martes, 26 de agosto de 2014

CIEN CRONOPIOS Y UNA FAMA



Yo llegué al boom de la narración latinoamericana por pura casualidad y por inercia, por necesidades académicas y por moda. ¿Quién podía no leer novelas y relatos de los autores del otro lado del charco si uno trataba de licenciarse en el arte del español?
Pero, como me ha sucedido en casi todo, me han llegado las cosas siempre por aluvión, por descubrimiento personal y creo que siempre un poco a destiempo. En mis años juveniles, el ambiente que me rodeaba poco tenía que ver con el descubrimiento de la fantasía o el choque de las culturas, la magia o la interpretación de otros mundos. No tenía poco con dejarme llevar por la inercia de la supervivencia y por mantenerme a la expectativa de lo más inmediato y personal. ¿Quién podía hablarme o ponerme en contacto con los mundos de la letra impresa y de la creación? Hoy hago memoria de aquellos tiempos de penuria casi con ternura y compasión de mí mismo.
Se cumple el centenario del nacimiento de uno de los impulsores de aquel arrebato, Julio Cortázar. Su Rayuela fue uno de esos fogonazos que me dejaron perplejo y que me enseñaron que el juego es algo más que jitanjáfora y que la distribución lineal de un contenido se quedaba corta a poco que se trabajara sobre ella y que se le quisiera dar intención y alcance hasta multiplicar sus posibilidades. Después vinieron la “Historia de Manuel”, y todo su mundo mágico de las narraciones breves.
Tuve ocasión de volver a estas creaciones alguna vez más, y hace tan solo un año (¿o tal vez dos?) releí sus Cuentos Completos, publicados por Alfaguara. En ellos se esconde todo su mundo y todo un universo de fantasía y de pensamiento. Son más de mil páginas donde escoger posibilidades y fantasías, realidades y esperanzas, proyectos y fracasos.
Es verdad que algunas referencias se me van un poco de las manos, por partir de elementos de realidad geográfica hispanoamericana; a veces incluso se me revuelven expresiones o enlaces sintácticos que no son propios del español peninsular. Poco es eso comparado con el mundo interminable que abarca su producción. Y qué interesante resulta la aportación de estos relatos comparados con los que tradicionalmente se hacen llegar a los más jóvenes en nuestros países europeos.
Cortázar supuso además para al menos dos generaciones algo más que un creador especial, pues su alcance social y humano lo convirtió en un símbolo más extenso y atractivo. Estos valores se diluyen con el paso del tiempo, pero, para los que creemos que, en alguna medida, la personalidad y la persona van unidas a la obra creada, esto supone un plus de admiración.

Hoy muchos jugaremos a la rayuela pensando en esa otra rayuela literaria y veremos a Cortázar subido en cronopios y famas. Seguro que ganarán los cronopios en esta rayuela imaginativa. En la rayuela de la vida ya es otro cantar. 

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