lunes, 29 de junio de 2015

ESOS OTROS DÍAS


La práctica y la experiencia personal me enseñan reiteradamente que, cuando uno anda ocupado en asuntos que implican actividad externa, y esta, además, se realiza con gusto, la creación espera pacientemente hasta que el tiempo vuelve a dejarte en soledad y en rutina, en espacios aislados y en ritmos personales.
Mis hijos y mis nietos han estado conmigo durante unos breves días (siempre son breves para mí). Y… no he sentido ninguna necesidad de sentarme ante el ordenador para expresar ningún esbozo de idea. Todo se me ha ido en ellos y con ellos; en verlos tan alegres y contentos; en sentir que la vida les sonríe, y a mí con ellos; en constatar que el tiempo sigue inexorable su camino y los va conformando sin grandes sorpresas, salvo la de su hermosura y sus ansias por abrirse a la busca del misterio; en comprobar también que no es el mismo el ritmo en el que andamos corriendo los mortales, y en que hay que acompasar esos empujes para alcanzar un poco de armonía… En fin, en ver que la vida sigue y que te toca de manera intensa y que tú le tienes que estar agradecido sin dobleces.
¿Cómo imaginar un beso con los cientos que yo les he dado a mis nietos, Rubén y Sara, durante estos días? Cualquier simulación en la palabra sería demasiado pobre. ¿Para qué imaginar cualquier comida si he compartido todo en la mesa abastada de mi terraza? ¿Qué podría decir de cualquier niño si he andado mucho rato en el balbuceo de Rubén, en su deseo continuo de intentar los primeros pasos por los pasillos, en la complacencia de Sara en sus palabras, en sus dibujos o en sus ratos intensos de piscina? ¿Qué tengo yo que decirle a la vida si a quien antes tengo que decírselo es a mis hijos y los he tenido al lado para hacerlo? ¿Y cómo ver más feliz a Nena en su agotamiento que entre sus hijos y sus nietos también?
No, no. Vivir es la mejor escritura. Sobre todo si se vive con intensidad y la vida te permite alguna sensación que se parezca a eso que llamamos la felicidad. Es verdad que la creación te ofrece el privilegio de hacer crecer la vida a tu antojo y a tu sola medida y conveniencia. Tampoco es menos cierto que en la creación a nadie molestas pues todo es el producto de la imaginación y tú allí lo eres todo para dolerte y para gozarte.
Pero esa realidad de estos últimos días en mucho se parece a esa otra tan libre de la imaginación. A mí me ha la robado totalmente y yo en nada he sentido su falta ni su ausencia.
En realidad hoy la echo en falta y me refugio en esta de mi creación propia. Solo, con tiempo caluroso, con el silencio oscuro del pasillo donde ayer Rubén ensayaba sus pasos con mi ayuda, donde Sara cantaba sin complejos y donde todos íbamos de un sitio para otro sabiéndonos muy cerca.

Para tenerlos cerca hoy me apoyo en el débil valor de la palabra. Menos mal que su pobreza se ve mejorada con el deseo de que pronto se pueblen de nuevo los pasillos y yo deje las teclas otro poco. Mientras tanto, los traeré en mis palabras para que me hagan compañía y pueda pasar con más empeño estos calores densos que me agobian y me dejan tocado y apocado. 

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