martes, 28 de octubre de 2014

PLATA Y PLOMO



Roberto Saviano ha vuelto a darnos un bofetón en la cara con la publicación de su reportaje, o su ensayo -me parece que su estructura se parece más a estos géneros que al de la novela- “Cero, Cero, Cero”. De nuevo el mundo de la droga se ha convertido en el eje de sus ocupaciones y de su mensaje. No sé si con esta obra conseguirá un impacto tan fuerte como con Gomorra, pero a mí me ha dejado de nuevo tambaleando y como de un aire.
Todo lo que en el libro se cuenta se conoce a grandes rasgos, pero todo junto y en aluvión parece que te inunda y que te ahoga, te acongoja y te deja sin resuello. El mundo de la fabricación, de la distribución, de los negocios que genera, de los clanes y cárteles que multiplica, las voluntades que corrompe, la deformación moral que provoca, la cantidad de poderes que supedita, del orden mundial que descoloca, cumplen como la solución de un ingente rompecabezas que viene a explicar mucho de lo que de importancia sucede en el mundo ahora mismo.
Todo ello está contado desde la situación de un hombre que vive en el escondrijo, al acecho del asesinato y de la muerte. De la propia más que de la ajena. Y que llega a preguntarse muchas veces qué le mueve a hacer y a escribir lo que escribe y si realmente merece la pena. Hasta el punto de que termina por sentirse un poco por encima del bien y del mal y concede que es la propia inercia la que le empuja a seguir en la lucha y en la misión semirredentora de quien avisa de casi todo lo que sucede, con el ánimo de morder en el entendimiento del lector y de cambiar su actitud y hasta su participación en todo lo que este mundo del narcotráfico supone.
Colombia y Perú pueden ser los originales, pero nada comparado con lo que está ocurriendo en Méjico, antesala del comercio de los EEUU. Algo parecido, aunque con menor intensidad, se produce en todo el Caribe y en Europa, con sus puntos calientes en Italia y en España, puertas de entrada y sede de demasiados grupos mafiosos. El mundo de la distribución al por mayor, como siempre, se queda con la mejor parte, y es en él en el que se producen las mayores barbaridades.
El libro de Saviano recorre numerosos aspectos, pero se olvida de uno que me parece esencial: solo se refiere a él de manera momentánea cuando evoca la imagen de la City de Londres a la hora del descanso, con los brokers necesitados de reunir fuerzas de cualquier manera para seguir la jornada en el mundo de la especulación. Se trata del análisis de las personas que consumen la cocaína y las demás drogas, y del mundo y de la escala de valores que hacen esto posible en forma tan compulsiva. Tal vez en un testo no se puede abarcar todo. Pero es la otra cara de la moneda. Porque no tiene sentido la preparación de la droga y la distribución sin su consumo.
El libro me parece absolutamente revelador para mover las conciencias y para agradecer que gente como Saviano se ocupe de las bases que realmente mueven las columnas fundamentales y más pesadas de este mundo nuestro tan deficiente y a la vez tan apasionante.
No puedo por menos de copiar algunas de sus líneas.
Por ejemplo: “El mundo contemporáneo empieza ahí, en ese Big Bang moderno, origen de los flujos financieros inmediatos. Choque de ideologías, choque de civilizaciones, conflictos religiosos y culturales, son los capítulos del mundo. Pero si se observan a través de la herida de los capitales criminales, todos los vectores y los movimientos se convierten en otra cosa. Si se ignora el poder criminal de los cárteles, todos los comentarios y las interpretaciones sobre la crisis parecen basarse en un equívoco. Ese poder hay que mirarlo, clavarle la mirada en el rostro, en los ojos, para entenderlo. Ha construido el mundo moderno, ha engendrado un nuevo cosmos. El Big Bang ha partido de aquí.” Pg. 52.
O estas otras palabras: “Puedes pensar que ocuparte de todo esto es una manera de redimir al mundo. Y a lo mejor en parte es así (…) Pero la verdad, obviamente mi verdad, es que solo hay un motivo por el que decides permanecer dentro de estas historias de hampa y traficantes, de empresariado criminal y matanzas. Huir de todo consuelo. Decretar la inexistencia absoluta de cualquier bálsamo para la vida. Saber que lo que sabrás no hará que te sientas mejor. Y sin embargo tratas continuamente de saberlo. Y cuando lo sabes empiezas a desarrollar cierto desprecio por las cosas. Y al decir cosas me refiero justamente a eso, las cosas. Llegas a saber enseguida cómo están hechas las cosas, cuál es su origen, cómo van a acabar.” Pg. 105.
Y estas: “Respeto: palabra manchada por el uso que de ella hacen las mafias de todo el mundo (…) En cambio, quien se pone de parte de la justicia pierde muy a menudo incluso esa certeza. ¿Qué le queda? ¿Puede una opción de libertad transformarse en la soledad más radical? ¿Puede un acto de justicia verse recompensado con la infelicidad? Invisibles. Como fantasmas. Como las sombras del averno. Pienso a menudo en ello cuando, en mi interior, trato de saldar cuentas con quien me acusa de haber tenido demasiada atención pública. Nada reemplaza a los amigos que se pierden, las ciudades abandonadas, los colores, los sabores, las voces, el uso de un cuerpo que puede moverse libremente, caminar, sentarse en un murete para mirar el mar, sentir el viento penetrando en la ropa. La atención pública puede pesar sobre uno como una especie de prisión. Pero es también pariente del respeto. La atención te transmite que mi existencia cuenta para los demás. Te dice que existes.” Pg. 257.
Y para terminar y no alargar demasiado las citas: “Nada es más poderoso que la lectura, nadie es más embustero que quien afirma que leer un libro es un gesto pasivo. Leer, sentir, estudiar, entender es el único modo de construir vida más allá de la vida, vida junto a la vida. Leer es un acto peligroso porque da forma y dimensión a las palabras, las encarna y las dispersa en todas direcciones. Lo pone todo patas arriba, hace caer de los bolsillos del mundo monedas y billetes de polvo. (…) Conocer es empezar a cambiar.”Pg. 483.

Yo puedo jurar que he leído este libro con atención, con admiración y con mucha rabia.

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