Esa inútil idea de que las
cosas se pueden renovar continuamente en una aspiración a que los hechos no nos
dejen salir por mentirosos nos mantiene en la vida. Las ideas que manan al
amparo de los mejores deseos nos mandan el aliento para seguir pensando que tal
vez mañana todo irá un poco mejor, que aquello que hoy no nos complace acaso en
la próxima ocasión tenga otros resultados y nos deje con una cara menos
decepcionada. El día que perdemos esa ilusión, los ánimos decaen y algo se nos
va viniendo abajo en el vigor necesario para seguir andando y levantándonos.
Lo malo es que no es seguro
que las cosas mejoren ni que empeoren. Tal vez lo único que se produce es que
sencillamente se repiten. Es verdad que en unos contextos un poco distintos según
la vida va transcurriendo, pero con las esencias mantenidas y consistentes. En
general, en occidente, en este espacio en el que vivimos, los elementos
externos se han renovado muchas veces, pero las ideas básicas en las que nos
apoyamos, las costumbres y los tropiezos en la misma piedra se repiten y se
repiten machaconamente, y andamos de caída en caída y de levantada en
levantada.
Puede que le pidamos a la vida
algo que tal vez no nos pueda realmente dar. Quizá nos falte algo de ajuste con
esos elementos repetidos para saber que nuestro sitio es el que es y no otro. Pero,
¿quién es el que se queda donde está, sin ímpetu y sin ansias de empujar hacia
mejores cosas? Seguramente lo que buscamos casi siempre es aquello que no tenemos,
la compensación de lo que intuimos pero no poseemos. En esa situación, me
pregunto si realmente somos nuestra voluntad o nuestro destino. Me gustaría que,
de acuerdo con la fábula clásica, fuéramos nuestra voluntad, nuestro esfuerzo,
nuestro interés, nuestra decisión de
acertar y de equivocarnos, los protagonistas primeros y últimos de este camino
que nos ha tocado andar o hacer en el tiempo. Pero hay tanto misterio y tanto
sin saber, tanto suceso inesperado que te rompe por medio, tantos hechos
externos que se nos escapan y que vemos sencillamente pasar sin poderles decir
nada…, que uno no sabe qué parte de destino nos habita, si es que le queda
sitio entre nosotros.
No será poco que, al menos en
la repetición, nos demos cuenta de que algo se mueve y de que hay algún
resquicio para poner en orden ciertas cosas, aquellas poquitas que dependen de
nosotros y en la medida en que dependen de nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario