RÍO ABAJO
Me miro en el espejo y me
descubro
como un río caudal y ya
cansado,
que arrastra en su corriente
todo lo que a su paso se le ha
ido
poniendo del color de la
mirada.
Hay gotas cristalinas que se
mezclan
con puñados de barro; hay un
recuerdo
difuso de un lejano territorio
en el que alguien jugaba
siendo niño,
y hay crecidas y estíos, hay
remansos
convocados
todos a perseguirme por el
cauce.
Todo lo que pasó se precipita
hacia el rostro impreciso de
la tarde;
no es posible el regreso
para cambiar el curso de la
historia.
Así hemos de seguir, haciendo
cauce,
engordando el fulgor de las
orillas
y dejando que un día,
cualquier día,
lo que viene empujando y nos
persigue
nos quiera dar alcance y, con
su fuerza,
nos lleve la corriente
camino del azar y de la
muerte.
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