualquiera, a los que andan más en red y a los que se asoman con menos frecuencia, y siempre como apunte o índice en reserva de desarrollo.

A uno le gustaría participar en otra conciencia universal más reflexiva y vital, más de encogimiento y de dirección interior que exterior, algo un poco más pesado y menos leve, una conciencia universal hacia la que me gustaría que se encaminara la evolución humana, en sentido ascendente y desde aquel luminoso momento en el que descubrió que poseía el poder de la reflexión, de alzar la mirada hacia el horizonte y tanto para dentro de sí mismo como para otras realidades más amplias y colectivas.

Pero ya se ve, aquí paso el rato sirviéndome de esta herramienta fantástica y revolucionaria. Ojalá me sirviera para ahondar en la otra conciencia de la reflexión y para incitar a otros a sumarse a ella.

lunes, 10 de agosto de 2015

LOS ESTRATEGAS DE GUARDIA


             
Supongo que en estos días de asueto general, alguien habrá quedado de guardia pensando en cómo hacer frente a la mayor dificultad que se le ha presentado a esta piel de toro peninsular en las últimas tres centurias, exceptuando tal vez las guerras. Se trata del asunto catalán y todas sus implicaciones y consecuencias. La suerte parece que está echada y las cartas andan repartidas para empezar a pujar, a envidar y a echar órdago a todos los palos del mus.
Ojalá la solución sea la mejor para todos, aunque no parece que el horizonte se muestre limpio sino lleno de nubes que amenazan tormenta.
El asunto viene de lejos y la cuerda se ha estirado tantas veces, que, ahora, cualquier descuido la rompe en trozos. Las leyes regulan la convivencia de las comunidades, pero solo lo pueden hacer de manera satisfactoria cuando esa convivencia existe con anterioridad y los individuos que componen esa comunidad se han mostrado conformes y hasta ilusionados en hacer efectiva una sociedad de intereses y de ilusiones. De otra manera, el derecho es solo imposición y poco soluciona a largo plazo. No hay pueblo que se mueva si no es con alguna ilusión común, con algún proyecto colectivo y sin algo de orgullo por pertenecer a esa sociedad. Y todo esto se logra en el día a día, en la suma de pequeñas cosas, en la valoración de los símbolos, en la explicación común de la historia, en algunas prácticas compartidas con calor…
La historia de esta piel de toro más bien da muestras continuas de todo lo contrario. Aquí todos hemos sacado pecho en la separación y nos hemos alegrado poco en lo común. Hemos formado poca sociedad, poca historia común. Hemos atizado continuamente el fuego de lo particular y de la distinción, de lo singular frente a lo más amplio y general. Y no habría muchas posibilidades de contrarrestar estos hechos si los que los practican lo hicieran con serenidad y sin exclusiones, con un poco de humildad y sin demasiadas exhibiciones. ¿Quién puede entrar en los sentimientos de cada uno?
Pero no es menos cierto que todo se cultiva o se deja en baldío, se enciende o se apaga, se agranda o se empequeñece, se idealiza o se vulgariza, se transforma en aristocrático o en mostrenco y grosero. En términos jurídicos, se podría decir que la costumbre termina haciendo ley natural colectiva, esa que luego acoge sin dificultad los preceptos de la ley positiva si se ajusta a desarrollar la primera.
Lo contrario es más complicado, pues, desde la ley, resulta difícil la imposición antinatural. El período de transformación de la ley en costumbre, de ver algo extraño como algo espontáneo en lo que la conciencia de esa imposición se haya perdido, resulta mucho más largo y siempre deja un poso de desconfianza entre los ciudadanos.
Cada cual tendrá que examinar su función y tendrá que dar cuentas de la actitud que haya mantenido, no ahora, sino durante todo el pasado.
Nunca he comprendido los nacionalismos, pero tampoco los quiero negar, sobre todo si el sentimiento es espontáneo y no forzado, si no es producto de resentimientos y mucho menos de episodios mal entendidos y peor explicados. A nadie se le puede obligar a sentarse a una mesa en la que no quiere participar. Pero, si me excluyen, tampoco pueden pedirme que me alegre y que baile la sardana. La sociedad, o la hacemos desde la buena voluntad y desde el empeño común, desde un futuro compartido con alegría y sin reticencias, o lo dejamos para mejor ocasión.

La estrategia es siempre ocasional, pertenece a las soluciones momentáneas. No sé en qué estarán pensando los estrategas de uno y otro bando. La sociedad se construye día a día y tiene plazos largos y mucho más fructíferos; y esa la tenemos que construir entre todos desde la convivencia positiva. Andan los tiempos revueltos para casar las dos posibilidades. Veremos.

domingo, 9 de agosto de 2015

UNDE SAPIENTIA VENIT



UNDE SAPIENTIA VENIT

En medio del silencio te adivino
mejor que en el fragor de multitudes
y, mudo, son más claras mis palabras
que si a voces te llamo y me contestas.

Déjame que descubra tu presencia
sin que rompa el misterio que me ofreces
para entenderte honda y verdadera,
más allá de la noche de los tiempos.

Si he de hablar, que mi boca
llame suave al secreto de tu puerta,
lugar para feliz  conocimiento.

Unde sapientia venit, ibi lux.

viernes, 7 de agosto de 2015

TENGO DERECHO Y BASTA


Hoy vuelvo a esta ventana con la constancia exacta y repetida de la nostalgia a cuestas. Sé lo que me va a suceder cada vez que se repiten los hechos y no sé cómo remediarlo. Y tal vez es que no tengo ningún interés en aliviarme.
Han estado con nosotros mis hijos. ¡Y han estado mis nietos! Y yo he sido feliz en estos días como se es realmente feliz, con esa sensación a flor de piel de que nada debería cambiar, de que todo está bien como está, de que el mundo, ahora, realmente, está bien hecho, con esa placidez de las horas sin fronteras y con la seguridad de que uno lo ve, lo vive y lo goza como no se puede gozar de otra manera. Rubén ya ha descubierto que el espacio es para conquistarlo y me ha obligado a acompañarlo de la manita (ya solo de una mano pues se siente con fuerzas suficientes para no darme la otra) por todos los pasillos de la casa. Pronto descubrirá solo las esquinas y las habitaciones con sus pasitos tiernos, pero ahora todavía me
pide que lo lleve de la mano, de su manita endeble y asustada. Cuando se la ofrezco, él se siente seguro y hasta ríe alocado y descuidado, dando pasos sin cuento por un sitio y por otro, descubriéndose por primera vez en los espejos y dando vueltas sin fin sobre sí mismo. Sara, entretanto, nos mira y se sonríe, ella que es ya una moza con sus seis años hermosos y esa cara de rosa a la que encienden sus ojos tan brillantes. Tengo la sensación de que ella también quiere que le dé la mano, como se la di cuando echó a andar, también en estos pasillos de mi casa. Juntos hemos reído y hemos andado por túneles y senderos, en busca de árboles centenarios, hemos hecho aguadillas seguidas en la piscina grande y en la chica, hemos contado cuentos en la noche y hemos jugado siempre a cualquier cosa.
Y yo los he mirado tantas veces sin que ellos lo notaran… Yo, sencillamente, soy muy feliz con mi familia y con los míos. No aspiro a nada más ni a nada menos. Y bien podría morirme sin tristeza si no fuera porque en ese momento prescindiré de ellos, que son todo lo que atesoro y quiero.
Por eso me derrumbo cuando me dejan solo y se van a sus casas. Y hoy ando un poco deshabitado y triste, como desmadejado y sin tono. Se lo decía a mi esposa esta mañana: No es bueno encariñarse demasiado con nada porque, cuando falta, el desalojo y la añoranza se vuelven más densas y difíciles. Pero, ¿no voy a poder hacer esto con mis nietos y con mis hijos? Si este es el precio, a pagar al contado y a consumir, que pronto habrá que volver a comprar.

Y eso que los tengo a tiro de piedra, con coche de por medio. No tengo perdón. Ni nadie tiene la obligación de aguantarme en mis desahogos. Pero es que son los míos, y yo los quiero mucho. Y no tengo por qué razonar nada. Tengo derecho a decirlo y basta. Pues eso.