lunes, 27 de abril de 2015

EL VALOR DE LAS IDEAS



En alguna ocasión me he manifestado, en tono de queja, por la tendencia que creo observar en la ciudad en la que vivo (y en todos los sitios tal vez), según la cual la asistencia a actividades varias se produce no de acuerdo con el valor de lo que previsiblemente allí se va a exponer sino por la proximidad afectiva con quien va a exponer. Tal sucedería en casi cualquier manifestación: deportes, charlas, conciertos, teatro, exposiciones, bailes, mercados…
Entiendo la importancia de estar cerca de los que están cerca de nosotros biológica y afectivamente, pero entiendo menos que esta variable ejerza como única y absoluta. Es cuestión, como casi siempre, de grados en la actuación. Sinceramente, creo que esto empobrece, empequeñece y hace más pobre casi todo. Las adhesiones inquebrantables por la proximidad y el afecto personal producen un efecto espuma que se deshace al momento y se convierte en vapor muy pronto. Yo creo que sería mejor que, sin olvidar las “obligaciones” más próximas, pusiéramos en el mismo paquete un poco de serenidad y de pensamiento.
Aquí es donde empezarían a tener su acomodo y su peso las ideas, esos pensamientos que, equivocados o no, deberían conducirnos en la vida y en nuestras actuaciones diarias. Pienso que, si les diéramos espacio a las ideas, nuestras decisiones y nuestras resoluciones serían un poco más trabadas y algo más duraderas, nos empujarían en un sentido más positivo y general, nos alzarían la vista y traerían hasta nosotros no solo lo del mismo día sino lo del futuro más apartado. Si así fuera, lo preveríamos mejor y con más tino, seríamos más sólidos y no nos dejaríamos llevar por los primeros impulsos y ocurrencias.
Me interesa la reflexión sobre todo para el día a día, para lo que va sucediendo entre nosotros durante cada mes del año, para nuestra actividad continua, para nuestro menudeo. Pero hoy quiero aplicarla también para algo que se nos viene encima.
Durante el próximo mes de mayo, se nos va a recordar a diario que celebraremos elecciones municipales. Será, sin duda, un buen ejercicio colectivo de participación y debería ser previamente un educado intercambio de ideas y de propuestas encaminadas a mejorar la vida cotidiana de nuestra ciudad. La lógica supone que cada formación se presenta porque posee una concepción de la vida algo distinta de la que poseen las demás. Eso es lo que dice la lógica, la idea y la razón. Espero que así la propongan y la manifiesten, con libertad y sin necesidad de herir a los otros ni de buscar la humillación de nadie. La decisión final será de todos nosotros, los votantes, que, en nuestras papeletas, diremos lo que mejor nos parezca.
Me gustaría que en esas papeletas se concretara el poso de las ideas y no de las adhesiones a cualquiera de nuestros vecinos. Las personas, todas las personas, por el hecho de serlo, ya tienen alcanzados nuestro respeto y nuestra consideración, pues, como dijo el maestro, en el ser humano, ninguna cualidad puede ser alcanzada que sea  superior a la de ser persona.  No es la persona la que debe ser elegida sino las ideas que incorpore, la ideología que atesore y la implicación social que ello acarree. Son, en definitiva, las ideas lo que está en juego y todo lo que de su aplicación se deriva para cada uno de nosotros y para la ciudad. Porque, así como todas las personas han de ser respetadas, no debería suceder lo mismo con todas las ideas, en contra de esa expresión disparatada y tan manida de que “todas las opiniones han de ser respetadas”. No, en absoluto: aquellas que promuevan la injusticia, la desigualdad y el mal no han de ser tenidas en cuenta; como mucho, han de ser expuestas, pero para ser tiradas enseguida al cubo de la basura mental. Con las ideas nos jugamos el pensamiento, la forma de ver la vida, la actitud ante ella, la forma de convivir y el tipo de comunidad que queremos. Y, después, esto es lo que se traduce en el día a día.

Es mucho. Es casi todo. Y depende de cada uno de nosotros. Naturalmente, cada cual sabrá, después de reflexionar y de razonar, cuáles son las ideas que mejor convienen a él y a su comunidad. Pues, pensemos en ellas y actuemos en consecuencia. Y que haya suerte.

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