sábado, 28 de marzo de 2015

CIERTO DILEMA


Daremos por hecho que las personas y que las comunidades actúan de acuerdo con una escala de valores. De esta manera, una vez reconocidos esa escala y esos valores, todos podemos anticipar por aproximación cuál va a ser la respuesta de un individuo o de un grupo. No sé si es muy sencilla la definición de la palabra “valor”. Sospecho que no. Pero no es menos peliagudo ordenar esos valores en una escala. Porque entran en colisión con frecuencia y, con esa misma frecuencia, tenemos necesidad de dar paso a uno de los valores dejando al ralentí otro, o incluso pasando por encima de lo que representa. De esta manera, aquello que parecería prioritario, el valor como algo supremo, se convierte en secundario y de segunda mano.
Me pregunto hasta qué punto tiene uno que apuntalar y dar certeza a algo en lo que cree cuando acarrea con ello algún mal no menor para la comunidad. Su razonamiento y el contrario pueden estar en la verdad pero resultar incompatibles en su aplicación simultánea. ¿Cómo actuar en esas circunstancias.

Me ocupa en estos días un asunto que responde a estas características. No es personal, pero me implica. Y no sé muy bien cuál es la mejor actuación. Cualquiera merece aplausos pero conlleva también zonas oscuras. Acertar resulta muy complicado. No puedo ser más explícito de momento. Veremos.

No hay comentarios: