martes, 10 de febrero de 2015

REFUGIO EN LA PALABRA


REFUGIO EN LA PALABRA

Miraba hacia lo alto y de sus ojos
las lágrimas manaban sin descanso.
Somos todos, pensaba, la  conciencia
 de una curva que va de valle a valle
 y desconoce
cuál ha de ser el día y cuál la noche
en esa trayectoria de descenso.

El reino de los dioses es la nada
y en ella somos siempre, hasta el momento
en que nos viste el tiempo y nos encarna.
Después todo es perder, desposeernos,
anular la cosecha de inocencia,
cargarnos con la cruz de nuestras culpas
y pasar de ser dioses a ser cómplices
del tiempo en que la vida nos conforma.

Al cabo solamente de un momento,
la luz se va extinguiendo y todo apunta
al reino de la sombra y de la muerte,
se arruina la conciencia y se hace grande
de nuevo el territorio en el que manda
la ley desconocida del reino de lo eterno,
en la que ya seremos de nuevo para siempre.

Alzó de nuevo la mirada al viento
e invocaba la luz y la piedad al tiempo:
“De dios a esclavo y de culpable a nada.
Cómo duele esta herida que me sangra

en la vena tenaz de la conciencia”.

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