martes, 3 de marzo de 2015

UNA ESQUELA ES ANUNCIO DE LA MUERTE



UNA ESQUELA ES ANUNCIO DE LA MUERTE

Sellada en la pared y a media asta,
entre anuncios diversos,
una esquela es anuncio de la muerte.
En negro sobre blanco hay unas señas
que apuntan hacia un nombre y su familia.
Porque ha muerto un hombre
sin decir nada a nadie, sin que nadie
se pare a descifrar ningún secreto,
porque ya nada importa. Como mucho
se escucha un comentario: “era vecino
de fulano de tal. Que nos espere
muchos años allá, en el otro mundo”.

Se muere siempre a solas y en silencio,
como si todo diera ya lo mismo
y no pasara nada en realidad.
Tal vez una mujer o acaso un hombre
sollocen a la hora del entierro,
o una madre se oculte en su silencio,
masticando el dolor y la impotencia
por las rosas cortadas a destiempo.

Nadie sabe si el muerto -¿para qué?-
dejó muchas preguntas sin respuesta,
si se fue hacia otra vida convencido
de lo inútil de hablar de la esperanza,
o tal vez recibió las bendiciones
de no se sabe quién ni en qué momento.
Nadie le guardará ya los secretos
de los ratos de amor desperdiciados
(ya no hay ratos de amor ni días de olvido).
Mañana habrá una misa -es la costumbre-
de corpore insepulto y, a su término,
un amistoso adiós y un pasamanos
(no olvides la parroquia ni ha hora
o llegarás muy tarde y la familia
te echará mucho en falta).
Después, todo al regusto de la monotonía,
y al ruido de las calles y al silencio
en las gentes que gritan y caminan
y suben, bajan, duermen, van y vienen,
y se dejan llevar por la corriente
de lo que simplemente dicte la costumbre

Morir es tan inútil, tan prosaico,
tan falto de sorpresa, tan sencillo,
como sencillas son estas palabras
que hoy dibujan la faz de este poema.

“!Dios mío, qué solos se quedan los muertos!”

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