FÁBULA DE LAS HORMIGAS
(También para Sara y Rubén)
Sara y Rubén observan las
hormigas:
insectos himenópteros, de
color negro o rojo,
alados y sin alma,
con dos estrechamientos en su
cuerpo.
Son niños y es verano. Las
hileras
perfectas bajo el sol, de
piedra a piedra;
el mismo afán, la misma simetría;
y un empeño infinito por no
romper el orden.
¿Quién las manda y dispone?
¿Por qué no se rebelan y se
buscan
la vida cada una por su
cuenta?
¿Es temor lo que impide su
arrebato?
¿A quién?, ¿por qué?, ¿hasta
cuándo?
Ahora Rubén y Sara juegan en
el parque.
Hay niños a su lado y hay
personas mayores.
(Hombre: ser animado, racional,
vertebrado, capaz, libre, sesudo).
Hay también toboganes,
escaleras,
y tubos y columpios y
areneros.
Pero todos se empeñan
en el juego imposible de
pelota.
Sara y Rubén observan
que hay voces a destiempo y
que los padres
no guardan las distancias
como vieron que hacían las
hormigas.
Sara y Rubén ignoran
que esos seres que gritan y se
enfadan
a veces se dan golpes, se
exterminan,
y cuidan de su nido en
solitario,
rompiendo filas y agitando
puños.
Yo los miro y vacilo:
no sé si guardar cola en otro juego
o llevarlos de nuevo a las
hormigas,
y sentarme con ellos a
mirarlas
cómo siguen alegres en su
empeño.
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