Mañana vuelvo a ver a mis
nietos y a pasar el día con ellos. ¿Qué puedo llevarles además del cuento de
rigor? Mientras llega la hora pienso en ellos y en todos los niños del mundo;
también en el niño que fui alguna vez, que no sé si soy todavía y que, desde
luego, me gustaría seguir siendo siempre.
Por ejemplo, pienso si ellos
intuyen o piensan. Porque el pensamiento se adquiere con el roce y con la práctica,
con el cruce de sensaciones, con su orden y con sus alargamientos en las
deducciones y en las consecuencias. Pero es que sé también que el proceso es el
mismo en los adultos. Por eso se me crea la duda de si es antes la intuición
que la razón; y, sobre todo, si la intuición es una fuente de conocimiento tan
válida como la de la razón.
Pienso también en el inconsciente
y en la conciencia, en la necesidad de que pase el tiempo para que se pueda
recordar el pasado e imaginar el futuro. Sé que Sara está ya en edad de
comenzar a saber, desde sus cinco añitos, algo de lo que fue. Me gustaría que,
entre sus primeros recuerdos escondidos, se posara alguna imagen o alguna
experiencia positiva en la que mi presencia con ella se mezclara. Y me gustaría
que de vez en cuando la sacara a tomar el sol desde su memoria. Yo procuraré
hacer lo mismo.
Pienso asimismo que nacemos
casi programados para buscar cariño. Ellos, yo y todo el mundo. Sé que ellos lo
tienen a diario. Yo tendría que acrecentar esa cantidad cada uno de los días
que voy a verlos. Creo que ese examen sí lo apruebo. Me gustaría aprobarlo
también con el resto de los que me rodean y que cada uno de ellos aprobara el
suyo. “Al final de la tarde te examinarán del amor.” Y poco importa que el
tribunal sea civil o eclesiástico.
Pienso también en la necesidad
que todos tenemos de aprender a decir “no” ante algunas cosas que nos presenta
la vida. También hay una edad temprana para ello. Sé que no somos los mejores
profesores para nuestros nietos en esta asignatura. Habrá que hacer deberes y
comerse el deseo de vez en cuando.
Y pienso en muchas otras cosas
que guardan relación con ellos y conmigo. Sé, por ejemplo, que ellos son mi
circunstancia más creadora y que cultivar la circunstancia es cultivarme a mí
mismo. Y sé que su proyecto de vida implica en alguna medida mi proyecto de
vida, y al revés.
Mañana se me olvidará todo y
será territorio de los sentimientos, pero hoy pienso en ellos y en mí con estas
cosas.
Es la luz lo que llena,
su luz y su contento,
sus ojos que me miran
con el fulgor del tiempo.