DÍA TRAS DÍA
Vuelve
la noche y se renueva el viento,
las
farolas se encienden a la hora
que
estaba previamente convenida
y
la luna se asoma y nos invita
a
violar sus indicios de ternura.
Vuelve
la aurora y deja atrás el sueño
con
sus ramas desnudas y confusas,
se
pone en pie la vida y en las calles
vuelve
a sentirse el gris de las pisadas,
los
semáforos altos, los vehículos
(celdas
volantes); vuelven
esos
ruidos del niño y de la madre
que
conjugan la paz y la alegría.
Se
suceden las horas y los días,
todo
fluye sin ganas, como en sueños.
Yo,
sin saber por qué, busco una causa
que
me sujete aquí, tras la ventana,
que
me dé consistencia, que me empuje
a
salir a la calle
y
a no tirarlo todo
en
el contenedor de la basura.
Te
miro y nos miramos.
También
nosotros somos sin remedio
un
río que se marcha monte abajo,
camino
de la mar y del olvido;
y
somos, y no somos
los
mismos que hace un rato nos besábamos
hasta
gastarnos juntos,
dejándonos
llevar por ese aliento
que
apareció sin causa,
y
tiene que seguir emocionado,
sorprendiéndonos
siempre
como
nuevos y viejos conocidos.
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