jueves, 5 de marzo de 2015

APUNTE TÉCNICO: POEMA Y NOVELA


Dicen que, de una  historia de amor, lo único que debe ser desvelado son los preliminares, los escarceos que desvelan los primeros rayos de luz y descorren la cortina y la ponen a media asta, los indicios que alcanzan a la mitad de la verdad pero nunca a la evidencia, los primeros vagidos que anuncian los ecos y las voces posteriores. El resto es la disolución, la delimitación, la parcelación en la realidad, la evaporación del misterio, el verbo ya hecho carne, la eclosión y el zumbido, la muerte del deseo.
Por el mismo procedimiento, el derrumbe de ese amor, la marcha atrás, el abandono, los avances de algo que va a dejarse  y a cambiar de destino, la duda que anticipa la negación futura, la luz menos alzada, un gesto descompuesto o anodino…, qué sé yo, cualquier cosa que anuncie o anticipe algún cambio de estado, tendría que ser la fórmula para dejarlo todo, para romper la línea, para poner el punto y final, para abandonar la historia en manos del lector o del oyente, para decir adiós y aquí me quedo.
No sé cuánto de razón hay en esa fórmula ni sé si se aplica lo mismo en un género que en otro. Pienso, por ejemplo en una narración, en eso que popularmente llamamos novela y constato que casi siempre el autor trata de dejar cerrado y engastado el recorrido, incluso entre los personajes secundarios; y, si no lo persigue, se le afea como defecto y deficiencia. Vuelvo los ojos al poema y me sucede casi lo contrario. En él el momento se potencia y se hace polisémico, se ofrecen indicios al lector para que interprete posibilidades, para que complete, para que imagine; incluso se aspira a trascender el tiempo y el espacio para romper esa barrera de las imposiciones de la razón y de la lógica.
Me detengo en este ejemplo: “Sonreír con máscara de ausencia plena”. Apenas se explicita un elemento físico: la sonrisa. Pero se transforma y se diluye en la máscara ideal de ausencia plena. ¿Quién sonríe?, ¿qué potencia tiene esa sonrisa?, ¿cuál es la causa de esa sonrisa?, ¿por qué no es una sonrisa franca sino que engaña?, ¿por qué el sujeto que sonríe está ausente de la escena?, ¿dónde está realmente la persona que ríe?, ¿qué impresión y reacción provoca una sonrisa de esta clase?...
Tal vez también por eso el poema reduce y la novela amplía, el poema contrae y la novela expansiona, el poema selecciona y la novela acumula, el poema sorprende y la novela razona, el poema potencia y la novela recoge también los aledaños del misterio. Acaso por ello los poemas descriptivos sean menos mientras que, en una novela, a la ambientación le corresponda una función muy amplia y relevante. Que se lo digan, si no, a la novela realista.
No sé cuánto de esto es verdad. Solo creo en los grados y no en las verdades absolutas.
Hace ya mucho tiempo escribí el siguiente poema:
“Amanecer, nacer, amar.
Anochecer, morir, seguir amando”.


Tal vez ilustre algo de lo anterior.  

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