Movemos las acciones humanas
con lemas y con tópicos; ellos nos salvan, desde su verdad o desde su mentira,
de la explicación y la glosa, que nos harían la vida insoportable y no nos
permitirían avanzar en la comunicación y en la acción. La república (hoy es su
aniversario), la monarquía, el líder, la centralización, el nacionalismo… Todos
son términos y palabras imprecisas que cuelgan en la cartelera como reclamo y
como banderín de enganche.
Este es un año electoral desde
principio a fin y en todos los niveles y ambientes se abusará de los tópicos y
de las frases hechas. A los medios de comunicación se les facilita todo con
estas imprecisiones para que así puedan llenar páginas tanto a favor como en
contra, teniendo siempre verdad y pudiendo poner a caer de un burro al de un
lado y al del otro. Es la vieja teoría, que tan bien funciona, de crear héroes,
ponerles cara, y después usarlos y tirarlos cuando se han gastado. Hay medios
que se han forrado con esta estrategia.
Algunos a mí me llaman
especialmente la atención. Esbozaré tres ejemplos.
El primero es redundante en el
ámbito en el que me muevo, el de esta ciudad estrecha llamada Béjar. La derecha
ha repetido siempre, y lo seguirá haciendo, esta frase: “Hechos, no palabras”.
Lo reitera de forma machacona por dos razones tan evidentes como engañosas:
todo lo que se realiza cuando se gobierna tiene el sello del equipo que
gobierna, lo haya hecho o impulsado, o no lo haya hecho; además, si no se cree
en los conceptos y en las palabras que los explicitan, o sea, si no se tienen
ideas sino intereses, ¿cómo se va a defender la palabra?
El segundo me lleva a
Andalucía. El lema que lució el PSOE, partido en cuyo territorio yo me muevo
con algo más de proximidad, fue el siguiente: “Andalucía con Susana”. Me
pregunto ingenuamente si es que Susana, o Susanita, tiene algún ratón, un ratón
chiquitín, que como chocolate y turrón y bolitas de anís. ¿Pero cómo se puede
airear la sumisión de una región amplísima a lo que diga o piense una mujer? Eso
no se lo ofrecieron ni a Jesucristo, ni a Buda, ni a Cristo que lo fundó. ¿Pero
qué tiene esta mujer?, ¿resucita a los muertos?, ¿convierte el vino en agua?...
¿No será más bien Susana la que tiene que estar al servicio de Andalucía? Como
todos los demás andaluces. Ni más ni menos. Claro, con estos humos, no me
extraña que corra el peligro de considerarse salvadora de la patria y mesías de
todos los mesías.
El último tiene ámbito nacional
y se refiere a la forma de identificar partidos políticos en los medios de comunicación.
Así, “el partido de Rosa Díez”, o “el partido de Albert Rivera”. En el primer
caso, por desgracia, parece que terminará siendo real la igualdad numérica
entre los militantes y su presidenta. Pero da igual. ¿Cómo se puede masticar
eso del ¿partido de una persona?
Todo esto, repito, a los
medios de comunicación les viene pintiparado; les evita el análisis, les sume
en la simplificación y en el tópico, les supone unos lectores y oyentes más dóciles
y menos críticos y les engorda los negocios con la personalización de todo en héroes
y villanos y con el morbo añadido que eso supone.
Pero esto empobrece a la
comunidad, por el aborregamiento que conlleva, por la falta de implicación, por
la comodidad y el nivel mostrenco en el que nos hace mover y por la escala de
valores que fomenta, escala en la que esperamos que unos líderes de pacotilla
nos lo den todo hecho y nos resuelvan nuestras dificultades. La aparición de
Podemos señalaba un cambio de rumbo en la participación. Ahora ya lo tengo
menos claro: no sé si no empiezan a dejarse ver ribetes de personalismo. Cuidado.
Yo no conozco mejores líderes
que aquellos que incitan al compromiso particular de todos los integrantes de
la comunidad, a la suma de todos los esfuerzos para que la mejora sea de todos
también. Lo demás me suena a salvadores. Y no quiero que me salve nadie. No
siquiera quiero salvarme yo mismo.
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