martes, 28 de abril de 2015

LA MEMORIA DE TROYA


LA MEMORIA DE TROYA

Es tan grande el rencor que se concita  
en el duro interior de tus murallas,
que ni los dioses pueden hacer pausa
en esa guerra eterna de los pueblos
que habitan en las costas
del mar de los misterios, junto a Troya…

Allí Aquiles y Héctor en el campo
de batalla se ofrecen a la muerte,
las lanzas dieron causa a que las olas
se tiñeran de sangre y que los vientos
bramaran con su voz hasta el Olimpo.
Todo fue en Troya noche y destrucción,
todo se derribó y se hizo ruina.

Solo permaneció sin apagarse
la llama del amor, la complacencia
en la serena luz de la belleza
que hasta sus costas transportara Helena,
de dorados cabellos y ojizarca.
La belleza miraba por sus ojos
y la ciudad fue un templo
donde habitó la fuerza de lo bello
por encima de todas las batallas.

De Troya la memoria no es Ulises,
tampoco Agamenón, el rey de reyes;
es la fuerza infinita de los ojos de Helena,
la belleza que no admite que nadie

profane su fulgor y su potencia.

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