miércoles, 3 de junio de 2015

VAMOS: ES LA HORA


“!Vamos: es la hora!”. Cada día una voz familiar me recuerda que el reloj me invita a que me incorpore, a que me ponga en pie y a que actúe. El reloj no duda, pero yo sí, pues en esos momentos me encuentro en una situación indefinida, pendulona y en duermevela.
Apenas me incorporo, levanto con cuidado la persiana y el sol me invade con toda su potencia. Es la señal del día, es la certeza de que la vida sigue, es la conminación a actuar y al movimiento.
Las noches son espacios intermedios en los que todo vuelve a esa relajación en la que algo se desprende de las cosas para quedarse en el olvido o en la habitación cerrada del sueño. Parece como si cualquier hecho del día necesitara de un reposo, de un repensarse a sí mismo para lavarse y ponerse otra vez presentable. O tal vez para reafirmarse y calzarse con los zapatos definitivos que lo mantengan firme y en pie. El caso es que, durante el sueño de la noche, todo se deshilvana un poco y se reconduce por unas leyes nuevas.
Cuando me levanto y abro la persiana, descubro las mismas cosas en los mismos sitios: el sol ya despuntando por el horizonte, el río y la montaña frente a mí, las calles y algún despistado caminante que apenas se dibuja allá lejos. Después, los mismos hechos repetidos de cada día; y en la calle y en el paseo por el campo, los mismos elementos, en los mismos tiempos y en los mismos espacios: las gentes que pasean en el parque, los trabajadores de la limpieza, los coches que descienden por la carretera presurosos porque tal vez llegan con el tiempo justo para empezar sus tareas o para dejar a los niños en el colegio, las fuentes y los árboles, los pájaros y el viento, el horizonte limpio y el silencio sonoro de la naturaleza… Todo sigue en estado de revista y en su sitio.
¿Y yo? ¿Soy yo el mismo de ayer y el mismo de cada día? Me paro a pensar y a veces incito a dialogar a todos los otros elementos que me rodean. Tiene que haber algo de cambio y de permanencia. El sueño de la noche me ha lavado por dentro, me ha serenado la conciencia y me ha permitido hacer un alto en el camino. La mañana, también desde mi somnolencia, me vuelve hacia mí mismo y hacia las cosas todas. Las vuelvo a ver y apenas las saludo pensando que solo ha sido un momento el que las he dejado solas y ellas a mí, como si nos hubiéramos concedido un respiro de amigos para seguir después con el mismo empeño o tal vez con la misma monotonía.
Poco a poco, mi conciencia se va reafirmando y se va esclareciendo. En ese revivir, siempre encuentro alguna arista nueva entre las cosas. Son las mismas de ayer pero hay algo indefinido que resulta nuevo, que me hace pensar que es otro el día, distinto y singular. Tal vez todo sea una ilusión de mi conciencia que no resiste la monotonía de lo repetido.
¿Qué pensarán las cosas de mí cuando me ven después del sueño de la noche? ¿Me verán siempre el mismo y lo mismo? ¿Estaré presentable? “Qué aburrido”, dirán si no hay algo en mí que las atraiga y que les llame la atención. Aunque solo sea un pequeño detalle, cualquier cosa diminuta y sencilla, algo que sirva para trabar de nuevo la amistad y el diálogo de los días anteriores.
El sueño purifica (y tal vez puerifica). Yo quisiera renacer con la luz cada mañana, después de someterme a la ducha del sueño y a la reparación de mis sentidos. Me cuesta ponerme en forma, pues mi cuerpo se aficiona lentamente al roce de las cosas, a la nueva luz del día, a la novedad de las mismas cosas pero con camisa nueva.
Cuando me incorporo, me miro y me sorprendo en semisueño, dudoso de mí mimo, extraño y viejo amigo, el de siempre y el que quiere descubrir de nuevo el mundo. La luz y el día me aguardan. Y las cosas son otras y son siempre las mismas. ¡”Vamos: ya es la hora!”. Pues venga, vamos. Es otro nuevo día y el sueño de otra noche está aún muy lejos. MI mente se descubre poco a poco y se vuelve conciencia. Hasta el próximo sueño

1 comentario:

Gelu dijo...

Buenas noches, profesor Gutiérrez Turrión:

Al leer en su texto ...”Cuando me levanto y abro la persiana”... me llevó a preparar una entrada, de las varias que dedicaré a José Sánchez Rojas

Un abrazo

P.D.: Con retraso, felicidades a su preciosa nieta.